37. Lectura comprensiva




    A) El fomento de la lectura

     En muchas instituciones educativas se programan con frecuencia campañas para el fomento de la lectura. No solo para contrarrestar la influencia de la televisión y otros medios, sino para estimular varios valores como el ejercicio de la inteligencia, la imaginación, la sensibilidad y el enriquecimiento del vocabulario. Uno de los problemas escolares actuales es el deficiente uso de la ortografía de los estudiantes, que se resolvería en gran medida si tuvieran buenos hábitos de lectura.

   Se puede iniciar el interés por la lectura desde una edad temprana cuando el chico no sabe leer. Se le pueden contar y leer cuentos y pueden ver leer libros a sus padres y hermanos.

   Hay otros medios para fomentar la lectura, como orientarles a los libros o diccionarios cuando los pequeños preguntan sus "porqués"; es positivo tener un conversación sobre la base de una lectura reciente; ponerles en contacto con libros interesantes y amenos; regalarles libros por su cumpleaños, santo o vacaciones; leerles el comienzo de un libro y animarles a que continúen ellos solos y visitar librerías con los hijos.

   Para enseñar a los pequeños hay que tener una disposición activa: comprender lo que se lee y criticar las ideas, aceptando o rechazando lo que se dice.

   Como en la actualidad se publican miles de libros a los que no podemos tener acceso, es necesario hacer una selección, con el buen criterio de los padres y los profesores. No podemos leer lo primero que caiga en nuestras manos. Hay libros buenos que hacen mucho bien y hay libros malos que hacen mucho mal, también a los mayores.

   Como en otros campos educativos, el mejor estímulo para la lectura es el ejemplo de los padres. Los chicos se harán lectores si ven que sus padres compran libros de vez en cuando, si saben seleccionar sus lecturas, si leen y comentan esos libros con sus hijos.  Los libros son para leerlos y no para rellenar una estantería de la sala de estar.

   Arturo Ramo García

    B) Cómo contagiar el placer de leer

   A través de 11 consejos;

  1. Lean libros con frecuencia delante de sus hijos y que se note que los aprecian. Los egipcios decían: “Ama los libros como amas a tu madre”. Y, vayan haciendo una biblioteca familiar, en un sitio accesible de la casa. Pérez-Reverte, hablando de sus primeras lecturas, decía: “Tuve la suerte de crecer con libros cerca; sólo tenía que acercarme a las estanterías y cogerlos”. Que sea una biblioteca sin llaves, accesible a todos. Serán muy escasos los libros que unos padres pueden leer y sus hijos todavía no. Antes de ser elegido Papa, Juan Pablo I escribió cartas a personajes históricos. En la dedicada a Walter Scott, reconoce que sus libros “a mí me encantaban de pequeño. Y todo limpio. Libros que exaltan siempre el valor y la lealtad, y pueden dejarse sin peligro en manos de los niños ”.

   2.- Compren libros habitualmente, pero bien seleccionados: son el alimento de la inteligencia y, por ello, hay que garantizar que la mercancía es de excelente calidad. En el cerebro, cualquier virus se reproduce inmediatamente. Hay tanto que leer y tan poco tiempo en la vida para hacerlo, que merece la pena afinar la puntería y leer sólo lo mejor.

  3.- Que siempre haya un libro para cada hijo entre los regalos de Reyes y del santo y cumpleaños. Animen a sus hijos a que tengan la ilusión de hacerse su pequeña biblioteca de libros infantiles.

  4.- Léanles a sus hijos, al menos 15 minutos cada día: les aclararán dudas de palabras nuevas, expresiones hechas, refranes, dichos y, a la vez, les harán ver qué conductas están bien y cuáles van contra su dignidad de personas. Luis Vives recomendaba a uno de sus discípulos: “Procura que no pase un solo día sin leer y escribir algo”. Paco Abril se pregunta: “¿En cuántos hogares se les cuentan cuentos a los niños? En muy pocos. Los niños a los que se les leen cuentos, descubrirán que las historias que les conmueven y apasionan, están en los libros”.

  5. Hagan que sus hijos lean delante de Uds.: les enseñarán a pronunciar bien las palabras, hacer las pausas debidas y leer con el ritmo correcto. Después, pregúntenles si han entendido lo que han leído, para aclarar conceptos y enriquecer su vocabulario.

