54. La autoridad




   A) Crisis de autoridad en la familia

   Con frecuencia se suele hablar de crisis de la familia y dentro de ésta, de una crisis de la autoridad de los padres. Para analizar este problema podemos reflexionar en las limitaciones personales, en el abandonismo, en la autoridad arbitraria y en el paternalismo.

   Etimológicamente, la palabra autoridad se deriva de auctor y de augere (aumentar, hacer crecer). Vendría a ser la fuerza para sostener y acrecentar a los hijos y su desarrollo personal. La autoridad es una influencia positiva que sostiene y acrecienta la libertad y responsabilidad de cada hijo. A veces la autoridad implica tomar decisiones y en otras ocasiones hay que sancionar. Pero a veces cuesta tomar decisiones y aplicar premios y castigos en orden a la educación de los más pequeños.

   Por su gracia de estado, los padres tienen la autoridad derivada de su responsabilidad de ser los primeros educadores y necesitan saber que son capaces de ejercerla y que deben hacerlo por amor a sus hijos.

   Pero surgen dificultades de diverso tipo. A veces les falta energía, fortaleza y constancia para tomar decisiones y sostenerlas posteriormente. Otras veces les falta confianza en ser obedecidos, porque no se han preocupado en enseñar a obedecer a sus hijos desde las edades tempranas, porque la obediencia no es algo pueril, sino algo necesario en todas las edades.

  Otra dificultad es la incongruencia o incoherencia entre lo que sabemos que se debe hacer y lo que hacemos en realidad. La incoherencia es la limitación personal que más afecta negativamente en la autoridad-prestigio de los padres.

   Otro aspecto a considerar es el autoritarismo o ejercicio arbitrario de la autoridad. Es una autoridad que no se ejerce en función de las necesidades de los otros, sino en los propios gustos, prejuicios y manías personales. Dado el rechazo y rebeldía que origina el autoritarismo, se termina en el abandono del ejercicio de la verdadera autoridad. Es el abandonismo.

   El paternalismo se caracteriza en una protección del hijo y hacer lo que tendría que hacer el chico en cuanto al pensamiento, a la decisión e incluso a la acción, en lugar de orientarle y exigirle según sus posibilidades.

   Ante estas dificultades, ¿qué se puede hacer? Pienso que poner todos los medios humanos y sobrenaturales para adquirir la fortaleza, la capacidad de decisión y la coherencia personal.

    Arturo Ramo García

    B) Autoridad y libertad

   Uno de los problemas de la educación en la actualidad es la falta de autoridad en la familia. Una madre se quejaba de que su hijo no le obedecía, le respondía a todo, le insultaba y no podía con él. Al preguntarle por la edad de su hijo contestó que tres años. ¿Qué había fallado en la educación? En otras ocasiones son los padres los que tiran la toalla y se desentienden de sus hijos porque piensan que no están formados y saben qué hacer.

   Reflexionar sobre la autoridad de los padres y la libertad de los hijos es una tarea necesaria e irrenunciable.

  Podemos entender la educación como un proceso de mejora de la persona y también como un proceso de responsabilización de seres libres. Porque hay que promover la libertad y su correspondiente responsabilidad. No se trata de una mejora parcial, sino de toda la persona en su conjunto y no mejora en abstracto o en vacío, sino en aspectos esenciales como son la libertad, el amor y la fe.

   La autoridad no solo es poder, sino sobretodo servicio. Es un servicio a la libertad en desarrollo de otros seres humanos que van siendo cada vez más autónomos y más responsables en su propio proyecto de llegar a ser lo mejor de sí mismos, superando las limitaciones personales y ambientales.

   Por otra parte el desarrollo de la libertad personal es un proceso que puede ser acelerado por la educación. Educar la libertad es fomentar una mayor autonomía y una mayor responsabilidad en quien se educa.

