La tortuga y la liebre |
Una liebre se burlaba de una tortuga.
-¡Qué lenta eres! ¡Cómo te arrastras!
-¿De veras? –dijo la tortuga-. Haz una carrera conmigo y
te venceré.
-Qué jactanciosa eres –dijo la liebre-. De acuerdo, correré
contigo. ¿A quién pediremos que marque la línea de llegada y confirme que la
carrera es justa?
-Pidámoselo al zorro –dijo la tortuga.
El zorro era muy sabio y justo. Les mostró la línea de
partida, y cuánta distancia debían correr.
La tortuga no perdió tiempo. Partió de inmediato y continuó
la marcha.
La liebre anduvo a los brincos varios minutos, hasta que dejó
a la tortuga muy atrás. Sabía que podía llegar rápidamente a la meta, así
que se acostó a la sombra de un árbol y durmió una siesta.
Al cabo de un rato se despertó y se acordó de la carrera.
Se levantó de un salto y corrió a toda velocidad.
Pero cuando llegó a la meta, la tortuga ya estaba allí.
-Las carreras se ganan con tesón –declaró el zorro.
Esopo.
SUGERENCIAS
METODOLÓGICAS
Objetivo.- Para conseguir lo que queremos hace falta esfuerzo y tesón o perseverancia.
Contenido.-
Sacrificio
Siempre es posible hacer un esfuerzo extra para
alcanzar una meta ¿Por qué no hacerlo para servir mejor a los demás?
El valor del sacrificio es aquel esfuerzo extraordinario para
alcanzar un beneficio mayor, venciendo los propios gustos, intereses y
comodidad.
Debemos tener en mente que el sacrificio –aunque suene drástico
el término-, es un valor muy importante para superarnos en nuestra vida por la
fuerza que imprime en nuestro carácter. Compromiso, perseverancia, optimismo,
superación y servicio, son algunos de los valores que se perfeccionan a un
mismo tiempo, por eso, el sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y
castigo, sino una fuente de crecimiento personal.
¿Por qué es tan difícil tener espíritu de sacrificio?
Porque estamos acostumbrados a dosificar nuestro esfuerzo, y a pensar que
“todo” lo que hacemos es más que suficiente. Dicho de otra forma: debemos
luchar contra el egoísmo, la pereza y la comodidad.
Todos somos capaces de realizar un esfuerzo superior
dependiendo de nuestros intereses: las dietas rigurosas para tener una mejor
figura; trabajar horas extra e incluso fines de semana para consolidar nuestra
posición profesional; quitar horas al descanso para estudiar; ahorrar en vez de
salir de vacaciones... El problema central, es que no debemos movernos sólo por
intereses pasajeros, debemos ser constantes en nuestra actitud.
Es de suponer que el guardar la dieta, hacer ejercicio, pasar
las horas con una lectura de particular interés o por nuestra mano dar
mantenimiento al automóvil, suponen un esfuerzo personal -y dependiendo de su
naturaleza un beneficio propio-, colaboran a vivir el valor del sacrificio, pero
también es sacrificio saber dejar a tempo nuestras aficiones, aplazarlas y
darles su momento, para servir a los demás y no descuidar nuestras principales
obligaciones.
Efectivamente hay personas que cumplen con sus deberes y
obligaciones de forma extraordinaria, pero pocas veces llevan ese mismo esfuerzo
en todos los aspectos de su vida: Pensemos en quien sólo asiste en casa los
fines de semana pero se niega a convivir con la familia, salir de paseo o
dedicar un tiempo a los hijos, argumentando cansancio y deseos de liberarse de
la presión del trabajo. Pese a la realidad de esta situación, su sacrificio
está delimitado por la rutina de la oficina, ¿no es esto algo extraño?. El
valor del sacrificio contempla dar ese “extra” también en casa, en ese
horario y con esas personas que desean gozar de la compañía generalmente
ausente de cualquiera de los miembros.
En muchas ocasiones caemos en actitudes que restan mérito a
todo lo bueno que hacemos: expresar constantemente nuestro cansancio o echar en
cara lo mucho que hacemos y lo poco que los demás nos comprenden. Esta forma de
ser demuestra poco carácter y fortaleza interior, cuando no, un medio para
evadir algunas responsabilidades.
Son muchos los ejemplos de sacrificios comunes y corrientes,
pero pocas veces se notan cuando no existe la intención de demostrarlo: salir a
trabajar habiendo pasado mala noche, o tal vez con ciertos síntomas de
enfermedad; sonreír a pesar de nuestro estado de ánimo, sea de enojo o
tristeza; colaborar en los cuidados de un enfermo; limpiar el piso de la oficina
que se ensució por descuido; no asistir a la reunión semanal para llevar a los
hijos a un evento deportivo.
Por otra parte, algunas situaciones son bastante fáciles de
prever, como el compañero que siempre hace bromas pesadas; el bebé que una vez
más necesita cambio de ropa; el platillo que nos desagrada; hacer fila en el
supermercado... Son muchas las cosas que nos desagradan y no podemos esperar que
todo sea a nuestro gusto. El verdadero valor del sacrificio consiste en
sobrellevarlas, intentando poner buena cara, sin quejas ni remilgos.
Con todos lo ejemplos mencionados, podemos darnos cuenta que
la mayoría de nuestros sacrificios están orientados a servir a los demás; tal
vez, ni siquiera nos habíamos percatado de la importancia que tienen esos pequeños
detalles para formar una personalidad firme y recia.
El espíritu de sacrificio no se logra con las buenas
intenciones, se desarrolla haciendo pequeños esfuerzos. Por eso es necesario
que tengas en mente:
- Aprende a darle un tiempo prudente a tus aficiones y
descansos.
- Procura no hablar de tus esfuerzos, ni poner cara de
sufrimiento para que los demás se den cuenta de lo mucho que haces.
- Haz un poco más de lo habitual: juega más con tus hijos;
limpia y acomoda algo en casa; recoge la basura de los pasillos; convive con los
compañeros de la oficina...
- Controla y modera tu carácter y estados de ánimo.
- Este último punto contempla de alguna manera a todos los
anteriores: Haz una lista de las cosas que te desagradan y las que te cuestan más
trabajo, elige tres y comienza a luchar en ellas diariamente.
Todo aquello que vale la pena requiere de sacrificio, pues
querer encontrar caminos fáciles para todo, sólo existe en la mente de
personas con pocas aspiraciones. Quien vive el valor del sacrificio, va por un
camino de constante superación, haciendo el bien en todo lugar donde se
encuentre.
Con autorización de: www.encuentra.com
Actividades.-
1. El profesor lee el texto y explica el contenido
2. Cada niño contesta a estas preguntas:
a) ¿De qué se burlaba la liebre?
b) ¿Quién era el árbitro de la carrera?
c) ¿Qué hizo la liebre después de salir?
d) ¿Por qué ganó la tortuga?
e) ¿Qué podemos hacer para conseguir nuestros deseos?
3. Escribir en la pizarra las contestaciones a la pregunta e).
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