23. El relativismo




    A) El pluralismo

    En una sociedad pluralista con mucha variedad de inmigrantes y de razas diversas hay cierta confusión en palabras clave como pluralismo, relativismo, consenso, mayorías y pragmatismo. Para comprenderlas mejor merece la pena dedicarles una reflexión.

    El pluralismo supone que los problemas y las cosas tienen facetas diversas, caras distintas y que hay diversas formas de pensar acerca de ellos. Para unos, un objeto puede ser cóncavo y para otros convexo.

    El pluralismo es bueno y positivo y supone el reconocimiento de la libertad y responsabilidad humana en todo el rico ámbito de lo opinable. La diversidad de opiniones y de actuaciones en lo temporal opinable es una manifestación de respeto a la opción legítima de cada uno.

    Se considera una aberración la clonación de seres humanos que se describe en la novela ‘Un mundo feliz’ del masón Aldous Huxley, en la que los hombres salidos del laboratorio todos son iguales, idénticos, sin personalidad, sin carácter propio, sin criterio y sin opiniones personales. Algo parecido es lo que se pretende con la asignatura ‘Educación para la Ciudadanía’ del sistema educativo.

    En la convivencia sana entre los hombres han de existir puntos de vista y conductas diferentes que se apoyen sobre los valores comunes, que han de ser un fondo de garantías y de exigencias fundamentales de la naturaleza humana. De aquí que una libertad sin ningún fin, sin norma objetiva y sin responsabilidad es el libertinaje claramente rechazable. Tampoco son aceptables el escepticismo relativista y el pragmatismo de los que escribiremos en otra ocasión.

    Aunque en una sociedad pluralista haya discrepancias importantes, mediante un diálogo cordial y constructivo es posible llegar a un consenso para organizar la convivencia. El poeta Salinas puso en boca del labriego castellano:’Todo lo sabemos entre todos’. Hay diferentes descripciones de las cosas y soluciones diversas a los problemas. Pero no hay una única descripción verdadera, sino que las diferentes opiniones presentan aspectos parciales, que incluso a veces pueden ser complementarios, aunque a primera vista pudieran parecer incompatibles. Aunque no todas las opiniones son igualmente verdaderas, si han sido formuladas seriamente, en todas ellas hay algo de lo que podemos aprender.

    El premio Nobel de literatura Imre Kertész en su ‘Diario de la galera’ (Acantilado, Barcelona, 2004) señala que “una civilización que ha llegado a algo a pesar de todo se basa en que la verdad moral, científica y lógica se ha abierto paso en ella y se ha convertido en medida y al mismo tiempo en organizadora de la vida social”.

    En una sociedad pluralista lo más importante es escuchar a quienes tienen opiniones diferentes de la nuestra. Ésa es la señal más clara de que amamos la libertad y defenderemos de verdad el pluralismo porque aprendemos de los demás.

    Arturo Ramo García

    B) El relativismo

    Mientras que el pluralismo es la manifestación más positiva del derecho a la libertad, el relativismo representa el abuso de una libertad que se cree con derecho a juzgar arbitrariamente la realidad. Cuando no se admite lo real, la inteligencia no puede reconocer que las cosas son como son y tienen consistencia propia. El relativista se niega a reconocer las cosas como objetivamente son y afirma que son lo que subjetivamente pueden parecer o le conviene que sean.

    Pongamos un ejemplo: lo que para Don Quijote eran gigantes enemigos, para Sancho son molinos de viento. De la misma manera, lo que para Sancho era una bacía de barbero, para Don Quijote es el yelmo de Mambrino. Pero los dos personajes no pueden tener razón, porque la realidad no es doble.

    La dictadura del relativismo no reconoce nada como definitivo y deja como medida última el propio yo y sus ganas. Parte de que todas las opiniones valen lo mismo, aunque sean contradictorias.

