49. Manejo de la clase




   A) Fijación del contenido del aprendizaje

   Numerosas investigaciones psicológicas han revelado que el índice de retención de la materia estudiada por los alumnos es casi todas las asignaturas de la enseñanza media, es alarmantemente bajo.

    Pruebas de retención aplicadas entre 15 y 36 meses, conteniendo los mismos datos que aseguraron la aprobación, denotan pérdidas que van del 50 al 80 % de todo lo aprendido. Los índices de pérdida y de olvido más elevados son los referentes a nomenclatura, términos técnicos, fechas, nombres propios, definiciones y datos informativos en general, lo que indica que esos datos no fueron debidamente entrelazados e integrados en la mente de los alumnos mediante experiencias de aprendizaje vitalmente significativas y relevantes. Las mismas investigaciones han revelado que los índices de olvido son mucho más reducidas cuando estos datos se han aprendido y utilizado en situaciones de vivo interés, mediante tareas y experiencias prácticas de significación real para los alumnos.

    Estos hechos están indicando la necesidad de que el profesor se aplique a la integración progresiva y a la fijación de lo aprendido en la mente de sus alumnos a lo largo de todo el proceso de aprendizaje y no sólo en su fase final.

    Entre estos procedimientos sobresalen las tareas escolares y el estudio dirigido como los más indicados, por ser de eficacia ampliamente comprobada.

    A. TAREAS ESCOLARES

    Las tareas escolares constituyen un complemento indispensable para las clases; al exigir trabajos bien determinados y a plazo fijo, que serán examinados y corregidos por el profesor, constituyen un poderoso estímulo para estudiar y repasar la materia estudiada en la clase, y también un factor eficaz para formar buenos hábitos de estudio; concurren igualmente de forma decisiva para fijar el contenido del aprendizaje. Su importancia es tanta que en una encuesta organizada por Charters y Waples, de 325 especialistas en didáctica, 300 clasificaron la técnica de las tareas entre las más importantes para el rendimiento escolar.

    1. Respecto a la preparación de las tareas:

    a) organizar la tarea, poniéndola en relación directa con el objetivo y el contenido de la clase.

    b) La tarea debe ser calibrada, esto es, graduada: 1) en cuanto al tiempo que va a exigir de los alumnos (entre 20 y 30 minutos cuando más), y 2) en cuanto al grado de dificultad que representa para ellos. La tarea debe constituir un reto estimulante a la inteligencia de los alumnos, pero dentro de su alcance y de su capacidad. No debe, por tanto, ser demasiado fácil ni excesivamente difícil.

    c) Evitar la rutina, organizando tareas interesantes.

    d) Preparar instrucciones breves, pero bien definidas, para orientar a los alumnos en su ejecución.

    2. Respecto a la imposición de las tareas:

    a) Indicar el “deber” a los alumnos en el momento que se crea más oportuno. Para ciertos autores, e momento psicológico más indicado es al acabar la clase; para otros, al empezar, sirviendo, en este caso, como acicate de la atención de los alumnos.

    b) A señalar la tarea: 1) cerciorarse de que todos los alumnos están atentos y de que anotan en sus cuadernos; 2) darles instrucciones bien claras y precisas sobre lo que tienen que hacer y cómo han de hacerlo; 3) comunicarles el tiempo exacto de que disponen para entregar la tarea.

    3. Con respecto a la corrección de las tareas, puede ser hecha personalmente por el profesor o con los alumnos, en el aula, como ejercicio.

    a) En el primer caso: marcar con lápiz rojo los errores; dar la nota merecida con observaciones breves, pero oportunas; devolver a los alumnos sus tareas para que se enteren de los méritos de su trabajo y de sus deficiencias.

    b) En el segundo caso: repasar la tarea, punto por punto, en la pizarra; para que los alumnos corrijan sus propios ejercicios; darles los criterios de valoración para que ellos se los apliquen.

    B. ESTUDIO DIRIGIDO

    Los alumnos sólo aprenden realmente, en un plan sistemático y constructivo, cuando estudian con buen método y con seriedad, esfuerzo y dedicación. Es imperiosa la necesidad de orientar a los alumnos para que formen buenos hábitos de estudio y adopten un método eficaz de trabajo mental.