  6.- Dediquen algún tiempo del fin de semana a leer en familia alguna obra maestra de la literatura y a debatir después sobre lo leído.

  7.- Contraten videos basados en buenas obras literarias para, después, animarles a leerlas. Sólo de las obras de Shakespeare se han filmado 336 películas.

  8.- Infórmense bien de los cuentos, libros, cómics y tebeos adecuados a la edad de cada uno de sus hijos, para acertar en la elección y lograr que se interesen por cultivar esta afición en el futuro.

  9.- A la misma edad, la madurez de cada hijo es distinta. Un libro adecuado para uno no lo será para otro. Hay que distinguir entre niños y niñas, no por machismo, sino porque tienen sensibilidades diferentes.

  10.- Moverse sobre un plano inclinado, para no llegar al empacho, sin forzarles los gustos, para evitar posibles rechazos. Las colecciones de ‘comics’ bien elegidas, pueden aficionar. Poco a poco se aumenta la dosis, hasta llegar a la universidad habiendo leído a los clásicos. Como decía un viejo profesor de literatura, “en los clásicos están todas las miserias humanas, pero bien resueltas”.

  11.- Si ven algún hijo suyo adolescente con un libro poco aconsejable, no lo pueden dejar pasar por alto. Albino Luciani dice: “En los libros de hoy, cuesta trabajo encontrar gentiles doncellas, alegres y sentimentales, pero pudorosas y reservadas. (..) Tus heroínas, (Walter Scott), tienen sentimientos delicados y se sonrojan con facilidad; las protagonistas de hoy no se sonrojan jamás: fuman, beben, ríen a carcajadas y no son más que un fenómeno biológico o una diversión. El matrimonio no es nunca el desenlace normal de una novela. Con frecuencia (las jóvenes), además de corrompidas, son cínicas y sanguinarias”.

   Luis Olivera Escritor y periodista     www.arvo.net

   C) Cómo animar a la lectura a tu hijo de primaria

   A todos los padres nos encanta que nuestros hijos lean porque sabemos que con los libros no solo se aprende, sino que además se pasa bien. En cambio unos niños devoran libros mientras otros no los quieren ni ver. ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer los padres para que nuestros hijos y nuestras hijas disfruten leyendo?

   Leer es una actividad fundamental para adquirir conocimientos. Los niños que leen bien obtienen mayores éxitos y mejores calificaciones en los estudios. Todos los maestros y profesores coincidimos en que tener el hábito de leer es una condición necesaria para aprender con más facilidad. En las aulas nos encontramos con dos grupos de alumnos: aquellos que leen bien y les gusta leer y los que tienen dificultades para leer, no les gusta y, por lo tanto, leen muy poco o incluso nunca. Los padres de estos alumnos reacios a leer acostumbran a pedir ayuda: ¿Qué puedo hacer para que mi hijo lea más?

   Como muy bien dice Ángeles Caso en su artículo "Lectores del siglo XXI", no es fácil dar soluciones eficaces, a pesar de los años de experiencia de muchos profesionales, y mucho menos soluciones de las que pedimos los padres: que tengan éxito inmediato y que exijan poco tiempo y poco esfuerzo. Como podéis comprender, nadie os puede proporcionar un remedio de estas características, entre otras cosas, porque en educación no existen remedios milagrosos cual elixir de curandero. Pero sí ha habido estudiosos de la lectura que se han dedicado a observar el proceso lector de los chicos y chicas y a reflexionar sobre este comportamiento para saber qué pasa en los buenos lectores y qué sucede en los que leen poco.

   ¿Por qué no leen nuestros hijos?

   A menudo se oye que la causa principal por la que no leen los jóvenes de hoy en día es la televisión. Puede ser que este cine casero no ayude a promocionar la lectura, ya que es más pasivo que el libro, exige menos esfuerzo mental, es más atractivo para los pequeños, etc. No vamos a insistir aquí sobre los problemas que presenta este electrodoméstico para la lectura y el estudio, pero yo quiero apuntar dos reflexiones:

  · Primero que ya Rousseau, en el siglo XVIII, calificaba la lectura como "el azote de la juventud", lo que indica que, cuando no había televisión, leer también era una actividad poco atractiva para muchos jóvenes.