    El terrorista defiende su derecho a matar, mientras que el ciudadano pacífico aborrece el asesinato. ¿Ambas opiniones tienen el mismo valor? Lo mismo podemos decir de los derechos esgrimidos por un nazi y un judío, y entre un defensor del aborto y un defensor de la vida. ¿Es igual de respetable un vendedor de periódicos que un vendedor de droga? ¿No venden un producto y cobran un dinero? Para ambos vendedores el derecho subjetivo les confirma en su conducta como algo positivo y aceptable. Lo mismo podríamos decir entre el que conduce sobrio y el que conduce borracho y entre el que vive fuera de la ley y el que vive dentro.

    El relativismo afirma que no hay verdad ni mentira. Ambas opiniones son válidas. Abre así la puerta al ‘todo vale’, por donde siempre podrá entrar lo más descabellado y lo irracional.

    Los políticos relativistas quieren dirigir nuestra vida y la vida de la sociedad a su gusto como si fueran los verdaderos creadores del mundo. En nuestra avanzada cultura democrática se está imponiendo por vía de fuerza el principio de que todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, que nada valen en si mismas sino sólo en función de los votos que las respaldan.

    Se cuenta que le preguntaron a un político corrupto si el robar era una acción éticamente buena o mala y él respondió: Nada es bueno ni malo, todo es relativo. A mí personalmente si no me cogen robando, es bueno porque dispongo de mucho dinero, pero si me descubren el delito, entonces robar es malo porque me pueden meter en la cárcel. Pero se puede culpar a los periódicos y la televisión por haber descubierto el robo y actuar con fines partidistas.

    Si la ética fuera subjetiva, el terrorista, el vendedor de droga, el conductor borracho, el político corrupto y el violador podrán estar actuando éticamente y podrían defender todas sus acciones como buenas.    El relativismo es probablemente la enfermedad más grave de la sociedad europea en el momento presente y considerar la enfermedad como salud es la peor de las dictaduras.

    Arturo Ramo García

   C) El consenso

    ¿Cómo lograr una convivencia pacífica en una sociedad pluralista y multicultural? El mejor camino es el diálogo para llegar a un consenso. Cuando las normas sociales afectan a todos deben emanar del consenso mayoritario. La sabiduría del pueblo dice que hablando se entiende la gente y que cuatro ojos ven más que dos. Así que podríamos decir que el consenso, sin ser perfecto, es la mejor forma de llevar la ética a la sociedad.

    Pero la ética, como parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre, no nace automáticamente del consenso, pues puede haber acuerdos que pueden ser injustos e inválidos. MacIntyre propone este problema: si en un grupo de doce personas, hay diez sádicos que deciden por consenso atormentar a los otros dos que son pacíficos ¿es válido este consenso? Otro ejemplo: si los dirigentes nazis acuerdan por consenso asesinar en masa a los judíos, ¿qué validez tiene este acuerdo? Por eso el consenso sólo es legítimo cuando todos aceptan normas básicas de conducta moral.

    El debate no es el fundamento de la ética, porque del debate pueden salir soluciones diferentes o contradictorias y un fundamento discutible dejaría de ser fundamento. Aristóteles decía que quien discute si se puede matar a la propia madre no merece argumentos sino azotes. La democracia y la conducta moral se deben fundamentar en principios no discutibles.

    Esas normas básicas de conducta han de nacer de un debate entre personas imparciales, bien formadas y habituadas a una rigurosa reflexión. Pero esto es muy difícil de conseguir entre gobernantes de una ideología previa que condiciona el debate y las conclusiones. Con frecuencia son los representantes elegidos democráticamente quienes deciden acerca del bien y del mal de las acciones humanas. Algo se considera bueno o malo simplemente porque ha sido decidido o prohibido por un gobierno o un parlamento. Pero la realidad es que el consenso en ese parlamento se consigue muchas veces comprando los votos necesarios de los partidos minoritarios para conseguir artificialmente una mayoría que impone su criterio ideológico a toda la sociedad. Con esta mentalidad relativista todas las opiniones valen lo mismo, y por tanto, nada valen en si mismas, sino sólo en función de los votos que los respaldan.