    En la técnica del estudio dirigido habrá que tener en cuenta estas normas:

    - En los primeros minutos, dará el profesor a sus discípulos las instrucciones necesarias y los motivará para un estudio concentrado e intensivo.

    - Procurará crear y mantener una atmósfera de concentración mental y de trabajo entre los alumnos.

    - Atenderá individualmente a los que presentan dudas o necesitan aclaraciones, reorientando su razonamiento; al hacerlo moderará el tono de su voz para no perturbar a los demás.

    - No hará el trabajo en lugar del alumno, ni le dará respuestas que le ahorren el esfuerzo o le releven de razonar.

    - Inspeccionará sucesivamente el trabajo o ejercicio que cada alumno esté ejecutando, haciéndole las observaciones que le parezcan oportunas; le advertirá sobre errores que esté cometiendo; con un gesto o simple palabra de aprobación estimulará a los que estén ejecutando bien sus tareas.

    - No será brusco, impaciente ni irónico con los alumnos más lentos; les ayudará a superar sus deficiencias, estimulándolos de la mejor manera posible e infundiéndoles confianza en su capacidad.

    - Aprovechará todas las ocasiones para inculcar en sus alumnos las actitudes y hábitos más apropiados de estudio, como: postura correcta y sana; utilización económica y rápida del instrumental de trabajo; ahorro de material; rapidez en la lectura y escritura; concentración mental, ataque vigoroso al problema y persistencia hasta encontrar la solución; hábitos de hacer un borrador, de ponerlo en limpio y de revisar críticamente su trabajo antes de darlo como terminado; procurar resolver por sí mismo las dificultades sin recurrir a otros; cotejar las fuentes bibliográficas, etc.

    Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación) Con la autorización de Editorial Kapelusz.

    B) El manejo de la clase

   El manejo de la clase es la supervisión y el control efectivo que el profesor ejerce sobre sus alumnos con el propósito de crear y mantener en sus clases una atmósfera sana y propicia a la atención y al trabajo mental intensivo, desarrollando en los alumnos hábitos fundamentales de orden, disciplina y trabajo, e inculcándoles sentido de responsabilidad.

   El manejo de la clase se propone simultáneamente objetivos inmediatos o instructivos y objetivos mediatos o educativos.

    Los objetivos inmediatos o instructivos son:

    a) Asegurar el orden y la disciplina necesarios para el trabajo en el aula

    b) Garantizar el mejor aprovechamiento del tiempo, llevando a los alumnos a rendir más en los estudios.

    Estos objetivos aseguran, por consiguiente, las condiciones necesarias e indispensables para todo trabajo escolar eficiente.

    Los objetivos mediatos o educativos son de fundamental importancia para la formación moral y social de los educandos y consisten en desarrollar en los alumnos:

    a) Sentido de responsabilidad.

    b) Actitudes de sociabilidad y de respeto a los superiores y a los colegas.

    c) Espíritu de colaboración y de auxilio mutuo.

    d) Amor al trabajo y gusto por el estudio. e) Hábitos de aseo, de orden y de buena conducta social e individual.

    f) Atributos de carácter moral como honestidad, lealtad, veracidad, franqueza, etcétera.

    Hay tres tipos fundamentales de manejo de la clase:

    a) Correctivo: consiste en la vigilancia rigurosa, castigándose a posteriori las infracciones cometidas por los alumnos.

    b) Preventivo: consiste en prever las infracciones, anticipándose a ellas, y evitar sus causas impidiendo así su incidencia.

    c) educativo: consiste en formar el espíritu de los alumnos para el autogobierno y la autodisciplina consciente en el trabajo y en el estudio.

    El manejo correctivo, del cual se ha usado y abusado en épocas pasadas, es un anacronismo condenado por la psicología y por la moderna pedagogía por ser perjudicial a la formación de personalidades sanas y equilibradas.

    El manejo preventivo es, hasta cierto punto, eficaz y valioso; pero, usado exclusivamente no desarrolla el sentido de responsabilidad ni los hábitos fundamentales de autogobierno, tan esenciales para la formación de la personalidad de los alumnos.