   ¿Hay oposición entre autoridad y libertad? No, sino que se mutuamente se necesitan. Dice A. Muñoz Alonso: "La autoridad no sólo no se opone a la libertad, sino que la supone. Una oposición entre los dos conceptos implica una idea equívoca de la autoridad, subentendida como poder, o una falsa idea de libertad, entendida como indeterminación radical fundante. Entre las cosas o bienes que la autoridad, por serlo, ha de acrecentar, en gracia de su misma etimología o derivación de augere, se encuentra la libertad, su ejercicio y sus posibilidades reales." (Muñoz Alonso, A.: "Autoridad" en Gran Enciclopedia Rialp, tomo III, Edic Rialp, Madrid, 1971, pág 70).

   Arturo Ramo García

   C) Condiciones de la autoridad

   Algunos padres renuncian a ejercer la autoridad en su familia llevados por las ideas en boga de tolerancia y democracia. Además tienen que hacer frente a diferentes presiones del ambiente en las que se va intencionalmente contra la educación.

   A pesar de estas dificultades, ¿pueden los padres seguir mandando a sus hijos adolescentes? Los padres han de pensar que su influencia educativa puede contrarrestar lo negativo de las condiciones ambientales actuales. De otra forma no pasarían de ser unos temerosos procreadores.

   A pesar de todo, la autoridad de los padres es necesaria y así lo consideran algunos adolescentes. Uno contestó a una encuesta diciendo: "Una autoridad razonable, justa y flexible garantiza la armonía de la familia". Otro escribió: "si un barco sin capitán se va pique, no digamos una familia".

   Se podrían reseñar algunas condiciones para el ejercicio de la autoridad de los padres en la familia:

   1. Han de establecerse unas reglas de juego claras, aceptadas por todos y exigibles a todos. Pocas en número, pero respetadas y vividas por padres e hijos.

   2. Los padres han de exigirse a sí mismos en aquello que quieren mandar.

   3. Los dos cónyuges han de ponerse de acuerdo en las reglas de juego establecidas y en los objetivos a conseguir. Después, cada cónyuge debe respetar su estilo personal de autoridad y el del otro.

   4. Armonizar la comprensión y la exigencia. Un adolescente decía: ""Han intentado hacernos entrar en razón con cariño, pero sin debilidad". Los padres han de insistir. Hacerse obedecer en las normas acordadas a la primera, o a la segunda o a la tercera. Insistir, esta es la receta. Con palabras y formas distintas pero con firmeza y con flexibilidad.

   5. No abusar del ejercicio de la autoridad. Algunos problemas se pueden resolver por otros tipos de influencia o con la ayuda de los hermanos mayores.

   6. Conjugar la participación y la responsabilidad. Algunos chicos se quejan de que "deberían contar con nosotros" especialmente en la definición de las reglas de juego. Y a la vez hay que asumir la responsabilidad. Otro chico decía: "sé en todo momento a qué me atengo al hacer algo que tiene repercusión familiar".

   7. Saber resistir ante las dificultades y las frustraciones. No desanimarse nunca, pase lo que pase. En esos momentos puede ser oportuno visitar al tutor o profesor de los chicos y recibir nuevas ideas e impulsos.

   8. Hay que destacar siempre lo positivo que hacen los chicos.

   9. El comportamiento de las personas depende de dos factores. tener la ideas claras y ser consecuente con esas ideas. Los padres han de hacer todo lo posible para que ambas condiciones se cumplan en cada hijo.

   10. El ejercicio de la autoridad se logra en un clima de confianza, sin rechazos, escuchando y dejando expresar sus puntos de vista con libertad. Pero esta confianza no se consigue a base de campechanía, de ceder en todo y de no enfrentarse nunca.

   El ejercicio de la autoridad no es fácil, pero los padres tienen la gracia de estado y la responsabilidad de educar a sus hijos.

