28. Fracaso |
Las causas de la ruptura pueden ser:
- Buscar la propia realización. El matrimonio no es el lugar apropiado para afirmar la propia personalidad. Se va a constituir algo nuevo, distinto, formado por el "nosotros", mediante la donación recíproca de los dos esposos. No se busca la felicidad directamente, pero el efecto trae la mejora y la felicidad de cada uno de ellos.
El egoísmo de buscarse a sí mismo, el placer y el bienestar suele ser la causa más frecuente de los divorcios, porque el amor consiste en el desprendimiento y la entrega.
- La falta de conocimiento mutuo. Los que se casan jóvenes o han tenido un noviazgo breve no suelen tener un conocimiento mutuo suficiente. El afecto forja un a imagen retocada e idealizada del otro en la que solo se ven los valores positivos y se ensalzan en grado sumo, mientras que se ponen entre paréntesis los defectos y los aspectos menos favorables.
Con la convivencia se llega a una visión más realista, con los defectos más evidentes, y esta situación hay que aceptarla con generosidad.
- La expectativas exageradas. Muchas crisis matrimoniales surgen cuando se esperaba demasiado del matrimonio, en lugar de ir a mar y servir al otro. Algunos piensan que la felicidad de los momentos del noviazgo se mantendrán para siempre.
Otros piensan que el otro es perfecto y tras la primera riña un poco seria, piensan que sus caracteres son incompatibles. Otros confían que el matrimonio resolverá automáticamente todos los problemas, tanto profesionales, como económicos, como la disfunción sexual, etc. Siendo realita se comprende que esto no se resuelve solo.
- No dedicar tiempo para estar juntos. En la sociedad actual hay un exceso de actividades y de prisas que impide a los esposos estar tranquilamente juntos, para dialogar, para escucharse y amarse. Falta el tiempo para distraerse, mostrarse el afecto y alimentar el amor conyugal. Puede vivir al lado del otro, pero se sienten como extraños y sin nada que decirse. Algunos matrimonios resuelven este problema escapándose un fin de semana los dos solos para descansar y hablar en profundidad.
- Dificultades con la familia de sangre. El problema surge cuando los suegros tienen una presencia autoritaria, invasiva y manipuladora que puede minar gravemente la armonía conyugal. No se puede seguir dependiendo de los padres y satisfacer al otro cónyuge porque entonces no se contenta a ninguno y surgirán problemas.
Para el hombre, casarse significa "dejar al padre y a la madre para unirse a su mujer" (Génesis 2, 24)
- No comprender al otro. Se dice con frecuencia que el hombre es incapaz de conocer de veras la interioridad de la mujer y que ésta tampoco conoce las posibles reacciones de su marido. A la mujer le suela gustar más el orden de las cosas, la limpieza del hogar y la atención a los hijos. A los hombres les preocupan más los éxitos o los reveses en el terreno profesional. Cada uno ha de comprender y aceptar las características y las peculiaridades del otro y adaptarse poco a poco a los situaciones nuevas sin hacer una montaña.
Arturo Ramo García
B) La crisis conyugal
Una crisis conyugal, grande o pequeña puede presentarse en cualquier momento. La crisis seria puede aparecer a los dos años de casados o incluso antes, cuando el impulso sentimental pierde fuerza. El respeto mutuo y el interés por el otro empiezan a languidecer; son más frecuentes las discusiones y los enfrentamientos; comienza un proceso de alejamiento y después de un tiempo puede desembocar en una ruptura irreparable.
A veces se piensa que se ha escogido mal a su pareja. Pero a menudo, no es la elección del cónyuge el origen de la crisis, sino la propia falta de temple y maduración personal o la evolución del matrimonio lo que no ha seguido las pautas adecuadas.
La esencia del matrimonio es el amor, que será auténtico si hay entrega sin condiciones a la persona amada, al tiempo que también ella resulta acogida sin reservas. Por tanto, para tener éxito en el matrimonio hay que liberarse de las ataduras que nos atan al propio yo y darse totalmente al otro.
Algunos matrimonios se deterioran cuando uno de los dos caen en la bebida, en la droga o en el sexo extraconyugal. Otras veces las crisis son aparentes pues se piensa que cuando el amor existe, no deberían presentarse dificultades ni obstáculos. Cuando estas aparecen habrá que volver a empezar con mayor entrega y madurez.
Ante un momento de prueba hay que buscar un motivo de peso para ser fiel al otro y para exigirse la perseverancia. Habrá que revivir y poner en primer plano el compromiso nupcial por el que se entregó de por vida a su pareja. Por otra parte, los hijos suelen ser un apoyo y un motivo puesto por la naturaleza para hacernos salir de nosotros mismos y mantener los lazos matrimoniales.
