14. Hiperactividad




   A) Cómo saber si mi hijo es hiperactivo

    Diagnóstico hecho en casa

    Hoy día pocos niños movidos o distraídos se libran de que les etiqueten con el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad y les pongan inmediatamente una pastilla en la boca. Olvidamos que niños movidos, pequeños diablillos que no paran quietos, que ciertamente agotan con solo mirarlos, los ha habido siempre.

    Entonces, ¿cómo saber si mi hijo es "un diablillo" o realmente sufre el TDAH? ¿Hay alguna manera de que los padres detecten en casa si realmente hay motivos para acudir a un especialista o si solo se trata de una faceta más de la personalidad de su hijo? ¿Cuándo hay que preocuparse seriamente y sospechar que estamos ante un trastorno de comportamiento?

    Criterios clínicos para hacer el diagnóstico

    El TDAH se caracteriza, en general, por un cuadro clínico en el que descuellan la conducta de desatención y la hiperactividad-impulsividad. En algunos casos predomina más la falta de atención, mientras que en otros es más evidente la precipitación impulsiva en sus intervenciones o bien el exceso de movimientos. Pero veamos cuales son los criterios que nos guían a los especialistas para sentar el diagnóstico de TDAH:

    Desatención

 No presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas escolares, en el trabajo o en otras actividades.

 Tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en actividades lúdicas. Parece no escuchar cuando se le habla directamente.

 No sigue las instrucciones, no finaliza tareas escolares, encargos u obligaciones en el centro de trabajo (no se debe a comportamiento negativista o a incapacidad para comprender las instrucciones). Tiene dificultades para organizar tareas y actividades. Evita, le disgusta o se muestra reacio en cuanto a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (como trabajos escolares o domésticos). Extravía objetos necesarios para realizar tareas u otras actividades (por ejemplo, ejercicios escolares, libros o herramientas). Le distraen fácilmente estímulos irrelevantes ("se distrae con el vuelo de una mosca", dicen padres y maestros). Es descuidado en las actividades diarias.

    Hiperactividad Mueve en exceso manos o pies, o se mueve en su asiento. Abandona su asiento en las clases o en otras situaciones en que se espera que permanezca sentado. Corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo (en adolescentes o adultos puede limitarse a sentimientos subjetivos de inquietud).

 Tiene dificultades para dedicarse tranquilamente a actividades de ocio. "Está en marcha" o suele actuar como si tuviera un motor. Habla en exceso.    Impulsividad Precipita respuestas antes de que le hayan completado las preguntas. Tiene dificultades para guardar turno. Interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros (por ejemplo, se entromete en conversaciones ajenas).

    Esquema extraído del DSM-IV-TR, 2000

    El requisito fundamental de este criterio es que el niño tiene que presentar seis o más síntomas de desatención, o seis o más síntomas de hiperactividad-impulsividad, y todos estos síntomas han de estar presentes al menos durante un plazo de seis meses.

    Es una forma de asegurarnos de que no es un trastorno puntual y reactivo a una situación coyuntural (enfermedad física aguda que afecta a la mente, intoxicación, depresión, crisis de ansiedad, etc.). También observe en este criterio que los síntomas deben darse en dos o más situaciones, como, por ejemplo, en la escuela (o en el trabajo) y en casa; porque de darse sólo en un único lugar, podría tratarse de una reacción puntual del niño en un sitio determinado.

    Y para acabar de ratificar el diagnóstico de TDAH existe una condición fundamental: tiene que haber una perturbación o deterioro evidente en el funcionamiento social, académico y ocupacional del niño y del adolescente. En otras palabras: para ser un TDAH es necesario que esta sintomatología altere sustancialmente su vida.

    Diagnóstico hecho en casa

    Ya durante los primeros cinco años de vida, los progenitores de niños con hiperactividad refieren que sus hijos:

   Son inquietos

   Son molestos

   Presentan cambios frecuentes de actividad

   Maltratan los juguetes

   Tienen dificultades en el aprendizaje (olvidando pronto la información que se les da)

   Les cuesta ponerse cada zapato en su pie Les resulta difícil deletrear palabras

   Manifiestan un cierto retraso en la adquisición de las habilidades motoras, como, por ejemplo, abrocharse los botones, atarse los zapatos o sujetar correctamente un lápiz.

