
El pescador de perlas
Por Gabriel Marañón Baigorrí
Taisid, se quedó huérfano de madre desde muy niño, por tanto no tuvo el dulce
calor de una madre. Sólo recordaba que siendo él niño, los sacerdotes
vestidos de negro se la llevaron un día de casa para siempre.
A los quince años marchó del pueblo en busca de aventuras. Y se enroló en la
embarcación de unos piratas y pescadores de perlas.
En el barco, casi todos los días había riñas, broncas y
golpes. Pero aquella vida aventurera por puertos y mares buscando perlas en el
fondo del mar no le daban la alegría y la paz que él buscaba para su alma.
Un día, navegando en mar tranquila, sopló el viento con tal fuerza que los
marineros no podían gobernar la embarcación. De pronto, sintieron un fuerte
golpe en el fondo de la nave. Esta quedó quieta. Habían encallado.
El jefe de la tripulación llamó al joven Taisid, le hizo ponerse el traje de
buzo para que descendiera y observara bien el casco del buque por si había
alguna avería. Taisid bajó. Examinó el casco del buque y vio que estaba
intacto, pero el barco estaba aprisionado entre dos rocas. Habla que esperar,
pues, a que subiese la marea para que el barco se pusiera a flote.
Taisid, antes de subir a la superficie, miró a todas partes
y vio, con gran sorpresa, un esqueleto humano. Se acercó a él y vio que entre
los huesos tenía una cadenita de plata y en ella un relicario (el relicario es
un estuche pequeñito donde se guarda alguna cosa). Cogió el joven pescador la
cadenilla y el relicario. Subió a cubierta y dio cuenta al patrón del estado
del buque.
Taisid se retiró a su cámara y abrió, lleno de curiosidad,
el relicario. Esperaba encontrar dentro de él algún objeto de gran valor. Pero
al abrirlo sólo encontró un pedazo de papel que decía:
"Jamebel Ben Agar. Misionero católico en tierras de
Arabia. ¿Oh dulce Jesús, te doy gracias porque me has dado un fecundo y largo
apostolado. Señor, la mies es mucha, los operarios pocos. Envía operarios a tu
mies!"
Aquella fervorosa oración a Cristo caló en el alma de Taisid. Aquel hallazgo
lo mostró a sus compañeros. Uno de ellos dijo que, hacia tres años, viniendo
una nave de Arabia y arrastrada por el viento se había estrellado contra el
arrecife. El navío empezó a hundirse y todos buscaban salvarse. Sólo un
hombre, el misionero católico, les habló de Dios, les perdonó sus pecados y
les animó con la esperanza de la felicidad del Cielo.
El joven pescador sintió que su alma se transformaba ante la
súplica de aquel misionero que pedía operarios (sacerdotes y misioneros) para
trabajar en los campos del Señor. Entonces formó un propósito valiente y
decidido: ¡Hacerse sacerdote!
Así llegó a ser sacerdote aquel joven aventurero, más
tarde llamado Padre Taisid, por un relicario cogido a un esqueleto en el fondo
del mar.
Sugerencias metodológicas:
Objetivo:
Comprender y valorar el sacramento del Orden.
Explicación doctrinal:
El orden sacerdotal es el sacramento por el cual los
cristianos son elevados a la dignidad de ministros de Dios. El sacerdote es el
encargado de salvar a las almas. Es otro Cristo en la tierra.
Por su ordenación, el sacerdote recibe el poder de consagrar el cuerpo y sangre
de Cristo y de celebrar el santo sacrificio de la Misa.
El sacerdote tiene el poder de perdonar los pecados, nos
entrega a Cristo en la Comunión, nos fortalece el alma en la hora de la muerte
con la extremaunción, bendice el amor entre el hombre y la mujer en el
matrimonio, nos hace cristianos por medio del Bautismo.
El sacerdote predica la palabra de Dios, sobre todo el
Evangelio, que es el mensaje del amor de Dios a los hombres.
Caminando Jesús a lo largo del mar de Galilea vio a Simón y
a Andrés que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Y Jesús les
dijo: «Venid en pos de Mí y os haré pescadores de hombres. (Marcos, 1.)
Actividades:
1. Leer
individualmente el texto. E profesor comprueba la comprensión y explica el
Contenido.
2. Contestar por escrito a
estas preguntas:
a)
¿Qué le pasó al niño Taisid?
b)
¿Por qué no le gustaba la vida de marinero?
c)
¿Qué le pasó al barco?
d)
¿Qué encontró Taisid en el fondo del mar?
e)
¿Qué estaba escrito en el papel del relicario?
f)
¿Qué decidió Taisid?
3. Algunos alumnos leen sus
respuestas.
Norma de conducta:
Honraré a los sacerdotes, escucharé con respeto sus
palabras y rogaré por ellos.
Reproducido con autorización de: www.encuentra.com
Aplicaciones
didácticas
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Formación: La respuesta del hombre a Dios | Otros: Religión mayores |
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de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
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