Colegios para chicos

   

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La enseñanza diferenciada se extiende en las escuelas públicas de Estados Unidos

El tabú de la enseñanza mixta empieza a cuestionarse

En España se intenta excluir a la enseñanza diferenciada

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    Colegios para chicos, sin la presión de ser “machos”

    Un reportaje de Jennifer Wolcott en The Christian Science Monitor (25 mayo 2004) refleja el auge de las escuelas masculinas en Estados Unidos.

    9/06/2004.

     La periodista recuerda que en los últimos años han ido empeorando los resultados académicos de los chicos norteamericanos. Ha subido la proporción de alumnos varones que repiten curso, necesitan educación especial o sufren trastornos psicológicos (hiperactividad, déficit de atención). En cambio, las chicas presentan menos problemas y obtienen mejores calificaciones.

    “Algunos piensan –comenta Wolcott– que esta situación es el resultado de la implantación en las escuelas de un ideal femenino: alumnos sentados en filas bien ordenadas, escuchando las lecciones en silencio y tomando pulcros apuntes. Muchas chicas, dicen los expertos, destacan en tales tareas, pero a los chicos no les van bien porque tienen otra forma de aprender”.

    “Antes se pensaba que los colegios no mixtos eran buenos para las chicas y malos para los chicos. Hoy se percibe un cambio de opinión. Ahora que se pueden adaptar las clases, los planes de estudio y el ambiente escolar a las necesidades masculinas, crece el interés por los colegios solo para chicos, en los que se ve una alternativa viable y un posible remedio para el tan comentado fracaso escolar masculino”.

    Wolcott cuenta lo que ha podido ver en algunas escuelas masculinas. Los chicos se distraen menos y se sienten más relajados y seguros. Por ejemplo, no tienen miedo a hacer “preguntas estúpidas” y se atreven a bromear con los profesores, cosas que no harían si hubiera chicas presentes. Pero quizá lo más destacable es que los chicos se liberan de los estereotipos masculinos y de la presión ambiental que les incita a mostrarse como “machos”. “En los colegios para chicos, dicen sus defensores, los alumnos aprenden que hay muchas maneras de ser chico”. Como explica un profesor de Belmont Hill, una escuela masculina de Massachusetts, allí un muchacho no es considerado menos hombre si se apunta al coro en vez de al equipo de atletismo. Son elocuentes también las palabras de un alumno de Belmont: “Me he metido en el grupo de teatro. Si estuviera en un colegio mixto, me lo habría pensado dos veces”.

    Lo mismo ocurre en Roxbury Latin, una escuela masculina de Boston. El profesor de arte considera una suerte poder ayudar a los chicos a darse cuenta de que pueden disfrutar haciendo trabajos con telas, arcilla, pluma o tinta. “En el colegio mixto donde trabajaba antes, las chicas eran las mejores en arte. Pero aquí los chicos no están acomplejados. En Roxbury hay muchos chicos que son buenos deportistas y sobresalen también en arte”.

    En general, los profesores consultados por Wescott destacan que la enseñanza diferenciada responde mejor al hecho de que chicos y chicas no se desarrollan a la misma velocidad. Según el director de Collegiate School (Nueva York), “en una escuela para ellos, los chicos tienen tiempo de crecer a su propio paso, mientras que en una mixta, todo viene determinado por el ritmo, más precoz y rápido, de las chicas”. Otro profesor de Roxbury Latin señala, por su parte, la importancia de tener en cuenta la emotividad propia de los muchachos: “El profesor tiene que hacer ver a los chicos que los aprecia, y entonces ellos responderán bien. Los chicos no aprenden asignaturas: aprenden de los profesores”.

    Con todo, anota Wolcott, “por supuesto hay quienes no están a favor de las escuelas masculinas. Algunos creen que meten a los chicos en un ambiente antinatural donde no aprenderán a tratar a las chicas con normalidad”. El director de Belmont reconoce que está “un poco nervioso” porque no sabe cómo se adaptarán sus alumnos a las clases mixtas cuando entren en la universidad.

    “Pero la mayoría de los chicos con los que he hablado –señala Wescott– descartan que vayan a tener problemas. Otros se ríen y dicen que es un mito la creencia de que una escuela masculina es una especie de monasterio”. Fuera del colegio abundan las chicas, señalan, de modo que a ellos no les faltan ocasiones de tratarlas.

    Para concluir, Wescott cita la opinión del psicólogo Michael Thompson, autor de libros y miembro del equipo de orientadores de Belmont Hill, que confiesa su satisfacción por el renacer de las escuelas masculinas. “No digo que sean la panacea ni que se debe volver a la enseñanza diferenciada para todos. Pero en los colegios para chicos, estudiar es cosa de hombres, y en los mixtos se corre el riesgo de que estudiar sea solo cosa de chicas. Las escuelas masculinas son lugares donde se trabaja mucho, sin ser demasiado serios. El buen humor y la confianza abundan, y no hay actitudes machistas”.

