En muchas ocasiones es la madre la que toma la responsabilidad del
cuidado de la casa, de la alimentación y la educación de los hijos. Esto produce
en muchos casos un sentimiento de frustración en la mujer y puede terminar en un
sistema de monopolio materno. Se establece una relación madre-hijo que puede ser
enfermiza y muy alejada del verdadero amor. Los hijos pueden organizar su vida
como un juego de chantajes y adulaciones para conseguir sus caprichos y la madre
se siente impotente para mantener la autoridad.
El padre, por el contrario, está
como ausente de su responsabilidad como educador de sus hijos. Se suele refugiar
en su trabajo y considera como antieconómico el dedicar su tiempo a la atención
educativa de sus hijos. Piensa que esta tarea es más adecuada al instinto y la
sensibilidad femenina. En ocasiones suele decir a los hijos: "Eso es cosa de tu
madre. Pregúntaselo a ella".
Cuando los hijos sean mayores pueden
responder a las peticiones y observaciones del padre con la indiferencia de un
extraño.
Lo correcto será la presencia del
junto a la de la madre para el crecimiento equilibrado de los hijos.
(Pintura: El pequeño concierto. LONGUI, Pietro. Pinacoteca de Brera. Milán).