El
niño monstruo que tenía un alma |

El niño monstruo que tenía un alma
Por Gabriel Marañón Baigorrí
Lázaro era un muchacho de dieciséis años pobre había nacido monstruo. No tenía
manos ni pies. Era inteligente, bueno y paciente. Cuando nació lo dejaron en el
torno de un convento pero las buenas monjitas. con su ternura y amor, le
cuidaron y educaron como pudieron, y cuando ya se hizo mayorcito pasó a un
asilo. A los dieciséis años salió de él. Montaba un carrito y como las monjitas
le habían puesto en los muñones unos brazos de madera, con ellos empujaba su
carrito.
Además de esto había aprendido con las monjitas muchas
cosas. Entre otras tenía una gran habilidad de coger con la boca cualquier cosa
que le echaban por el aire, como un trozo de pan, loncha de jamón o una moneda.
Todo lo atrapaba con la boca. Alguna que otra vez le echaban una piedra, y como
ignoraba lo que le tiraban también lo cogía con la boca. Todos reían la
burla; y él como no era rencoroso, traía también el engaño. Lázaro tenía
una risa especial; era una risa que infundía paz y serenidad. Tenía una gran
fe en Cristo y esperanza de la felicidad eterna.
Cuando abandonó el asilo, Lázaro llevaba en su alma esta
profunda verdad: «Tengo un alma inmortal». Había un señor que siempre que se
tropezaba con Lázaro le ponía en la boca un cigarro. Un día le dijo este señor:
Lázaro ¿qué debes tú a la Providencia?» El muchacho, con gran respeto, le
dijo: «Le debo mi alma». Y. entre otras cosas añadió: «A mi Dios me ha dado
‘esto’, que me hace pensar y que nunca jamás he de morir». Para Lázaro,
lo más importante era su alma inmortal. El alma con la gracia santificante es
lo más maravilloso que debes cuidar.
Lázaro el muchacho monstruo, sin manos ni pies, por los
caminos de la vida llevaba un infinito consuelo de paz y de amor, porque que
alma era inmortal.
Sugerencias metodológicas:
Objetivo:
Comprender y valorar la gracia santificante.
Contenido:
La gracia es un don sobrenatural que Dios nos concede para
alcanzar la vida eterna y poderle ver y gozar en el cielo. La gracia
santificante nos hace hijos de Dios participamos de la vida divina. nos hacemos
santos y herederos del Cielo.
Todas las obras buenas hechas en gracia las hace meritorias
para la vida eterna. La gracia se pierde totalmente por el pecado mortal.
Dejamos de participar de la vida divina y perdemos la herencia del Cielo.
También hay la gracia actual que consiste en un auxilio de
Dios para ayudarnos a obrar el bien y evitar el mal.
Jesús nos advierte; "No tengáis miedo a los que matan
el cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede
perder el alma y el cuerpo en la gehena" (Mateo, 10.)
Actividades:
1. Los alumnos van
leyendo en voz alta el texto y el profesor explica el Contenido.
2. Contestar a estas
cuestiones:
a)
¿Cómo era Lázaro?
b)
¿Qué le enseñaron las monjas?
c)
¿Qué habilidad tenía con la boca?
d)
¿Por qué tenía una risa especial?
e)
¿Qué quiere decir "tener un alma inmortal" ?
3. Varios alumnos leen las
contestaciones a la pregunta e).
Norma de conducta:
Tendré en gran estima el tesoro de la gracia santificante.
Con ella soy hijo de Dios.
Reproducido con autorización de: www.encuentra.com
Aplicaciones
didácticas
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Formación: Un respeto, señoritas | Otros: Los novios |
®Arturo Ramo García.-Registro de Propiedad Intelectual
de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
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