   Arturo Ramo García

    D) Aumentar la autoridad

   Aumentar, recuperar o perder autoridad ante nuestro hijo

   ¿Qué se necesita para disfrutar de una autoridad eficaz? A veces, intentamos por todos los medios que nuestros hijos nos hagan caso y no hay manera de conseguirlo. La solución no es tan difícil aunque, eso sí, necesita constancia, unas pocas normas muy claras y favorecer al máximo la participación de nuestros hijos a la hora de tomar decisiones.

   Al comienzo de este año escuché unas declaraciones de representantes de asociaciones de padres y madres que decían lo siguiente: "Dado que los padres, en las actuales circunstancias sociales no podemos hacer frente a la educación de nuestros hijos, exigimos que las administraciones públicas pongan a nuestra disposición todos los medios necesarios para …"

   Me inquietaron dos de las ideas que expresaron: "no podemos hacer frente a la educación de nuestros hijos..." y "que las administraciones públicas..." hagan algo para educarlos. A mí me gusta pensar que somos los padres los que debemos educar a nuestros hijos y de ninguna manera me gustaría ceder ni un ápice de este derecho a las administraciones públicas. Me inquietó también escuchar que los padres "no podemos" educar a nuestros hijos en la sociedad de hoy en día, porque yo no creo que eso sea cierto. Los padres tenemos la posibilidad y la capacidad para educar a nuestros hijos y podemos hacerlo bien, salvo en casos muy especiales.

   En numerosas familias, la autoridad de los padres se ha debilitado. Muchos padres no consiguen poner límites a los horarios de sus hijos, a los tipos de diversiones, a las demandas consumistas, a su desidia en los estudios, a sus malos modales... Pero buscar las causas y las soluciones fuera de la familia, no sirve de nada. La solución a esta crisis de autoridad debemos buscarla en el interior de la familia y, sobretodo, en cómo nosotros, los padres, la estamos ejerciendo. ¿Quizás nos estamos equivocando?

   ¿Qué se necesita para disfrutar de una autoridad eficaz?

   Algunos padres piensan que perder autoridad es irremediable. Pero la autoridad no es un don divino que se nos otorga y con él obtenemos la ciencia para decidir correctamente, el ingenio para organizar y la habilidad para ser obedecido. Y, al igual que no se nos otorga, tampoco se nos niega como si se tratara de un objeto. El grado de autoridad que tengamos los padres depende, sobretodo, de cómo utilizamos el poder que tenemos sobre los hijos, y eso nos permite aumentarla, recuperarla o perderla.

   La autoridad de los padres será eficaz si reúne ciertas condiciones: 

   1. Que exista consenso entre el padre y la madre. 

   2. Que se ejerza de modo participativo y se sepa llegar a acuerdos. 

   3. Que persiga como fin la educación de los hijos y su autonomía. 

   4. Que sea coherente con la conducta de los propios padres. 

   5. Que se apoye en valores y normas estables. 

   6. Que se traduzca en hechos.

   La no existencia de alguna de estas condiciones puede ser la causa real de la crisis de nuestra autoridad como padres. En la medida que consigamos cumplir mejor estas condiciones, nuestra autoridad podrá recuperarse o fortalecerse. Lo mejor es empezar a ejercer una autoridad positiva cuando nuestros hijos son pequeños. Pero si no ha sido así, todavía estamos a tiempo. Cuanto antes cambiemos algo y mejoremos, tanto mejor.

   1. El consenso en la pareja. Que la pareja debe estar de acuerdo en relación con los objetivos y los medios educativos es algo que resulta evidente aunque a veces no es fácil de llevar a cabo. La responsabilidad como educadores, y por tanto la autoridad, es tanto del padre como de la madre, y sólo el acuerdo entre ambos permitirá progresar correctamente en la educación de nuestros hijos. Se necesitará el intercambio constante de información entre la pareja sobre nuestros hijos, sobre cómo podemos ayudarles, las normas que estableceremos, los estímulos que les proponemos... Es bueno que los padres lleguen a un acuerdo antes de planteárselo a sus hijos. Y aunque a veces resulte difícil llegar los dos a un mismo punto debéis pensar que esta dificultad también es una ventaja, ya que en el momento de observar y saber de vuestros hijos, veréis mejor con cuatro ojos que con dos. No perder de vista que podéis ayudaros y que debéis apoyaros.