   No terminan lo que están haciendo

   Toleran mal las frustraciones

   Se distraen con muchísima facilidad

   Son capaces de prestar atención pero lo hacen de una forma inadecuada.

   A estos hijos hiperactivos no les falla la atención propiamente dicha, ya que cuando les interesa, ¡bien que están pendientes de la televisión o de un determinado juego! Mientras que cuando tienen que realizar otro tipo de tarea, como hacer un trabajo de la escuela o seguir detalladamente unas explicaciones, entonces se distraen con suma facilidad. Es decir, que tienen una buena capacidad de atención cuando ellos quieren, cuando el estímulo y la situación así lo requieren.

  Estos niños con TDAH no tienen una menor capacidad de atención que los niños sin este trastorno, sino que su principal defecto es el mantenimiento de la atención.

  Tienen gran dificultad para cambiar de actividad cuando están haciendo algo y tienen que pasar a otra tarea: les cuesta adaptarse a nuevos requerimientos de atención.

  Impulsividad: Cambian de una actividad a otra sin detenerse a pensar ni a planificar lo que tienen que hacer. Los niños con TDAH se caracterizan por fracasar en el sabio consejo de "pararse, mirar y escuchar" ("stop, look and listen").

   No saben analizar los detalles importantes de lo que se les dice y se pierden en una visión global, pero deficiente. Para muchos padres la impulsividad de sus hijos significa, más bien, una búsqueda y demanda inmediata de recompensas, sin dilación de tiempo.

  Exceso de actividad motriz. Frecuentemente la denominada "actividad motriz gruesa" (la de los grandes movimientos del cuerpo en general) está significativamente acentuada en los niños con TDAH y así lo reconoce la mayoría de padres.

  Mientras que respecto a la actividad motora "fina"( la que se realiza con precisión o habilidad manual) algunos padres describen a sus hijos como muy ágiles, flexibles y con un desarrollo precoz de sus habilidades motoras (deambulación, manualidad, etc.); aunque hay otros padres que, por el contrario, describen a sus hijos como torpes, descoordinados en sus movimientos y con retraso en la adquisición de las habilidades motoras.

  La calidad del sueño de los niños con TDAH también tiene sus características diferenciales. Los padres de estos niños con frecuencia señalan que se despiertan numerosas veces durante la noche y que se mueven mucho mientras duermen. De hecho, los niños hiperactivos se levantan durante la noche el doble que los niños sin este trastorno. Sin embargo, el número total de horas de sueño y el inicio del mismo de los niños con TDAH no muestra diferencia significativas con respecto a los otros niños.

  También relatan los padres de niños hiperactivos que con frecuencia presentan enuresis nocturna (escape involuntario de la orina durante la noche).

    La escuela también diagnostica

    A nadie escapa que el primer tropezón importante que sufre el niño con TDAH sucede cuando accede a la enseñanza escolar. En los primeros años de vida, en casa se podían ir trampeando las cosas a punta de paciencia y comprensión parental, pero en la escuela los docentes ya no son tan permisivos con el alumno distraído y revoltoso que no para quieto y que, además, les desmonta la clase en un santiamén, alumnos con este trastorno que aún no han sido diagnosticados ni tratados de forma conveniente.

    En líneas generales se considera que entre el 60 y el 80% de estos niños presenta algún tipo de problemas de aprendizaje y un riesgo de fracaso escolar tres o cuatro veces superior que en la población escolar normal. Con el agravante de que en los casos en los que hay asociado un retraso en el lenguaje, el riesgo de fracaso escolar se incrementa enormemente.

    ¿Cómo puede llegar la escuela a ese diagnóstico? ¿Qué síntomas muestran estos niños en el ámbito del aprendizaje? Una primera cuestión de gran importancia es su grado de atención en clase. Es obvio que el mantenimiento de la atención es una tarea fundamental de cara al rendimiento en las tareas escolares y al aprendizaje en general. Por ello, en la niñez, el mantenimiento de la concentración tiene una gran trascendencia.