  · En segundo lugar que, a pesar de que siempre se dice que se lee poco, nunca se ha leído tanto como en estos momentos y, a veces, la televisión, aunque parezca mentira, usada racionalmente, puede ayudar a leer. Así, es frecuente que las series televisivas de más audiencia disparen la venta de los libros en los que se basa, como ocurrió con la novela Yo, Claudio. Los seres humanos, y por lo tanto los jóvenes y los niños, cuando practicamos una actividad lo hacemos, entre otras, por dos razones: porque la vemos hacer a otros -imitación- y porque tenemos facilidad para realizarla. Como bien ha estudiado el psicólogo Bandura, la imitación de un buen modelo es una de las principales formas de aprendizaje humano. Por eso, cuando hablas con una persona que ha leído desde niño, normalmente dice que su padre, su madre, un abuelo... era un gran lector que, con su ejemplo y cariño, le enseñó a amar la lectura. El niño que no tiene un buen modelo tiene menos probabilidades de ser un entusiasta de la lectura. De la misma manera el que tiene dificultades para entender el lenguaje escrito -porque no tiene buena velocidad lectora, se equivoca al leer, no entiende lo que lee, etc.- tiene menos posibilidades de ser un buen lector. En mis largos años de experiencia nunca he visto a ningún niño que, no siendo un buen lector y leyendo con gran esfuerzo, le guste y quiera leer.

    Qué podemos hacer para que lean

  1. Que nos vean leer. El ejemplo es, en educación, el argumento más convincente porque posibilita la imitación, animando al niño o la niña a hacer aquello que hace una persona que tiene prestigio para ella como es su padre o su madre. Además, si yo no leo, ¿cómo voy a decir a mi hijo que leer es muy divertido? ¡Si no me ve leer nunca! Como no es tonto me preguntará: "¿A tí no te gusta divertirte?" O pensará: "Dice eso para que lea, pero no es verdad, leer es aburridísimo". Y no leerá.

   2. Leerle nosotros. Es una práctica fundamental, tal vez la más importante y eficaz. Sobretodo, con los niños que tienen dificultades para leer y les cuesta gran esfuerzo hacerlo, con repeticiones de palabras o de sílabas, sustituyendo unas letras por otras, que les impide entender el mensaje y comunicarse con el libro. Leer así es aburridísimo. Es como leer en un idioma que no comprendes, y no hay persona humana que pueda leer más de dos minutos en un lenguaje que no entiende. Pero al leerles nosotros, comprenden el mensaje, por lo que disfrutan con lo que oyen, están atentos y se dan cuenta de que en aquellas páginas hay historias divertidas que valen la pena. La lectura constante, gratis, como un regalo, sin pedir nada a cambio y con amor del adulto siempre despierta el interés y las ganas de leer a medio y largo plazo.

   3. Contarles cuentos e historias. Es otra actividad que encanta a los niños de estas edades, aumenta el vocabulario y desarrolla la imaginación además de incrementar los lazos afectivos entre padres e hijos. Contar cuentos no es fácil y a veces nos sentimos un poco torpes, pero se puede aprender con un poco de esfuerzo. Hay libros en el mercado en estos momentos que dan muy buenas ideas y tienen cuentos tanto tradicionales como modernos.

   4. Leer con ellos. Cuando el tutor/a nos dice que a nuestro hijo le cuesta leer y debe "practicar" en casa, no lo hará si lo dejamos solo ante el libro en su habitación. En estos momentos necesita nuestra ayuda y nuestro apoyo para que ejercite durante 10 minutos cada día. Leer con ellos supone, por ejemplo, repartirnos la página, llegando a un pacto: "Yo leo el primer párrafo y tú el segundo, ¿vale?". Leer con ellos requiere que nuestra actitud sea positiva, nunca crítica con sus errores, porque él se ha de sentir cómodo y, lo más importante, con ganas de leer al día siguiente otra vez. Si tiene dificultades para descifrar una palabra se le dice entera sin más, sin esperar a que él haga un gran esfuerzo de análisis que lo agote. Cuando lea una palabra por otra, por ejemplo, "camino" por "camión", se le puede decir: "Es verdad, podría decir camino porque empieza igual y se parecen mucho, pero dice camión", porque es importante justificar siempre sus errores que nunca son voluntarios. Y por último, una regla de oro: siempre un poco menos. Es mucho mejor hacer dos sesiones de cinco minutos que una de quince.