    Hacen falta muchos esfuerzos para perfeccionar nuestra democracia, evitando esas corruptelas de compraventa de votos para llegar a consensos. Hace falta mucha reflexión serena sobre la realidad para que la verdad sea aquella opinión a la que se llega de común acuerdo entre todos. No es la verdad el fruto del consenso, sino que más bien es el consenso el fruto de la verdad.

    Arturo Ramo García

    D) Las mayorías

    En el sistema democrático actual se gobierna por mayoría de votos de los partidos, pero ¿la mayoría de la población puede caer en errores? A lo largo de la historia vemos que durante miles de años ha habido un consenso generalizado de que era el Sol el que se movía y la Tierra estaba quieta. Después se pensó que el Sol estaba inmóvil y la Tierra giraba a su alrededor. Ahora sabemos que todos los astros se mueven a grandes velocidades siguiendo sus órbitas. ¿Qué validez tenía el consenso de aquella mayoría de personas que defendían la inmovilidad de la Tierra?

    Otros errores por mayoría han sido la aceptación de la esclavitud y la negación de los derechos del niño y de la mujer. En ambos casos el cristianismo ha hecho grandes esfuerzos para resolver esas situaciones injustas.

    En otras ocasiones los sentimientos exaltados de una mayoría llevan a tomar consensos que en unas circunstancias más serenas no se tomarían. Se cuenta que cuando la policía peruana apresó al creador y líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, la inmensa mayoría de la población pidió su ejecución inmediata. Pero el escritor Mario Vargas-Llosa se apresuró a manifestar su oposición a la pena de muerte. Muchos le contestaron que la mayoría de la población pedía la pena capital y por tanto se debía acceder a este consenso. A esto el escritor contestó que “la mayoría está equivocada. La minoría lúcida debe dar una batalla explicándole que la pena de muerte es una aberración.”

    El error es propio de minorías y mayorías ya que el consenso no garantiza el bien y la verdad. Lo importante no es el consenso, sino que el consenso respete la realidad. El cáncer no es malo por una mayoría, sino por su propia realidad. Ha dicho Fromm que “el hecho de que millones de personas padezcan las mismas formas de patología mental no hace de esas personas gente equilibrada.”

    Para no caer en esos errores por mayoría se ve necesaria una mayor formación intelectual y cultural de la población, que sepa reflexionar sobre la realidad y sea capaz de llegar a consensos por mayoría en los grandes problemas políticos y sociales de la humanidad.

    Arturo Ramo García
 


   Tertulia dialogada.

 Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:

 1. ¿Qué hacer para vivir el pluralismo?

 2. ¿Cómo resistir al relativismo?

 3. ¿Cuándo el consenso puede ser negativo?

 4. ¿Cómo no caer en los errores de las mayorías?

   Bibliografía:

 Robert Hugh Benson. Señor del mundo. Editorial Homo Legens

   Enlaces de Internet:

Pluralismo y tolerancia

Una forma de arrogancia

La atrofia afectiva

La verdad existe

Discurso de Nicolás Sarkozy al asumir la Presidencia de Francia

Libro: Señor del mundo

Relativismo, esoterismo y agnosticismo

Relativismo y libertad

Nadie tiene derecho a imponerme sus valores

¿Poseedores de la verdad?

Fundamentalismos

¿Qué es el relativismo?

Principios de la ley natural




Tertulias dialogadas | Para más información | Para otro colegio

Aplicaciones didácticas | Ejercicios interactivos | Otros ejercicios | Valores

®Arturo Ramo García.-Registro de Propiedad Intelectual de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
Plaza Playa de Aro, 3, 1º DO 44002-TERUEL







>