   2. La autoridad debe ejercerse de forma participativa. Los padres no debemos imponer nada a nuestros hijos de manera despótica. Debemos proponer alternativas u opciones entre las que escoger y dejar que nuestros hijos participen en la toma de decisiones. Si somos respetuosos con nuestros hijos ellos también lo serán con nosotros. Mientras que si nos comportamos de una manera demasiado exigente mandando y obligando en lugar de sugerir y proponer, sólo conseguiremos desobediencia, indisciplina y rebeldía.

  3. Los padres deben buscar la felicidad de los hijos y potenciar su autonomía. No debemos pedir o mandar cosas a nuestros hijos para nuestra comodidad o para nuestro propio o exclusivo beneficio. Sólo en la medida en que nuestros hijos reconozcan que las normas que establecemos y las cosas que les mandemos son para su propio beneficio e interés, nos aceptarán como autoridad. La autoridad-servicio produce necesariamente la autoridad-prestigio.

   4. La autoridad no debe ser aleatoria, debe apoyarse en valores y normas estables. Nada hay más destructivo que los cambios de actitud de los padres en lo que respecta a lo que es bueno o malo, lo que hay que hacer y lo que no, lo que es importante y lo que no lo es. Mandar o exigir cosas según el propio estado de ánimo o según las circunstancias es una manera muy eficaz de conseguir que perdamos autoridad sobre nuestros hijos. Si ellos observan que tus exigencias no responden a otra cosa que a tu cansancio, malhumor, etc. no se verán obligados a obedecer ni entenderán por qué deben hacerlo: "Total, espero a que se le pase el enfado y ya está".

   5. La conducta de los propios padres debe ser coherente. Los padres deben predicar con el ejemplo. Los modos de conducta incoherentes o falsos generan sencillamente rebeldía. La siguiente escena es muy significativa: "¿Queréis dejar de gritar como salvajes maleducadoooooooos?" -Grita con todas sus fuerzas la madre a sus hijos, que están inmersos en un gran alboroto.

   6. La autoridad debe traducirse en hechos. La autoridad, además de tenerla, hay que ejercerla. Hay que tomar decisiones sobre lo que deseamos para nuestros hijos y sobre las ayudas que necesitan. Establecer, con su colaboración, las normas que revestirán el ambiente de nuestra casa. Velar por el cumplimiento de las normas establecidas y detectar los problemas de los hijos. Exigirles que cumplan su cometido y sancionar su conducta de manera positiva o negativa para ayudarles a desarrollar su propia conciencia. Necesitamos dedicación y empeño, pero nuestra autoridad para con los hijos la encontraremos en su ejercicio. 

  José María Lahoz García.  Pedagogo (Orientador escolar y profesional). Profesor de Educación Primaria y de Psicología y Pedagogía en Secundaria.  Con la autorización de: www.solohijos.com


   Tertulia dialogada.

 Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:

 1. ¿Cuáles son los principales problemas de la autoridad familiar?

 2. ¿Cómo educar en libertad?

 3. ¿Cuáles son las principales condiciones de la autoridad?

 4. ¿Cómo aumentar o recuperar la autoridad?

   Bibliografía:

   Sebastián Cerro y José Manuel Mañú Noain. Construir personalidades sólidas. Editorial CCS.

   Enlaces de Internet:

Cómo ser más persuasivos

Rehabilitar la autoridad para luchar contra la violencia escolar

Los profesores británicos pueden emplear una fuerza moderada

Los amigos de mi hijo adolescente

Sin autoridad no hay libertad

¿Pegar a los hijos?

Lograr una autoridad positiva

Educación en la confianza

Fomentar la libertad

Respetar a los hijos

Tener conversación

La autoridad de la Iglesia

Las presiones del ambiente




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