21. Revolución sexual |
Actualmente la gran mayoría de la gente acepta las ideas feministas, como que la mujer tiene la misma dignidad que el hombre, con los mismos derechos sociales y la misma retribución económica por los trabajos similares, aunque en este último aspecto aún falta avanzar para conseguir una auténtica igualdad entre los dos sexos. Todo esto se acepta pero se ponen en duda los postulados del feminismo radical.
A veces aún oímos en los medios de comunicación ideas como la subordinación e inferioridad en el que se encuentra el sexo femenino respecto al masculino. Dicen que históricamente el hombre ha marginado en todas las civilizaciones y en todas las épocas a la mujer. Por tanto, la historia ha de comprenderse en clave de opresión y explotación. Estos conceptos tienen su origen en la praxis marxista defendida por Sartre y Marx. Siguiendo estos razonamientos se concluye que hay que suprimir la misma feminidad y que la mujer debe independizarse y liberarse de su propia naturaleza y de las funciones de la maternidad y del hogar.
Ante estas afirmaciones demasiado oídas y repetidas se tiene la impresión de que ya son viejas y pasadas de moda. Pero la realidad es otra: en la unión del hombre y la mujer se dan dos de las mayores realidades humanas: la misión de transmitir la vida y el amor humano llamado a complementarse en una entrega recíproca no solo física sino también espiritual. La mujer tiene la dignidad de traer nuevos seres al mundo y a la vez satisface su deseo íntimo de maternidad. Cuando en un matrimonio se tropieza con la esterilidad, la medicina acude a resolver el problema investigando eficaz y satisfactoriamente para conseguir la fecundidad de la pareja.
Respecto a las tareas del hogar vemos que cada vez más frecuentemente el varón a ayuda a la mujer en las tares domésticas y en la educación de los hijos. Asimismo, los políticos promueven una legislación que contribuya a conciliar la vida laboral en el trabajo y las necesidades familiares. Esto facilitará en un futuro no muy lejano que ambos padres puedan tener una vida profesional satisfactoria y una participación igualitaria en las tareas de la casa y en la educación de los pequeños.
Esperamos que la humanidad avance en un auténtico feminismo de igualdad y se vaya configurando una civilización del amor y de la paz.
Arturo Ramo García
B) ¿Fabricación o desarrollo?
Podemos comparar la fabricación de una bicicleta y el desarrollo del feto humano. En una página web de Internet se describe una bicicleta eléctrica con una autonomía de 30 a 40 kilómetros y tiene una batería que se recarga en la red. En la fabricación de este medio de transporte los ingenieros y trabajadores han unido y acoplado las distintas piezas, como las ruedas, el asiento, el manillar, el motor, batería, etc. Y han construido una bicicleta. Pueden añadir adornos y cambiar colores y formas.
En el ser humano, desde la concepción, nadie puede añadir nada desde el exterior, ni se puede cambiar el color de los ojos o la capacidad intelectual. El cigoto es la unión de dos células: el óvulo, procedente de la madre y el espermatozoide, originado por el padre. Estas dos células se desarrollan rápidamente hasta que a finales del tercer mes ya tienen forma humana y se llama feto. Se van desarrollando los distintos aparatos, como el digestivo, el respiratorio, el circulatorio y otros. El aparato reproductor terminará su desarrollo en la pubertad y adolescencia. Ni el padre ni la madre intervienen en su formación. El cigoto ya tiene impresas en sus genes todas las características del nuevo ser, que irá desarrollándose durante los nueve meses hasta el nacimiento. Es un nuevo ser que tiene vida propia y aunque está en el seno de la madre no forma parte del cuerpo materno.
Esta es la diferencia entre la construcción de una bicicleta (o un coche o una casa) y el desarrollo del ser humano. El sociólogo americano Dalton Conley escribía en el New Cork Times en 2005 que “la mayoría de los americanos ve en el feto como un individuo en construcción”. Esto es un error evidente: ni el cigoto ni el feto se construyen por agentes exteriores, sino que se desarrollan por sí mismos. Comparar la fabricación de una bicicleta con el desarrollo de un bebé puede ser una imagen bonita pero es totalmente equivocada. Las ruedas sólo no forman la bicicleta. Solamente cuando están encajadas todas las piezas podemos decir que tenemos ese medio de transporte. Si en el proceso de fabricación (sin terminar) no nos gusta el resultado y se desecha, no se tira una bicicleta sino unas cuantas piezas. En el ser humano no ocurre esto. Si con medios externos se aplasta la cabeza del feto en el seno de la madre y se extrae el cuerpecito a trozos y se tiran a una bolsa de basura, no se han tirado unas cuantas células, sino un ser independiente en desarrollo, es decir, una persona humana.
