73. Ser novios |
A) Conocerse
Suele haber dos actitudes que los novios deben evitar en su etapa de amistad y después en el noviazgo:
La primera es considerar este tiempo como una simple espera hasta la boda, sin otra preocupación que dejar pasar las semanas y los meses en una pasividad completa. No realizan ningún esfuerzo en lograr un mejor conocimiento y una adaptación recíproca. Se imaginan que ese trabajo se efectuará después. En vez de aprovechar el noviazgo para anticipar e iniciar ya la adaptación de los caracteres, se conforman con dejar pasar el tiempo y soñar que el amor lo resolverá todo después de casarse.
La otra actitud a evitar es la de los que rechazan la conversación seria y se quedan en el nivel de niñerías y jugar a divertirse con abundantes caricias, en vez de analizar los hechos reales. En ambos casos han cultivado los sueños y las ilusiones y cuando llega el matrimonio se sienten infelices y defraudados. Porque a la novia se le trata, pero con la esposa se vive. La esposa resulta ser una mujer completamente distinta de la novia. Lo mismo ocurre con el marido.
Esta etapa de amistad es propicia para iniciar una conversación entre los dos y un trato profundo, con el fin de conocerse recíprocamente en cuanto a los gustos, el carácter, los sentimientos, los ideales de la vida, la religiosidad, los medios para realizar el proyecto común y las exigencias para un compromiso conyugal. También es el momento de fortalecer la voluntad que combata el egoísmo, fomente la generosidad y el sentido de la responsabilidad.
Si amor es entrega y aceptación, el amor presupone el conocimiento mutuo. Aceptar, tras conocerse, es comprometerse responsablemente.
Éste es el testimonio de Leopoldo: “Mi matrimonio ha sido exitoso porque antes de casarnos llegamos a algunos acuerdos que han regido y seguirán rigiendo el matrimonio, como: Dios como centro de nuestras vidas, el número de hijos, la relación con nuestras familias de origen, la educación de nuestros hijos, la relación con nuestros amigos solteros y casados, las posturas morales ante el ambiente que nos rodea, nuestra formación permanente como esposos y como educadores de los hijos, etc. Aunque ha habido diferencias en varias ocasiones, las enmarcamos en nuestros acuerdos iniciales. Y si surgen disyuntivas que antes no se habían contemplado llegamos a un nuevo acuerdo. Me ayudó mucho estar plenamente convencido de que Perla era la mujer que Dios puso en mi vida para construir nuestra felicidad.” (1).
Esta positiva experiencia debían conocerla todos los que llegan al matrimonio. Los novios deben proyectar su futura vida en común y ponerse de acuerdo en muchas cosas. Muchas parejas que fracasan y terminan en el divorcio no acordaron en su momento cómo actuar en cuestiones en las que tenían puntos de vista diferentes. (1) Castillo, Gerardo. La camisa del casado feliz. Editorial Amat. Barcelona. 2005. Página 48.
Arturo Ramo García
B) El afecto
El afecto es una manifestación de cariño entre los hombres y entre los animales. La forma más original es el afecto de los padres por sus hijos y de éstos hacia sus padres. Se recuerda la imagen de una madre cuidando a un bebé, la de una perra o una gata cuidando a sus crías, jugando por el suelo, acariciándose unos a otros. Por eso al afecto se la ha llamado amor familiar, pero también es muy importante durante el noviazgo. Hay muchas formas de manifestar el afecto: un abrazo; un ligero beso en los labios no pasional, en la mejilla o en la frente; un ligero toque en el brazo, en la mano o en el cabello y una sonrisa cariñosa. Todos tienen necesidad de afecto y en ocasiones un gesto afectuoso es un modo acertado de comunicar el amor y a veces, el único.
“Hace años, Ann Landers llevó a cabo una encuesta entre sus lectoras casadas, preguntándoles si preferían ser acariciadas a tener relaciones sexuales. En torno al 70 % prefirió las caricias. No creo que se debiera a que no les gustaban dichas relaciones, sino a que hacía mucho tiempo que nadie las abrazaba.” (1).