    El manejo educativo, ideal de la moderna didáctica, es el control efectivo ejercido no por procesos autoritarios y coercitivos, sino por el mando democrático del profesor, por su poder de persuasión, por la estima y respeto mutuos entre profesor y discípulos, por la cooperación franca y leal en los trabajos. El orden y la disciplina se vuelven entonces conscientes, originando responsabilidades conjuntas para la clase y el profesor; éste asume el papel, no ya de dictador o de fiscal antipático, sino de superior esclarecido y amigo orientador; los alumnos ganan conciencia y responsabilidad, y se convierten en guardianes de sí mismos en lo tocante a sus actividades y a su conducta.

    Podemos señalar los siguientes principios y normas para el manejo de la clase:

    1. Implantar y mantener una pauta de funcionamiento normal, dictando a los alumnos instrucciones específicas. A través del año escolar, debe el profesor vigilar el cumplimiento de estas prácticas por parte de los alumnos, insistiendo en su observancia.

    2. Mantener siempre una sucesión ordenada de las actividades de las clases, de modo que los alumnos se habitúen a ella, evitándose sorpresas que provoquen desórdenes en la clase.

    3. Ocupación mental intensiva de todos los alumnos: la indisciplina en clase es casi siempre fruto inevitable de la ociosidad mental, es decir, de a ausencia de objetivos inmediatos y concretos que polaricen la atención de los alumnos y los induzcan al trabajo y a la actividad mental intensiva.

    Muchos profesores contribuyen a esta ociosidad mental de sus alumnos, al ocuparse de algunos alumnos individualmente y dejar a los restantes sin tareas definidas e inmediatas, en libertad, por consiguiente, para bromas, riñas y tumultos.

    El profesor debe, desde el principio, trabajar con toda la clase, ocupando la atención de todos los alumnos y dándoles tareas definidas e inmediatas para que las hagan; después de eso es cuando deberá atender a los problemas o dificultades individuales de cada alumno.

    4. Rotación de los alumnos en las responsabilidades de clase: en vez de monopolizar todas las actividades de clase, el profesor moderno las distribuye por turnos periódicos (mensuales o bimestrales) entre sus alumnos, dándoles oportunidad para colaborar en los trabajos y participar de funciones de responsabilidad, tales como:

    a) Dirección de equipos de trabajo y de grupos de excursión.

    b) Pasar la lista y hacer el recuento de faltas de los alumnos.

    c) Encargarse de la limpieza de la pizarra y de la provisión de tiza, así como del cuidado por la limpieza de la sala.

    d) Recoger los deberes y repartir los apuntes multicopiados entre los condiscípulos.

    e) Encargarse de manipular y conservar los equipos, libros y material auxiliar empleado en clase.

    f) Cuidar de las puertas, ventanas, cortinas, interruptores, etc.

    Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación) Con la autorización de Editorial Kapelusz.

   C) La indisciplina

   Se consideran actos de indisciplina todas las acciones, palabras, actitudes, gestos y reacciones que contrarían las normas disciplinarias vigentes en un centro de enseñanza, o que representan atentados contra la moral, la autoridad, el orden, el espíritu y las tradiciones de la institución.

    No hay duda de que los actos positivos de indisciplina, principalmente cuando son intencionales y frecuentes, son perjudiciales a la moral de un colegio y se oponen frontalmente a los propósitos educativos que son la propia razón de ser de esos establecimientos. Deben, por consiguiente, ser combatidos y eliminados. Pero estos actos de indisciplina son, casi siempre, consecuencias inevitables de condiciones y factores desfavorables que están actuando sobre el psiquismo de los educandos, amenazando desintegrar su personalidad y desajustarlos a la vida escolar. Importa, pues, que se encuentre la atención de los educadores sobre estos factores para eliminarlos o atenuarlos, antes de recurrir a sanciones o medidas punitivas más drásticas.

    La falta de conformidad con las normas de disciplina vigentes en los colegios se puede atribuir también, en muchos casos, a la inmadurez de los alumnos: su inteligencia no está todavía en condiciones de comprender las razones más profundas que dictan las normas vigentes; su poca experiencia no les permite aún prever y calcular las consecuencias de todas sus palabras, actos y actitudes; su poca edad no les hace posible todavía desarrollar el control mental necesario para una conducta reglada y satisfactoria. Solamente el tiempo, la experiencia, el ambiente educativo y la aclaración progresiva de los hechos por la comprensión y por la reflexión podrán engendrar en su mente inmadura ese control reflexivo e interior que facilita una conducta consciente y disciplinada. Corresponde a la escuela favorecer y estimular esa progresiva maduración interior de los escolares, sin perjudicar la evolución sana y normal de su personalidad.