  Lógicamente hay una correlación directa entre la atención y el tiempo de adquisición de los conocimientos. Por tal motivo, en el TDAH, donde el trastorno de la atención es un síntoma cardinal, es de esperar que encontremos problemas de aprendizaje. Aunque la impulsividad también está jugando un papel importante en el bajo rendimiento escolar de numerosos niños con este trastorno. Siguiendo con el perfil escolar de estos niños, sabemos que la mayoría de ellos que tienen dificultades académicas notables presentan defectos o insuficiencias en las funciones perceptivocognitivas. Aquellos alumnos que muestran bajo rendimiento escolar evidencian una gran dificultad para captar las ideas abstractas, aunque pueden desarrollar tareas concretas con éxito.

 Con frecuencia tienen problemas con los fonemas: pueden identificar las letras, pero son incapaces de pronunciarlas correctamente, y el deletreo suele ser pobre (el fantasma de la dislexia sobrevuela por encima de estos alumnos). Su lectura es muy pobre y con escasa capacidad para retener la información adecuada a su edad.

 Tienen dificultades en la realización de operaciones matemáticas. A menudo suman bien con los dedos, pero lo hacen deficientemente sobre el papel, y tienen más fracasos a la hora de hacer operaciones de resta. Y pueden llegar a memorizar la tabla de multiplicar, pero dividen mal.

 El análisis de las funciones cognitivas en los niños con TDAH con problemas de aprendizaje muestra diferencias significativas con respecto a los niños con problemas de aprendizaje pero sin hiperactividad (en este caso serían los que antes se llamaban TDA, sin la H). Por tanto, los que son hiperactivos manifiestan una capacidad exploradora de la información escolar más restrictiva y limitada, especialmente cuando el material de la información obliga a pensar con detenimiento en ideas complejas. Al mismo tiempo, estos niños parecen disponer de una menor capacidad para separar la información irrelevante (los detalles superfluos) a favor de la relevante (el auténtico meollo del asunto).

    En resumen, estos niños presentan dificultades y deficiencias en la incorporación de nueva información y su aplicación en el ámbito de las ideas. Y ellos solos no podrán salir adelante sin la ayuda del estamento docente. Así, el profesor que detecte estas alteraciones en un alumno deberá avisar a quien corresponda (psicólogo escolar, pediatra, padres, etc.) para que se complemente el estudio del niño con las adecuadas exploraciones médico-psicológicas que conduzcan al diagnóstico y al oportuno tratamiento.

    Libros realmente interesantes sobre este tema

    Existe mucha información sobre el TDAH en la red.

    Este pequeño libro de 146 páginas "va al grano": definición, causas, diagnóstico, otros comportamientos que se parecen al TDAH pero que no lo son, tratamiento (médico y psicológico), etc. Al acabar de leerlo tendrás una idea muy realista de lo que es el TDAH de tu hijo y cómo enfrentarte a él. Lo mejor del libro: la idea de que este trastorno es de origen biológico y que, por lo tanto, no es culpa de los padres. Entender esto es fundamental para alejar parte de la angustia de los padres y racionalizar el problema.

    Convivir con niños y adolescentes con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)    Autor: Cesar Soutullo Esperón    Editorial: Médica Panamericana    ISBN: 9780757302299    Por:

 Paulino Castells. Con la autorización de: www.solohijos.com

   B) Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo

     "¿Cómo le convenzo para que se siente a hacer los deberes? ¿Qué le digo para que no se levante mientras come? ¿Hay alguna manera de ayudarle a mejorar sus trabajos? ¿Qué hago para que me escuche?... " Si tienes un hijo con hiperactividad seguro que éstas y muchas otras preguntas han pasado mil veces por tu cabeza. Las respuestas te las dan una serie de estrategias que te explicamos a continuación.