Las manifestaciones de afecto han de hacerse con moderación. Actualmente está extendida la actitud hedonista del placer: “si me resulta agradable debo atracarme de eso”. Al que le gusta el fútbol le gustaría estar todo el día viendo partidos y hablando con sus amigos de las principales jugadas. Al que disfruta besando a su pareja, desea terminar durmiendo con ella. Pero en cualquier lugar en que se ponga el límite, ya sea un abrazo, un beso cálido o una relación sexual, siempre se quedará igualmente insatisfecho. ¿Por qué? Porque el hombre tiende a la felicidad infinita y los medios de que dispone (alcohol, droga, sexo) son siempre finitos y limitados.
Cuánto más aspire a tener, más insatisfecho quedará al final. Sin embargo, si se mantiene en un nivel moderado y lícito, esto le capacita para estar desprendido del placer, y está libre para entregarse al amor desinteresado, sin estar esclavizado por las pasiones y sin usar a los demás para satisfacerlas.
Las chicas les pueden decir a los chicos lo que les gusta y lo que no. Esto es una forma de enseñarle cómo ha de ser el trato mutuo. Muchos novios no alcanzan la intimidad durante el noviazgo porque están muy atareados en besarse y abrazarse (entre otras cosas), cuando tendrían que estar hablando de sus sentimientos y del proyecto del futuro matrimonio. ¿Qué se puede decir de las expresiones de cariño en público? Estas manifestaciones deberían ser pocas y siempre en los lugares oportunos. Porque las caricias insistentes y los besos prolongados reclaman intimidad y vida privada. Resulta realmente incómodo y desagradable ver que un hombre y una mujer son incapaces de apartar sus manos el uno de otro.
(1) T.G. Morrow. Noviazgo cristiano en un mundo super-sexualizado. Editorial Rialp. Madrid. 2008. Página 48.
Arturo Ramo García
C) Ser novios
Ya se ha visto que la primera parte de la relación de una pareja es salir como amigos durante dos o tres meses y después pasar a ser novios. ¿Cómo pasar de la amistad al noviazgo? El chico podría decirle a ella: Después de pasar estos meses ¿estarías dispuesta a iniciar un noviazgo orientado a terminar en matrimonio y formar una familia? Si la chica acepta ya pueden considerarse novios.
El noviazgo se inicia con cierta solemnidad, tiene un carácter social y envuelve una especie de compromiso. Se da por supuesto y se manifiesta públicamente que la elección ya se ha hecho. El compromiso contraído no es definitivo y puede romperse si no funciona.
Si después de tres meses saliendo como amigos no hay verdadera intención de contraer matrimonio, se puede crear el problema de las tentaciones contra la castidad. Aparece el deseo de vincularse a la otra persona y obtener de esa relación todo el placer posible. Aunque no lleguen a tener relaciones sexuales, se sentirán inclinados a ello por la cercanía y por los sentimientos. Este camino es una preparación perfecta para el divorcio posterior.
Si dos personas no pueden llegar a un compromiso mutuo de matrimonio, no tienen derecho a continuar su noviazgo.
Por los años 80 unos investigadores de la Universidad del Estado de Kansas estudiaron la relación entre los matrimonios satisfechos y el tiempo de noviazgo. ¿Los resultados? “Las parejas que han salido durante más de dos años puntuaron sistemáticamente alto en lo que se refiere a éxito matrimonial, mientras que las parejas que han salido durante un período más breve puntuaron en un amplio margen desde muy alto a muy bajo.” (1).
Lo más preferible es que el noviazgo dure dos años, aunque los novios mayores de 30 años pueden reducir ese tiempo a dieciocho meses, pero no menos. Muchos piensan que el noviazgo corto da lugar a un matrimonio corto.
Tampoco es aconsejable un noviazgo demasiado largo por las posibles tentaciones sexuales. La solución es cultivar la virtud de la castidad, no acortar el noviazgo. Se trata de vivir en paz con el apetito sexual, tanto si se está casado como si no, comprometiéndose a discretos besos de despedida y abrazos cortos. Este planteamiento da resultado. La actitud no debe ser: ¿cómo me divertiré esta noche? sino ¿cómo puedo lograr una buena relación con esa persona y hacerla feliz? Así se descubre que ambos disfrutan.