Jennifer Wolcott en The Christian Science Monitor

    Con la autorización de:  www.aceprensa.com


    Asignaturas mágicas para el fracaso social

    Contrapunto

    Ángel López-Sidro

    2/06/2004.

     España parece haber encontrado por fin su modelo educativo: el Castillo de Hogwarts, con todos sus docentes-hechiceros y con Harry Potter al frente. La panacea para solucionar los males de la sociedad viene dada por la creación de asignaturas que hagan dócil la mente del alumno a los valores que todos deberíamos profesar. Ahora la inventiva ha propuesto una asignatura exclusivamente dedicada a la igualdad de género. Supongo que un futuro no muy lejano nos deparará asignaturas cuyo fin sea propinar inyecciones de libertad y fraternidad –para completar la célebre tríada–, y más tarde llegarán las encargadas de abastecer las almas infantiles de justicia, democracia, diálogo, etc.

    ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes? Aquello de lo que carezcas, conviértelo en asignatura; dime de qué pie cojeas y te cambiaré el plan de estudios. Claro que para dejar paso a tan necesarias enseñanzas será preciso recortar algunas de esas que ya huelen a rancio: lengua, literatura, filosofía, historia, matemáticas...

    Es un alivio comprobar que por fin se ha descubierto que lo que necesitábamos eran valores puros y duros. Ilusos aquellos que pretendían la civilización del alumno a través del conocimiento de la historia o de la filosofía. Todo eso no era más que un lastre que embarullaba la mente del niño. Y aquellos retrógrados que pretendían difundir la historia y características de las religiones a fin de extirpar los prejuicios que cría la ignorancia, ¡con el peligro tremendo que ello suponía para el alma laica del niño! Bastará con una asignatura de tolerancia para que todos nos abracemos en conglomerado de razas, al modo de esas postales navideñas de Unicef.

    La mencionada asignatura de igualdad ha sido reclamada recientemente por el Consejo Asesor contra la Violencia de Género, idea que de inmediato ha sido acogida con regocijo entre los sectores más progresistas. Pero esta asignatura pudiera no venir sola, porque también el ministro del Interior, José Antonio Alonso, ante la siniestralidad en el tráfico, ha asegurado que la educación vial es “una asignatura pendiente en la escuela”, aunque no sabe cómo habría de hacerse para no perjudicar a otras materias (El País, 10-V-2004). El trío se completa, de momento, con la sugerencia hecha por la Relatora Especial de la ONU para el Derecho a la Educación, Katarina Tomasevski, que en visita a España se ha sorprendido al ver que nuestra escuela carece de una asignatura específica de derechos humanos, tan necesaria para enfrentarse a las situaciones que plantea, por ejemplo, la inmigración (ABC, 18-V-2004).

    De tomarse en consideración todas estas propuestas, u otras que puedan ocurrirse a mentes preclaras, el debate sobre las materias escolares dejaría de centrarse en el clásico enfrentamiento entre las ciencias y las letras, porque ambas tendrían que ceder ante este nuevo grupo de asignaturas que podríamos clasificar como “de civismo”. En realidad todas ellas pretenden el mismo propósito, que no es otro que enseñar respeto (a la mujer, al conductor o al peatón, al inmigrante...). Pero la noción de respeto no es tan mencionada, quizá porque su uso remite a antiguos valores educativos. Si es ése el objetivo a lograr por medio de las nuevas asignaturas, habrá que presumir que está ausente del resto de las clases, y que sólo con la impartición de esas específicas materias será posible que el docente tolere al alumno, y que este no insulte al profesor.

    A todo esto, el fracaso escolar campa por sus respetos en España, donde ya ronda, según los últimos datos facilitados por el anterior gobierno, el 29%. Se deduce que el abandono de la pedagogía del esfuerzo no ha facilitado que el alumno asuma con menos reticencias sus obligaciones formativas, sino que más bien le ha permitido rendirse antes frente a la dificultad, para unirse a las nutridas filas de los que abandonan los estudios.

    ¿Se pretende con estas propuestas amortiguar el fracaso social manifestado en la sangría del tráfico, la violencia doméstica o la amenaza racista, sin haber solucionado previamente el sonoro fracaso escolar? No parece que ignorando este último sea posible albergar alguna ilusión de triunfo sobre el primero. En cualquier caso, si se sigue por esta senda, no podrá negarse que se ha intentado todo; aunque más vale que se piense todo muy bien antes de intentarlo.