 Los síntomas que caracterizan el Déficit de Atención con Hiperactividad son la impulsividad, la hiperactividad y la baja atención. Pero, sin duda, lo que ayuda a detectarlo es observar si un niño manifiesta con frecuencia las siguientes conductas:

  · Su comportamiento es infantil para su edad, excesivamente inquieto y dependiente; más propio de un niño de menor edad.

 · Le cuesta concentrarse, no mantiene la atención cuando es necesario.

 · Es desorganizado y suele hacer los trabajos con una baja calidad.

 · Frecuentemente deja los trabajos sin terminar o interrumpe los juegos.

 · Está continuamente levantándose cuando debería estar sentado, por ejemplo, en la clase o a la hora de comer.

 · Es muy impulsivo, hace las cosas sin meditarlas previamente.

 · Mueve mucho las manos y los pies.

 · Suele interrumpir a los demás cuando están hablando o realizando alguna actividad.

 · Siempre está corriendo y saltando, como si tuviera un motor en marcha.

 · Le cuesta relacionarse con otros niños debido a que siempre está cambiando de juego, no respeta los turnos y no sigue las reglas del grupo.

  · A menudo pierde cosas o las olvida.

 · Es desobediente y su comportamiento provoca las quejas de sus profesores. Si tu hijo cumple algunos de los puntos expuestos aquí, quizás sea recomendable acudir a un profesional para diagnosticar o descartar el trastorno de hiperactividad.

     Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo

  La forma de tratar el "trastorno de déficit de atención con hiperactividad" es modificar o compensar lo más posible aquellas conductas típicas que repercuten negativamente en la vida diaria del niño y de su familia. El objetivo principal es reducir su impulsividad e inquietud motriz y aumentar su atención, que son la fuente de sus principales problemas. Las corrientes psicopedagógicas conductista y cognitivista ofrecen diversas estrategias para tratar la hiperactividad. La corriente conductista centra su atención en cómo el ambiente en el que se mueve el niño (la familia, los profesores, etc.) interactúa con él para, manejando esta interacción, modificar las formas de comportamiento. La corriente cognitivista actúa directamente sobre el niño enseñándole a ejercer su propio control a través del entrenamiento en estrategias.

     Corriente conductista: cambiar una conducta inadecuada a través del ambiente

  Para modificar determinadas actitudes, como la agresividad o la desobediencia, se emplean técnicas de cambio conductual que se apoyan en la psicología conductista. La base de todas ellas es la idea de que todo comportamiento es una forma aprendida de responder a determinadas circunstancias. Cuando lo que obtenemos al responder de determinada manera es bueno, agradable o sirve a nuestros propósitos, esa respuesta se instaura en nosotros, es decir, la aprendemos y siempre que nos vemos en circunstancias similares respondemos igual. Por el contrario, si con nuestra actuación no logramos lo esperado, desechamos la respuesta como "no válida" y dejamos de emplearla. Esto supone que tu actitud es fundamental a la hora de manejar la de tu hijo, ya que es la que le proporciona la información de si sus respuestas son adecuadas y sirven a sus propósitos o, por el contrario, debe sustituirlas por otras. Los padres pueden, sin darse cuenta, fomentar las respuestas inapropiadas. Un ejemplo muy claro es cuando se cede a un capricho, que se ha negado en un principio, para contener una rabieta. La conclusión del niño en esta ocasión es clara (y muy lógica): "enfadándome, gritando y tirando las cosas consigo lo que yo quiero". Resultado: cada vez recurrirá con más frecuencia a las pataletas. Las técnicas de cambio de conducta lo que hacen es controlar las consecuencias de las acciones convirtiéndolas en agradables, a través del "refuerzo positivo", o desagradables mediante el "castigo". Aquellas conductas del niño a las que siga un "refuerzo positivo" serán aprendidas como útiles y se repetirán; aquellas otras a las que acompañe un "castigo" terminarán desapareciendo. Los refuerzos pueden ser muy variados. Al principio, cuando una actitud está muy instaurada, se recurre a recompensas de tipo material (un juguete, una chuchería, etc.). Posteriormente se van restringiendo este tipo de refuerzos para que el niño no haga las cosas por el premio sino por que realmente ha adquirido nuevas actitudes con las que se siente más satisfecho. Para ello, desde el principio (junto con las recompensas materiales) y a lo largo del tiempo (cuando ya se han eliminado aquellas) el niño debe recibir refuerzos sociales como abrazos, alabanzas o cualquier otra manifestación de afecto por lo bien que ha actuado. Por otra parte, los castigos que siguen a las conductas que deseamos eliminar serán cosas como quedarse sin ver la tele o recoger el cuarto, pero jamás castigos físicos. Además, todo castigo debe ir acompañado del refuerzo de la conducta alternativa.