La mejor edad para el matrimonio es aproximadamente a los 25 años, si ambos son maduros y él tiene un buen trabajo para mantener a la familia. Algunos autores dicen que los que se casan a los 21 ó 22 años tienen el doble de tasa de divorcio que los que lo hacen a de los 25 a los 28 años. Pero la edad por si sola no garantiza el éxito matrimonial y las circunstancias pueden ser muy variadas.
(1) Nelly Grover. Mate Process and Marital Satisfaction. Family Relations, vol. 54, 1985 pp 383.386. Cfr. Morrow, T.G. Noviazgo cristiano. Editorial Rialp. Madrid, 2008. páginas 111-112. Arturo Ramo García
D) Salidas
Una buena decisión sería salir dos o tres veces por semana, incluso sin llamarse. Puede ser suficiente salir una noche por semana para hacer alguna visita a la familia o ir a hacer algún deporte.
Entre muchas parejas se produce un exceso de salidas, llegando hasta cinco o seis veces por semana. Se puede producir un cierto agobio por falta de tiempo, porque todos tienen un trabajo, una familia, la atención a los amigos y otras obligaciones. Si las salidas son excesivas se tiene que prescindir de algunas de esas obligaciones, impidiendo conservar la propia vida.
En alguna ocasión el novio puede llegar a sentirse cansado, sobre todo si sale seis veces por semana y los trayectos son de una hora y media, porque vive en otra población o por los atascos de las grandes ciudades. En estos casos la solución es reducir la frecuencia a dos o tres salidas por semana.
El tener dominio sobre las salidas es una manifestación del dominio sobre si mismo. Los animales siguen ciegamente su instinto y buscan el placer en el apareamiento, sin tener libertad para hacer otra cosa. Pero el hombre va al amor con su alma y pone en marcha su inteligencia y su voluntad para ponerlo todo al servicio del amor. Es capaz de prescindir o limitar el puro placer por un amor más limpio y duradero. El hombre puede dominar sus instintos para que le obedezcan. Al decir de una persona que “no es dueño de si mismo” se añade siempre: “ése no es un hombre”.
El animal se aparea con la hembra que encuentra y no tiene preferencia de una sobre otra; todas le dan el mismo resultado. Después de hacer el acto sexual abandona generalmente a su hembra y ya no la reconoce siquiera. Por eso entre los animales no se habla de fidelidad ni de los sentimientos de paternidad. No saben lo que es el bien ni el mal: no tienen razón. El hombre por el contrario, enriquece su amor. Mezcla en él los sentimientos más nobles e íntimos, las promesas y la fidelidad para toda la vida.
El hombre busca proteger su amor, haciendo planes para el matrimonio. Se preocupa de la felicidad de su mujer y encuentra grandes satisfacciones en la educación de sus hijos. Cuando falta a su deber sabe que hace mal.
El amor del hombre y el de la bestia sólo se parecen en una cosa: en el acto sexual. Pero el animal desconoce completamente lo que es el amor. Por el contrario, el hombre conoce las alegrías puras y profundas del amor, porque es inteligente y libre. Es bueno sentirse satisfecho de ser hombre y conducirse como tal.
Arturo Ramo García
Tertulia dialogada.
Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:
1. ¿Por qué es necesario conocerse?
2. ¿Cómo ha de ser el afecto?
3. ¿Cómo pasar de la amistad al noviazgo?.
4. Características de las salidas
Bibliografía:
Morrow, T.G. Noviazgo cristiano. Editorial Rialp.
Enlaces de Internet:
El auténtico concepto de corazón
Desconfianzas y elogios hacia los sentimientos
Ejercicios interactivos sobre conocerse
Ejercicios interactivos de el afecto
Ejercicios interactivos del ser novios
Ejercicios interactivos de las salidas
Ejercicios interactivos de conócete a ti mismo
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