   Podemos señalar estas normas prácticas de conducta personal del profesor en clase:

    a) Cultivar, en relación con los alumnos, una actitud fundamental de interés, comprensión y simpatía. Ser, por encima de todo, humano y razonable para con ellos; no se deben permitir, sin embargo, los excesos de familiaridad ni se debe ser demasiado condescendiente; es necesario ser firme e insistente en las exigencias, pero explicando el porqué de las mismas.

    b) Ahondar en l psicología de los alumnos, comprender la psicología de la clase como un todo, por un lado, y la psicología individual de cada uno de sus miembros, por otro. Adaptar los procedimientos de manejo a esa psicología de modo que resulten eficaces y no contraproducentes.

    c) Evitar durante las clases hablar de uno mismo, de la vida, méritos o problemas y negocios particulares; no desperdiciar el tiempo de clase en confidencias personales o en asuntos ajenos a la materia.

    d) No ser autoritario, arrogante ni arrollador; no manifestar desprecio hacia los alumnos; ser paternalmente firme y emplear la necesaria energía de modo sereno, prudente y digno. Imponer respeto a los alumnos sin humillarlos ni intimidarlos.

    e) Cuidar la propia autoridad y no exponerla al desgaste, abusando de ella en incidencias triviales; en tales casos, es mejor recurrir al manejo preventivo o indirecto.

    f) Zanjar, sin embargo, de forma tajante y sin titubeos, cualquier movimiento más serio de indisciplina o de desorden colectivo; no dejar navegar el barco hasta que la tempestad estalle.

    g) No hacer promesas ni amenazas que después no se podrán o no se querrán cumplir; cuando se haga una advertencia, no deben tolerarse reincidencias. Las sanciones, si son necesarias, deben ser aplicadas sin tardanza y no días o semanas después; pero se debe ser moderado e impersonal en su aplicación.

    h) Tratar las infracciones más graves de modo objetivo e impersonal, sin mostrarse ofendido o enojado personalmente. La indisciplina debe ser reprobada como conducta inconveniente y antisocial que habla de los individuos que la practican. No interpretarla como afrenta o desacato a la autoridad personal del profesor. Terminado el incidente, no demostrar resentimiento o intenciones de persecución o venganza; tratar a los alumnos con naturalidad, como si nada hubiera sucedido antes.

    i) No reprender nunca a la clase entera por faltas cometidas por algunos alumnos; mucho menos se debe castigar a toda la clase; además de injusto, sería antipsicológico y contraproducente. Procurar, por el contrario, aislar a los agentes de la indisciplina, contrastando su conducta con la de los demás miembros de la clase. Cuando no se consiga identificarlos, no exigir que los otros los denuncien; invitar a los infractores a presentarse después de la clase para dar explicaciones personales.

    j) Hacer comprende a los alumnos que la buena conducta es una exigencia social que debe ser acatada en todas las circunstancias de la vida y que la escuela le da gran importancia.

    k) Nunca se ofenda personalmente a los alumnos con apodos despectivos, indirectas sarcásticas, alusiones a defectos físicos o insultos personales. No provocar susceptibilidades ni ofender el sentimiento de dignidad personal o familiar de los alumnos.

    En suma, procurar crear y mantener en las clases una atmósfera sana de responsabilidad, interés y calor humano, espíritu de trabajo y amor a los estudios. Por encima de todo se debe ser educador, nunca fiscal ni un perseguidor de los alumnos.

    Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación) Con la autorización de Editorial Kapelusz.

   D) Diagnóstico de los alumnos

   Una de las finalidades de la escuela, no por cierto la principal, pero sí de importancia fundamental, es la de dotar a los alumnos de los recursos mentales indispensables para evitar el fracaso y la frustración y obtener éxito en su vida social y profesional. Mas la alternativa de éxito o de fracaso se presenta a los alumnos ya en la propia escuela, y de manera ineludible.

    En casi todos los cursos encontramos un tercio o más de alumnos con ciertas dificultades de aprendizaje en dos o más asignaturas. En algunas asignaturas esos índices suben a 50 ó 60 %. El aprendizaje de esos alumnos es insuficiente, engendrando complejos más o menos graves de frustración, desagrado por el estudio y un sentimiento de inseguridad frente a los exámenes que se avecinan.