José Pedro Segundino
C) Sexo sin concepción-concepción sin sexo
En la década de 1960 se comenzó a desarrollar lo que dio en llamarse “la revolución sexual” y el punto de partida, en ese momento por lo menos, fue la difusión de la píldora anticonceptiva. Fue una difusión de carácter masivo que con el tiempo cambió aspectos fundamentales de la vida conyugal y que se trasladó también al orden cultural y a la valoración de la sexualidad.
La característica de esa primera “revolución sexual” fue la escisión entre el significado unitivo y el significado procreativo del acto conyugal, que entonces pudo concretarse fácilmente”.
Podríamos decir, en términos vulgares, que se promovió como pauta de conducta “sexo sí, hijos no”. Esta caracterización puede parecer grotesca, pero corresponde a la realidad, ya que una de las consecuencias principales, que había sido vislumbrada por el Magisterio de la Iglesia, sobre todo por la Encíclica Humanae Vitae de Paulo VI, fue el problema demográfico desatado en muchos países del mundo en los cuales se invirtió la pirámide de la población”.
El caso más característico se da en los países de Europa Occidental. He leído hace poco una proporción que parece alarmante: antes cuatro jóvenes trabajaban para sostener la jubilación de un anciano pero hoy día la jubilación de cuatro ancianos recae sobre el trabajo de un joven. Quiere decir que en el futuro, un futuro que se ha hecho presente en muchos lugares, va a ser imposible sostener un sistema de seguridad social, especialmente un sistema de pensiones tal como lo teníamos registrado en el occidente moderno.
Pero ocurre que “la revolución sexual” continúa alterando comportamientos y también acelerando la aplicación de nuevas técnicas a ese orden tan íntimo de la vida humana.
En los años ’90 se inició otra etapa con el desarrollo de las técnicas de procreación artificial. Con ellas se hace posible reemplazar el ámbito propio en que debe producirse la transmisión de la vida humana por un acto técnico, por un procedimiento artificial producido mediante una manipulación de las fuentes de la vida”.
Desde el punto de vista ético hay que destacar que se ha producido una alteración gravísima de la transmisión de la vida humana, al desplazarla del ámbito natural en que corresponde verificarse, una de las consecuencias principales, en la que no se repara, es la cantidad de embriones que se pierden para que uno prospere y nazca un niño. Una estadística reciente muestra que, en Europa, 9,6 embriones se pierden para que nazca un niño a través de aquellos artificios.
Otro elemento negativo es la crioconservación de los embriones “sobrantes”, como si fueran meros objetos biológicos. Se dejan “niñitos” en el congelador. Digo intencionalmente “niñitos”, aunque resulte chocante, pues el embrión humano posee, como es sabido, la identidad genética propia de una persona. En el mejor de los casos, se los reserva para otra oportunidad. En muchos países no se sabe qué hacer con ellos y ya se han suscitado en relación con los mismos serios problemas jurídicos. ¿Cuántos embriones congelados hay en la Argentina?
A propósito de “sexo sí, hijos no” de la etapa anterior se ha sumado el otro extremo: “hijos sí, sin sexo”, otra variante del descalabro antropológico. El hijo ya no es un don, fruto del amor, sino objeto de deseo y de producción. Esta aplicación técnica a la naturaleza de la procreación humana abre paso a otras perspectivas alucinantes: bancos de óvulos y de esperma a los que se recurre para el caso de fecundación heteróloga (cuando ya no se trata de gametos de marido y mujer) y de las parejas homosexuales que aspiran a “fabricar” un hijo; alquiler de vientres (que eufemísticamente se llama maternidad subrogada); posibilidad de elegir a gusto las características del hijo. En algunos países tiene vigencia el diagnóstico preimplantatorio: se elige el embrión que parece más apto y se descarta a los demás, sobre todo si puede presumirse una futura discapacidad.
Muchos critican a la Iglesia porque consideran que la posición del Magisterio es retrógrada y que no se pone a tono con las posibilidades que ofrece la ciencia. Pero lo que la Iglesia mira y defiende siempre es la dignidad del ser humano, que comienza por el modo de ser concebido, según el orden natural. Su alteración trae consecuencias espeluznantes. Es necesario reflexionar sobre estas cosas para que no juzguemos de ellas en términos puramente sentimentales. Debemos considerar con respeto la aspiración de un matrimonio a tener un hijo (aspiración que no es un derecho), pero cuanto está en juego la sacralidad de la vida humana y la dignidad de su transmisión hay que pensar con la cabeza y poner en juego el sentido común.