 ¿Cómo puedes aplicar todo esto?

 Una forma es hacer un trato con tu hijo. Piensa en alguna cosa que quieras cambiar de él, por ejemplo, que no se levante de la mesa mientras come. Ya tienes establecido el objetivo general. Ahora, en función de la problemática, piensa cuándo y cómo vas a reforzar el cambio de comportamiento: si tu hijo no aguanta más de tres minutos seguidos en la mesa, empieza por reforzar que consiga estar sentado al menos cinco minutos. Según le vaya resultando más sencillo cumplir el objetivo ve aumentando el tiempo hasta que, finalmente, reciba el premio sólo si permanece toda la comida sin levantarse. El siguiente paso es acordar el premio o refuerzo. En este caso lo más apropiado es un sistema de puntos o fichas canjeables. Elabora con tu hijo una lista de cosas que le gustaría hacer o conseguir y pon a cada cosa un valor en función de sus características: un caramelo 2 puntos, media hora más con el ordenador 8 puntos, ir al cine 14 puntos, comprar un juguete determinado 20 puntos, etc. Ya sólo queda ponerlo en práctica: cada vez que tu hijo cumpla el objetivo marcado refuérzale con un punto y cuando desee canjearlos dale la recompensa que le corresponda según acordasteis.

 En el libro Nuestro hijo es hiperactivo puedes consultar otras técnicas que aplican estos mismos principios.

     Corriente cognitivista: enseñar a hacer las cosas mejor

  Según la corriente cognitivista, la forma más adecuada de ayudar a un niño hiperactivo a resolver sus problemas correctamente es entrenarle en los pasos que debe seguir, es decir, darle estrategias para que sepa cómo actuar. Por ejemplo, mantener la atención es una habilidad casi automática en la mayoría de las personas, pero para un niño hiperactivo es todo un triunfo. Para facilitarle esta tarea debemos enseñarle cómo se presta atención facilitándole una serie de instrucciones que resuman eso que hacemos las personas cuando prestamos atención (centrarnos en lo importante, ignorar los estímulos irrelevantes, etc.). En este caso estaríamos hablando de estrategias atencionales. Dicho así parece muy abstracto, sin embargo lo puedes aplicar de forma particular a cada una de las tareas con las que tu hijo tenga dificultades.

 Una manera de hacerlo efectivo es el "modelo de autoinstrucciones" que debéis practicar cada día tantos días como sea necesario hasta que tu hijo sea capaz de realizar el quinto paso de forma natural:

  1. Modelado: haz tú la tarea mientras vas diciendo en voz alta los pasos que sigues, mediante instrucciones claras y concisas.

 2. Guía externa manifiesta: ahora es él quien realiza la misma tarea mientras le ayudas repitiendo junto con él los pasos.

 3. Autoguía manifiesta: el niño repite solo las instrucciones, en voz alta, mientras hace la tarea. 4. Autoguía manifiesta atenuada: en vez de hablar en voz alta debe cuchichear las instrucciones. 5. Autoinstrucciones encubiertas: finalmente el niño realiza la tarea en silencio mientras se guía por las instrucciones a través del pensamiento.

 Esther García Schmah. Pedagoga. Con la autorización de: www.solohijos.com 

   C) Abordar el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)

    La intervención psicopedagógica debe centrarse en la institución escolar y es indispensable una formación del profesorado al respecto

    Los autores de esta propuesta pretenden resaltar una realidad cada vez más presente en nuestras aulas, cual es el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, y en el ámbito de la intervención y tratamiento del mismo abogan por proporcionar a todos los profesionales que intervienen en el proceso educativo una formación básica “que permita ir considerando a estos niños como sujetos de atención especial”.