    Con la autorización de:   www.aceprensa.com


    Educación: la solución y el problema

    JOSÉ LUIS MAGRO/PROFESOR DE FILOSOFÍA

    EL dicho popular «orden-contraorden, desorden» describe a la perfección la situación en que se encuentran muchos padres, profesores y directores a la hora de abordar la programación del próximo curso escolar.

    La Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE), como ley orgánica que es, no puede ser anulada por una norma de rango inferior. Por eso el Gobierno lo que va a hacer es paralizar el real decreto de implantación de la misma, confeccionado por el Gobierno del PP, con otro nuevo. Tenemos, pues, a la vista una contraorden que obligará a desmontar las programaciones hechas desde los presupuestos LOCE, para reimplantar de nuevo el modelo Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE). Estos cambios presagian interminables mesas de negociación para distraer a los miembros de la comunidad educativa en la resolución de problemas ficticios y dejar así en la penumbra y sin abordar de una vez por todas las contradicciones internas que aquejan a nuestro actual sistema educativo.

    Se dice que hay contradicción en un sistema o en un ordenamiento jurídico cuando existe incompatibilidad entre dos enunciados al implicar la afirmación del primero la negación del segundo, o viceversa. Tal caso se daría, por ejemplo, si se pretendiese abastecer holgadamente la zona central de Asturias, añadiendo al proyecto un apartado final oque obligará a transportar todas las mercancías en carros del país.

    La LOGSE nos presenta en el preámbulo un estudio certero sobre la educación, sobre los objetivos que deben alcanzarse y hasta los medios que deben emplearse, pero para nuestra desgracia ella misma se encarga de desmontar el escenario maravilloso donde iba a representarse la obra de la educación. Creo que es llegada la hora de analizar crítica y valientemente las causas que hacen inviables la consecución de los objetivos que marcan las dos leyes citadas. No se trata de una situación coyuntural, sino de un cúmulo de problemas estructurales fruto de las contradicciones inherentes al propio sistema.

    En primer lugar, es contrario a la calidad de la enseñanza el modelo de evaluación subjetiva LOGSE. Lo que no se objetiva no se puede cuantificar y, consiguientemente, evaluar de forma científica. La LOGSE, o la interpretación que de ella han hecho nuestros responsables políticos, convierte al profesor en un pluriempleado, al tener que ejercer las funciones de psicólogo, sociólogo, animador, guarda jurado, prestidigitador, padre, madre y en caso de apuro hasta de Espíritu Santo. Todo menos profesor. Al estar marcada la evaluación por valores básicamente subjetivos, que no de contenidos, infantilizamos de tal manera a nuestros jóvenes que damos por hecho que su inteligencia media es inferior a la que en realidad tienen.

    En segundo lugar es también una contradicción al propio sistema educativo afirmar el carácter propedéutico y terminal de los estudios con el caos y la indisciplina que la misma ley fomenta al obligar a afrontar a profesores y directores estos problemas disciplinares desde una perspectiva protectora y no correctora. Esta interpretación demagógica de la conducta humana hace posible que una minoría de alumnos campen a sus anchas y perjudiquen a la mayoría de los alumnos que desean estudiar y superar los cursos.

    En tercer lugar es aún mayor la contradicción entre las metas que nos dibuja la LOGSE y los medios que dispone para alcanzarlas. Pomposamente nos anuncia que «en esa sociedad de futuro, configurada progresivamente como una sociedad del saber, la educación compartirá con otras instancias sociales la transmisión de información y conocimientos, pero adquirirá aun mayor relevancia su capacidad para ordenarlos críticamente, para darles un sentido personal y moral, para generar actitudes y hábitos individuales y colectivos». 

    Pero todo esto, y lo que sigue entonando, sólo se consigue con un detalle que olvida sistemáticamente: «El esfuerzo y la constancia». Si los objetivos que marca la LOGSE son fundamentalmente los mismos de la 'paideia' griega, es decir, formar ciudadanos con habilidades y hábitos o virtudes intelectuales y sociales, debería haber asumido también el camino que ellos diseñaron para conseguirlo. No ha sido así, y las consecuencias están a la vista.

    En cuarto lugar es contrario a los verdaderos aprendizajes hacer engullir a nuestros alumnos de la ESO once asignaturas cada año, sí, once. Los hábitos intelectuales, las estructuras lógico matemáticas y ligüísticas requieren más horas, más dedicación y más estudio. Si estas metas no se consiguen el fracaso está servido. ¿Están los padres y los responsables políticos dispuestos a afrontar el problema del horario escolar para hacer efectivos estos objetivos.

    Quedan aún muchos problemas por tratar. Los que he descrito están planteados con la sana intención de afrontar de una manera crítica y constructiva un problema que afecta a las raíces mismas de la educación y de la sociedad.

    El Comercio digital.

 

 

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