   5. Suscribirlos a revistas infantiles y juveniles. Pocas personas hay que al llegar a casa y pasar ante el buzón, no miren a ver si tienen algo para ellos. Recibir correspondencia a nombre de uno es agradable. Los niños lo ven y sienten un poquito de envidia de que las cartas sean siempre para sus mayores. Por eso, suscribirlos tanto en centros comerciales que les manden libretos de publicidad a su nombre, como a revistas como "Leo, leo", que mensualmente les mandan un libro a su nombre les hace bastante ilusión y les anima a leer.

   6. Explicarles algún pasaje que nos parezca adecuado del libro que estamos leyendo nosotros. Animar a la lectura es mover la voluntad del niño hacia una actividad que se supone placentera y agradable. Por eso comunicarles y hacerles partícipes de nuestras satisfacciones es demostrarle que leer es divertido y apasionante.

   7. Respetar sus derechos como lector. Daniel Pennac, en su libro “Como una novela”, expone los diez derechos del lector, entre los que destacaría en estas edades el derecho a leer lo que le guste (aunque no sea de gran calidad literaria), el derecho a no terminar un libro (¿tú acabas una novela que te aburre?), el derecho a saltarse páginas, a leer en voz alta y a callarnos (¿a tí te gusta que te pregunten qué has entendido del libro que estás leyendo?).

   8. Acompañarlos a las librerías a ver libros. Afortunadamente, cada vez hay más libros atractivos para los niños y más librerías especializadas para ellos o con secciones de literatura infantil y juvenil. Siempre respetando sus derechos conviene llevarlos de vez en cuando a ver libros, aunque no siempre compren. Tienen, como nosotros, el derecho a no comprar y nosotros la obligación de respetarlo. Pero es muy bueno que miren y desarrollen su curiosidad.

   9. Animarlos a escribir. Siempre que escribimos, necesariamente leemos. Por eso los niños que tienen dificultades para leer, si escriben a sus amigos en verano, confeccionan notas, hacen rótulos en su habitación, etc., están leyendo y desarrollando su capacidad para leer más deprisa y con menos esfuerzo.

   Mover la voluntad de tu hijo hacia la lectura requiere, como todo en educación, que estas técnicas y otras que tú te puedes inventar, las apliques con sentido común y con amor. Sentido común para elegir el momento más adecuado para llevarlas a cabo, respetando sus derechos como lector, y amor para comprender sus intereses, y solidarizarse con sus dificultades. ¡Ah! Y por último una sugerencia cariñosa. Si no tienes tiempo para leer, como es lógico, acércate a la librería de tu barrio, compra el libro de Pennac, y empieza por leer el capítulo 49 en las páginas 120 y 121. Ya me dirás tu opinión después ¿Vale?

   Pablo Pascual Sorribas. Maestro, licenciado en Historia y en Logopedia. Con la autorización de: www.solohijos.com

    D) Incomprensión lectora

   Nuestros escolares han vuelto a suspender en asignaturas fundamentales y comprensión lectora. Ya estamos a la cola de Europa. Si esto sigue así, al Museo de la Evolución Humana, a punto de ser inaugurado a la sombra de Atapuerca, habrá que cambiarle Evolución por Involución. Luego, tras el Informe PISA, viene Pérez Reverte y despedaza a los últimos ministros y ministras de Cultura, responsables –según él– de este hundimiento educativo. Parece decirnos, entre líneas, que con Franco leíamos mejor. Comparación odiosa donde las haya, sobre todo porque es la pura verdad, como todo el mundo sabe desde que la última evaluación internacional ha vuelto a poner el dedo en la llaga de la LOE y de su madre, la LOGSE.

    Es fácil concluir que los Gobiernos y sus reformas contumaces tienen la culpa del triunfo de la ignorancia en nuestros lares. No seré yo quien lo niegue, pero me parece que esa culpa ha de repartirse un poco. Si lo que queremos es un chivo expiatorio, siempre tendremos una ministra a mano, aunque ya digo que así no haremos justicia. Sin apuntar a España, Steiner escribe La barbarie de la ignorancia y se queja de que, en todo el mundo, el noventa y nueve por ciento de los seres humanos prefieren –y están en su perfecto derecho– la televisión idiota, la lotería, el Tour de Francia, el fútbol o el bingo antes que la cultura escrita. El sabio profesor lleva toda su vida esperando que la escolarización obligatoria y la proliferación de bibliotecas cambien tal porcentaje, pero eso nunca sucede. Porque el animal humano es muy perezoso, mientras que la cultura es exigente.