No es positivo medir el amor del otro, ni el don del otro. Ante una dificultad, cada uno ha de hacer lo posible para que la situación mejore. Casi siempre se pretende que sea el otro cónyuge el que cambie y casi nunca se logra.
Hay que olvidar y perdonar cualquier lista de agravios pasados.
Evitar por todos los medios las ofensas de palabra, acción o de gestos.
Procurar resolver los conflictos que nos hacen estar mal con nosotros mismos.
Fortalecer de nuevo los motivos, proyectos e ilusiones que dan atractivo a la vida en común. Evitar por todos los medios el aburrimiento.
Aprender a callar cuando sea necesario y evitar las discusiones inútiles y el más mínimo asomo de ironía. No llegar a los enfrentamientos directos.
Instaurar una vida de relación íntima sana, positiva y centrada en la comunicación, sin centrarse exclusivamente en la vida sexual.
Aprender a remontar los momentos, días y situaciones difíciles.
Frenar la tendencia a controlar, vigilar e inspeccionar al cónyuge.
Cuando la relación matrimonial languidece, las relaciones profesionales y de otro tipo pueden ocasionar que el marido o la mujer tengan puntos en común con un colega de distinto sexo, que si no se corta pronto puede llegar a la infidelidad y ruptura matrimonial. Por otra parte, la desconfianza infundada y los celos excesivos pueden dañar el matrimonio más incluso que una falta de lealtad.
Cuando un cónyuge se da cuenta de que en el otro nace un sentimiento amoroso hacia un extraño, debería examinarse él mismo sobre su parte de culpa: si ha dejado solo al otro, si no lo ha escuchado suficientemente, si no le ha contado todas las cosas, si se ha dejado absorber por su trabajo profesional o por las tareas de la casa.
Después de esto habrá que comenzar a prepararle el camino de regreso. No es falta de dignidad la acogida amorosa a quien nos ha engañado, cuando éste se arrepiente de veras.
También hay que perdonar y olvidar. El que perdona al otro, se perdona a sí mismo. Es el camino para poder estar de nuevo contentos y reconstruir una nueva confianza.
Arturo Ramo García
C) Matrimonios fracasados
Los casados por la Iglesia saben que el matrimonio religioso resulta indisoluble y que algunos pueden fracasar. Las personas interesadas sufren durante el resto de su existencia profundas heridas.. El fracaso del matrimonio hace daño.
Quienes padecen las consecuencias son, por lo común, los hijos, tanto los hijos disputados como los abandonados. Las disputas conyugales, las pagan, a veces durante toda la vida, los hijos inocentes.
El divorcio canónico, en sentido estricto, no existe y cada uno de los separados no puede casarse de nuevo hasta que el otro cónyuge haya muerto o bien hasta que la Iglesia declare que el antiguo matrimonio fue nulo, es decir, que no existió nunca.
La declaración de nulidad no significa que se ha cancelado un matrimonio, sino que desde el principio no fue válido, es decir, que de hecho ese matrimonio jamás ha existido. La declaración de nulidad se emite al final de un proceso canónico llevado a cabo por un tribunal eclesiástico competente y confirmada por el tribunal de apelación. Si no hubiera unanimidad entre los dos tribunales decidirá el tribunal de la Rota Romana.
Existen varios motivos para declarar un matrimonio nulo que han de estar documentados con las pruebas pertinentes. Entre estos motivos podemos señalar:
Que uno de los contrayentes era incapaz de emitir el consentimiento o de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio.
Que uno de los dos cónyuges hubiera excluido uno de los elementos esenciales del matrimonio, como la unidad, la indisolubilidad o la generación de prole.
Que a uno de ellos se le engañó con dolo o fraude provocado para obtener el consenso.
Cuando uno de los novios fue obligado a casarse por un grave temor provinente del exterior.
Cuando existe impotencia de realizar la unión sexual.
También puede ser nulo si uno de los novios estuviera ya ligado por un vínculo conyugal precedente o no hubiera recibido el bautismo. En este último caso puede obtenerse la dispensa.
Puede ocurrir que uno de los cónyuges es infiel y abandona al otro o que se convierte en un alcohólico grave o contrae una enfermedad mortal. En estos casos muchos hombres y mujeres permanecen fieles al compromiso realizado ante el altar de ser fieles en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad.
Cuando se dan casos extremos en el que una persona ha de asumir un peligro excesivo por sí misma o para sus hijos, cabe, como último remedio, la separación. Sería el caso de que el marido se emborrachara y se tornara violento o gravemente inmoral.
