2. María e Isabel |
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1. Visitación de María a Isabel Por aquellos
días, María se levantó, y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y
entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de
María, el niño saltó de gozo en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu
Santo; y exclamando en voz alta, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre. ¿De dónde a mí tanto bien, que venga la madre de mi
Señor a visitarme? Pues en cuanto llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de
gozo en mi seno; y bienaventurada tú que has creído, porque se cumplirán las
cosas que se te han dicho de parte del Señor. (Luc 1,39-45) |
2. El Cántico de María: Magnificat
María exclamó:
Mi alma glorifica al Señor,
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador:
porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava;
Por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las naciones.
Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso,
cuyo nombre es Santo,
cuya misericordia se derrama de generación en generación
sobre los que le temen.
Manifestó el poder de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y ensalzó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos,
y a los ricos los despidió sin nada.
Acogió a Israel su siervo,
recordando su misericordia,
según había prometido a nuestros padres,
a Abrahan y a su descendencia para siempre.
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
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Hemos de pedir al Señor que no nos deje caer en esta tentación de
orgullo. La soberbia es el peor de los pecados y el más ridículo. La soberbia es
desagradable, también humanamente: el que se considera superior a todos y a
todo, está continuamente contemplándose a sí mismo y despreciando a los demás,
que le corresponden burlándose de su vana fatuidad.
(Pintura: La Visitación. GIOTO de Bondone. Iglesia de San Francisco. Asís.
Italia)
3. Nacimiento y circuncisión de Juan Bautista
Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un
hijo. Y oyeron sus vecinos y parientes la gran misericordia que el Señor le
había mostrado, y se congratulaban con ella. El día octavo fueron a circuncidar
al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo:
De ninguna manera, sino que se ha de llamar Juan. Y le dijeron: No hay nadie en
tu familia que se llame con este nombre. Al mismo tiempo preguntaban por señas a
su padre cómo quería que se le llamase. Y él, pidiendo una tablilla, escribió:
Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiración. En aquel momento recobró
el habla, se soltó su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Y se apoderó de
todos sus vecinos el temor y se comentaban estos acontecimientos por toda la
montaña de Judea; y cuantos los oían los grababan en su corazón, diciendo:
¿Quién pensáis ha de ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él. (Luc
1,57-66) |
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