As_  pasaron la noche,

Y cuando el primer ra_o  de sol alumbró el cielo,

Sancho Panza desató en silencio las patas de _ocinante,

que  e_pezó  a dar manotadas

nada  m_s  verse libre.

Entonces  _on  Quijote dijo:

-¡Ya es hora de _atallar!

Y _echó  a correr con su caballo

_acia  el lugar de donde venía el ruido.

Con tal de no quedarse  s_lo,

Sancho  decidi_  seguir a su señor y,

tras caminar un buen rato bajo los  ár_oles,

llegó con  _l  al pie de la cascada,

donde había seis mazos de  _atán

que eran los que da_an  los golpes.

Al ver  aque_o,  Sancho cambió de pronto el miedo por la risa

y le dijo a su señor en plena carca_ada:

-¿Esos eran los gigantes que iba a matar _uestra  merced?

Don Quijote agachó la cabeza de pura  ver_enza,

y se  i_itó  tanto con las risotadas de Sancho

que le_antó la lanza y le asentó

dos  _uenos  palos en las espaldas.

-¡Cierra esa _oca,   Sancho! -dijo-.

¡Si _ubieran  sido seis gigantes no te burlarías tanto!

Y con eso salieron del  _osque  y volvieron al camino.

Al poco rato, comenzó a  llo_er,

y entonces  _ieron  que se acercaba

a lomos de un asno un  _ombre

que llevaba algo bri_ante  en la cabeza.