Pero el derecho a la separación no equivale a la declaración de nulidad.
El número de divorciados que vuelven a casarse por lo civil crece de modo continuo. Los católicos separados y casados de nuevo se encuentran en una situación irregular y no pueden contraer un segundo matrimonio desde el punto de vista religioso.
Aunque su situación sea objetivamente reprochable hay que concederles nuestra comprensión. Ningún ser humano tiene derecho a juzgar a quienes se encuentran en esta situación.
Arturo Ramo García
D) Crecer en virtudes
Para mantener y mejorar la vida matrimonial es necesario que cada uno de los esposos mejore personalmente, que implica crecer en virtudes.
Supone renovar el amor cuidando las virtudes y actitudes relacionadas con la convivencia diaria, tales como la sinceridad, el respeto, la afabilidad, la alegría, la paciencia, la tolerancia, etc.
En estos campos no se mejora por estar juntos simplemente, sino que hay que esforzarse a diario y no todos los días se acierta. Pero no importan los fracasos si hay voluntad de seguir y mejorar.
Los grandes proyectos del matrimonios como la fidelidad, el permanecer unidos y la apertura a los hijos, se va consiguiendo a base de actos que van en esa dirección y llegan a convertirse en hábitos y virtudes.
Se pueden destacar tres actitudes que han de cristalizar en virtudes: amar al cónyuge con sus defectos, intentar adaptarse al otro y cuidar los pequeños detalles en la convivencia diaria.
Estudiaremos cuatro virtudes que contribuyen a la mejora personal: la alegría, la paciencia, el respeto mutuo y la sinceridad.
Cada esposo ha de estar siempre alegre y contento para hacer feliz al otro. La alegría da un tono muy positivo a la vida conyugal y no surge espontáneamente sino que requiere un aprendizaje esforzado.
Aunque estemos rodeados de noticias y elementos negativos, hay que obligarse a ver lo positivo de cada situación, ver la luz aunque haya mucha oscuridad y fijarse en la verdad, aunque haya mucha mentira. La alegría, en buena parte se educa; es una virtud que se conquista, que se aprende a base de muchos actos.
El amor matrimonial va en aumento cuando va unida a la paciencia y al tiempo que todo lo lima. La paciencia consiste en sufrir las adversidades sin quejarse y en esperar una cosa que tarda.
Ante las dificultades hay que ejercitar la paciencia y no caer en la desilusión y el desfallecimiento.
El respeto mutuo y la confianza han de ser dos pilares fuertes para sostener el amor.
El respeto es el acatamiento y consideración hacia el otro cónyuge. Supone cierto miramiento y atención.
En el matrimonio ha de crecer un clima de comprensión y de respeto a las opiniones del otro cónyuge.
Es sincero el que habla y procede con la verdad. En el matrimonio siempre debe estar presente la verdad sobre todo lo que hace, para que haya un clima de confianza. Es importante decir las cosas, ser transparente, ponerse en el lugar del otro y tratar de comprenderlo.
Si uno de los esposos se calla cuando la conducta del otro le molesta, se siente ofendido y va tragándose los enfados. Llegará un día en que no aguantará más y explotará. De esta forma la relación entre los cónyuges adquiere un tono negativo.
La sinceridad ha de llevar a hablar con el otro cada vez que pasa algo desagradable, con el fin de pinchar el globo antes de que crezca o estalle. Hablando se reanuda la comunicación y hay más posibilidades de resolver el problema.
Arturo Ramo García
Tertulia dialogada.
Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:
1. ¿Cuáles son las causas más frecuentes del fracaso matrimonial?
2. ¿Qué hay que hacer para evitar la crisis conyugal?
3. ¿Cuáles son los principales motivos de nulidad matrimonial?
4. ¿Cuáles son las virtudes más positivas para los cónyuges?
Bibliografía:
A. Aparicio. Casarse: un compromiso para toda la vida. Editorial EUNSA
Enlaces de Internet:
El aprendizaje de la decepción
Respuesta del Papa sobre la familia
Conclusiones del Congreso de la familia
Crisis de autoridad en la familia
Matrimonio: la unión más provechosa de las posibles
Formas de generosidad en la familia
Mejor educar en virtudes que educar en valores
Retorno a las virtudes humanas
Ejercicios interactivos sobre el fracaso matrimonial
Ejercicios interactivos sobre la crisis conyugal
Ejercicios interactivos sobre los matrimonios fracasados
Ejercicios interactivos para crecer en virtudes
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