Por Mons Héctor Agues. Arzobispo de La Plata (Argentina). Original de: www.noticiasglobales.org
D) Un experimento médico
El doctor John Money, psiquiatra norteamericano, realizó durante los años sesenta un interesante experimento en torno al debate sobre la naturaleza y la educación, con el que pretendía demostrar que la educación lo es todo en la configuración de hombre y mujer. Como ferviente defensor de la ideología de género, quiso eliminar las diferencias naturales y a través de la cultura determinar la condición sexuada del hombre y la mujer.
En su experimento tomó como muestra a dos bebés gemelos varones llamados Bruce y Brian Reimer, en 1965, con el consentimiento de los padres, que debían guardar secreto del estudio. A Bruce lo sometió a una operación de cirugía plástica para darle apariencia de mujer y dio instrucciones a los padres para que le trataran y educaran en todo como si fuera una niña. Bruce pasó a llamarse Brenda. Teóricamente el experimento era perfecto: se partís de dos hermanos con idéntica herencia genética y con la educación distinta. Brian terminaría siendo un chico y Bruce o Brenda una chica. La condición de masculinidad o feminidad estaría determinada por la cultura y la educación y no por la biología.
La ideología de género defiende que el ser hombre o mujer no depende de la distinta biología con vienen dotados, como los órganos genitales, sino por la cultura recibida en la familia y la escuela. La escritora francesa Simona de Beauvoir y el filósofo Jean-Paul Sastre, principal representante del existencialismo defendían que el ser humano tiene libertad, no naturaleza y cada puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Al la vez el doctor Money se hacía llamar misionero del sexo y era defensor de los matrimonios abiertos y del sexo bisexual en grupo.
Pero el experimento no siguió por los cauces previstos por el doctor y resultó un fracaso. Cuenta Janet, la madre de los gemelos, que antes de los dos años Brenda se reveló violentamente cuando fue a ponerle un vestido femenino. Janet decía: “Intentó arrancárselo, romperlo. Recuerdo que pensé: ¿Dios mío, sabe que es un chico y no quiere que le vista como una chica”.
Cuando Brenda fue a la escuela sintió atracción hacia las chicas y le acusaron de “tendencias lesbianas”, a pesar de las hormonas que le obligaban a tomar. A pesar de estas evidencias, el doctor Money difundía en los periódicos que el experimento era un éxito rotundo. Entre tanto, los gemelos estaban obligados a seguir una terapia psiquiátrica por el doctor Money en la que se les instaba a desvestirse y ver imágenes sexuales que degeneraron y traumatizaron gravemente a los dos gemelos. Junto a esta terapia tomaban un tratamiento de estrógenos.
A los quince años Brenda intentó suicidarse destrozada por las interminables sesiones psiquiátricas y por la medicación. Sus padres le contaron la verdad del experimento y decidió volver a ser chico y llamarse David, sometiéndose a otra operación de cirugía plástica.
En 2002 su hermano Brian, que sufría esquizofrenia, se suicidó y en 2004 David (antes Bruce y Brenda) se quitó la vida. Había dicho: “Daría cualquier cosa por que un hipnotizador lograra borrar todos los recuerdos de mi pasado. Es una tortura que no soporto. Lo que me hicieron en el cuerpo no es tan grave como lo que aquello provocó en mi mente”.
En esto terminó el experimento médico que quiso demostrar la viabilidad de la ideología de género, el paso más radical del feminismo radical.
Arturo Ramo García
Tertulia dialogada.
Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:
1. ¿Qué hacer para llegar a una civilización del amor?
2. Escribir las diferencias entre fabricación y desarrollo
3. ¿Qué podemos hacer en contra de la revolución sexual?
4. ¿Por qué fracasó el experimento médico?
Bibliografía:
Marguerite A. Peeters. Marion-ética. Los expertos de la ONU imponen su ley. Editorial Rialp
Enlaces de Internet:
El Vaticano alerta sobre la confusión de los sexos causada por el feminismo extremo
Libertad de disponer del propio cuerpo
El feto no es cuerpo de la madre
Los derechos de los heterosexuales
Las palabras del Dr. Aquilino Polaino
Visión conservadora de la sexualidad
De la defensa del aborto a la postura provida
OEA: Perversión de los derechos humanos
Medicina: aborto, noción y formas
Un senador habla de la venta de órganos
Declaración de la Organización Médica Colegial sobre el aborto
Aborto: de la tolerancia a la imposición
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