    Así que la cuestión no es de Gobiernos y ministros, sino mucho más profunda: con la naturaleza humana hemos topado, esa mezcla inestable y explosiva, explotada por una cultura del ocio que antes sencillamente no existía, y que ahora florece y se consolida gracias a una astronómica cuenta de resultados. Me explicaré un poco más. Es evidente que leer es una elección. Y que si tengo que escoger –como ha sucedido durante siglos– entre leer y estudiar, la probabilidad de acabar leyendo es alta. En cambio, si además de leer tengo la posibilidad de escuchar música, de manejar los mandos de la Playo la Game, de navegar por internet, de chatear, de poner unos mensajes por el móvil, de aprender inglés en una academia y clarinete en un Conservatorio, entonces también es evidente que la probabilidad de abrir un libro será mínima. Porque la lectura requiere tiempo y sosiego como la natación necesita agua. Y tiempo tranquilo es precisamente lo que ya no tenemos en nuestras sociedades opulentas. Tiene que resultar muy difícil leer en medio de la trepidación de un parque de atracciones, aunque en eso se están convirtiendo ciudades y hogares de una España que –en frase de Umbral– ya no es de izquierdas ni de derechas, sino de El Corte Inglés. Por si fuera poco, este nuevo estilo de vida, al que llamamos "progreso", tiene otros efectos colaterales, contrarios a cualquier actividad intelectual. Bernat Soria acaba de reconocer que la cuarta parte de los jóvenes españoles juguetean con la droga y el alcohol de forma irresponsable. Y nos consta que las consultas de niños y adolescentes a psicólogos y psiquiatras aumentan en la misma proporción que las rupturas familiares. Así las cosas ¿Qué podemos hacer? "Apague y lea" es un buen lema, pero no es fácil aplicarlo, pues ya no estamos enchufados a un televisor, sino a una docena de cachivaches. Felipe –el simpático y apático amigo de Mafalda– estaba hace años en minoría. Hoy, por el contrario, Felipe somos todos –niños, jóvenes y adultos–, inmersos en una una nueva civilización que –como señala Lipovetsky– dices ya no se dedica a vencer el deseo sino a exacerbarlo, de manera que la obligación ha sido reemplazada por la seducción, el bienestar se ha convertido en Dios y la publicidad en su profeta. Así, abotargados por la omnipresente cultura del ocio y el exceso de pan y circo, no es extraño que nuestros jóvenes padezcan la falta de voluntad de Felipe y la indiferencia desdeñosa del Manolito que se pregunta "a mí qué más me da si el Everest es navegable o no". ¿Qué hacer?, repito. Creo que ésa es una buena pregunta.

   Por José Ramón Ayllón. Original de: www.fluvium.org
 


   Tertulia dialogada.

 Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:

 1. ¿Cómo fomentar la lectura en la familia?

 2. ¿Cuáles son los principales consejos para leer?

 3. ¿Qué hacer para que los chicos disfruten leyendo?

 4. ¿Cuáles son las principales consecuencias de la incomprensión lectora?

   Bibliografía:

 Cynthia Hertfelder. Las lecturas de tus hijos. Editorial Palabra

   Enlaces de Internet:

Lectura(1) Los primeros años: del nacimiento a preescolar

Lectura(2) Para comenzar a leer: de preescolar a segundo grado

Descubrir el placer de leer

Primero, jugar a leer. Luego, disfrutar leyendo

Una acción incomprensible

¿Podría tu hijo ser disléxico?

La lectura creativa y lúdica

La lectura, un compromiso de todos

La incidencia de la lectura en el desarrollo de las competencias básicas

Experiencia: Programa de lectoescritura: leo y escribo

Las primeras palabras en español

Si escuchando libros lo pasas bien, leyéndolos también

Lecturas obligatorias en clase

El teatro de Casona sigue vivo entre los alumnos

Experiencia: La casa de los libros es el hogar de la imaginación

La lectura: cómo contagiar ese virus tan beneficioso

Experiencia: Formación de lectores en la escuela

¿Es preciso prevenir la aparición de la dislexia?

Cómo no animar a la lectura a tus hijos de primaria




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