    Para obviar el problema, los padres que pueden recurren a la solución empírica de contratar a un profesor particular para que dé clases individuales a sus hijos, intentando así prevenir la amenaza de la reprobación.

    El profesor particular es siempre una aventura arriesgada; las divergencias sobre el contenido y sobre el método entre ambos profesores, el particular y el oficial, pueden agravar más aún la situación crítica en que se encuentra el alumno y hacerle perder el respeto y la confianza en la escuela y en sus maestros.

    La única solución racional que se impone es la de considerar el trabajo de recuperación de los alumnos dentro del tiempo útil como una obligación taxativa e indeclinable de todo profesor idóneo y consciente de sus deberes profesionales. A estos deberes corresponde la fase del ciclo docente que designamos como diagnóstico y rectificación del aprendizaje.

    En su función diagnosticadora, el profesor obra en relación con sus alumnos y con el aprendizaje como el médico en relación con sus pacientes y con la enfermedad: hace los exámenes pertinentes y analiza los índices y síntomas que pueden llevarle a identificar la naturaleza específica de las anomalías que están ocurriendo y descubrir las causas, para aplicar, en seguida, el remedio más adecuado. Es una fase del trabajo docente eminentemente individualizadora, dado que la problemática de cada alumno se radica en sus diferencias individuales y en su capacidad específica para aprender.

    Sirvan al profesor como procedimientos típicos de diagnóstico directo e inmediato del aprendizaje:

    a) La observación directa y sistemática de la actitud y del método del alumno al estudiar sus tareas escolares.

    b) El análisis de las tareas hechas por el alumno y sus errores más frecuentes y típicos.

    c) Pruebas analíticas, tipificadas o elaboradas por el propio profesor, para identificar la deficiencia o el mecanismo responsable de los errores constantes del alumno; enfocan principalmente los aspectos mecánicos del aprendizaje deficiente.

    d) Frecuentes interrogatorios reflexivos, relacionados con sencillas tareas que el alumno hará en presencia del profesor, para determinar su grado de comprensión y verificar sus efectos.

    e) Entrevistas individuales de carácter informal hechas con el alumno para sondear la naturaleza y la dinámica de su motivación interior y ver si algún bloqueo emocional está perturbando su aprendizaje.

    Utilizando estos diversos procedimientos, procurará el profesor identificar específicamente, con relación al aprendizaje de cada alumno:

    a) Los defectos que presenta en su preparación escolar básica.

    b) Los defectos de atención y sus determinantes habituales.

    c) Las deficiencias de memoria y de raciocinio que revelan la incomprensión inicial y el dominio precario de los datos estudiados.

    d) Las faltas de aplicación que denotan inseguridad en los procesos específicos del trabajo y escasez de ejercicios prácticos para consolidar el aprendizaje.

    e) Las imperfecciones de su método de estudio o las esteriotipias en su manera de estudiar y de realizar las tareas.

    f) Las actitudes, problemas y reacciones especiales que impiden un proceso normal de aprendizaje.

    De acuerdo con las indicaciones dadas por el diagnóstico, el profesor organizará su plan de acción terapéutica o correctiva para ayudar al alumno a superar sus deficiencias y poner al día su aprendizaje.

    Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación) Con la autorización de Editorial Kapelusz.


   Tertulia dialogada.

 Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:

 1. Características principales de las tareas

 2. ¿Cómo conseguir el manejo de la clase?

 3. ¿Qué debe cuidar el profesor ante la indisciplina?

 4. ¿Cómo diagnosticar a los alumnos?

   Bibliografía:

 Richard L. Curwin y Allen N. Mendler. La disciplina en clase. Editorial Narcea.

 R. Fernández Ballesteros. Psicodiagnóstico. Concepto y metodología. Editorial Cincel-Kapelusz.

   Enlaces de Internet:

El poder y la autoridad

Respeto y autoridad

El arte de enseñar los límites de los hijos

Pocas normas y eficaces

Lograr una autoridad positiva

La disciplina como sinónimo de perfeccionamiento y orden

Exigencia amable

La clave de la eficacia: orden

Aumentar la autoridad

La indisciplina escolar

Condiciones de la autoridad

Tensión en las aulas

La disciplina en los institutos: asignatura pendiente

Reprensión razonada




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