    Es un hecho ya admitido, apoyado por las investigaciones sobre efectos del tratamiento del TDA-H, que la intervención psicopedagógica debe centrarse en la institución escolar, y que ha de ser ésta la que dé respuesta adecuada a las distintas necesidades educativas que puedan presentar sus alumnos.

    Y es obvio que para que la intervención sea eficaz, desde los primeros pasos, se necesita que el profesorado tenga una formación al respecto. En la actualidad, ésta la están adquiriendo, en la mayoría de los casos por propia iniciativa y no dirigida a la intervención, sino más bien a la información del trastorno.

    Lo que se pretende, desde esta propuesta, es asegurar en todos los profesionales que intervienen en el campo educativo, una formación básica que permita ir considerando a estos niños como sujetos de atención especial. Esta fase, que podríamos llamar de sensibilización, en un principio podría ser coordinada desde el Equipo de Orientación, a través de seminarios, materiales informativos... y que será más específica en función de la demanda del personal docente y de la implicación de los Centros de Formación del Profesorado dependientes de la Consejería de Educación.

    Formación Básica

    El objetivo de la primera fase (formación básica) se cubriría asegurando que el profesorado (no una minoría de éste) tuviese un conocimiento suficiente, aunque general, de las características y problemática del niño hiperactivo, así como su diferenciación, a nivel educativo, de otros niños que, presentando dificultades comportamentales y/o en el aprendizaje, responden a otras causas. Sería motivo de reflexión el conocimiento de la sintomatología del TDA-H, por áreas, observables en el contexto escolar, y que se podría sintetizar en (Bermúdez y Bermúdez, 2004)

    Área cognitiva:

 Se distrae con facilidad, limitación de capacidad de atención, no presta atención a los otros, no acaba casi nunca las tareas y parece como si estuviese en las nubes.    Área afectiva-emocional: Suele culpabilizar a los otros negando sus errores, hay cambios frecuentes y bruscos de estados de ánimo, exige siempre del profesor demasiadas atenciones, no tiene confianza en sí mismo y se siente inferior a los demás, tiene aspecto de estar enfadado y de ser muy susceptible, parece que lo importante para él es llamar la atención de los demás, necesita que se le ayude de forma continuada y es impulsivo e irritable

   Área motora:

 Hay un excesiva inquietud motora, aspecto de intranquilidad constante, de movilidad e inestabilidad motriz, exige respuestas inmediatas a sus demandas casi siempre impulsivas y está tenso, es muy difícil de lograr la relajación.

    Área de habilidades sociales:

 Su conducta molesta a los demás, tiene muchas dificultades para actividades y tareas cooperativas, no tiene sentido de las reglas y normas del grupo, acepta mal las indicaciones y directrices del profesor, rechaza las órdenes, no las reconoce, el grupo no suele aceptarlo bien, es negativo en su conducta, aunque intenta dominar a los demás y no cuida sus cosas, ni las ajenas.

    Área de aprendizaje:

 Dificultad en el aprendizaje de las matemáticas- aritmética / cálculo-;en la lectura; en la coordinación viso-motriz, y, en el uso de la memoria- memoria de trabajo- y es lento en el trabajo, sobre todo en las tareas que exigen atención y cooperación.

    Formación específica

    El objetivo de la segunda fase ( formación específica) podría implicar, tal como propone Miranda et al. (2000), la profundización en los conocimientos generales sobre el TDAH: Entrenamiento en Técnicas de Modificación de Conducta, entrenamiento en técnicas de autodirección: autoinstrucciones, acomodaciones educativas, entrenamiento en la técnica de autoevaluación reforzada y asesoramiento y seguimiento.

    También, se considera muy adecuado para dicha formación el Programa de Entrenamiento en Estrategias Metacognitivas para Maestros de Niños Hiperactivos (García y Magaz, 2000). Este Programa se encuentra estructurado en seis unidades cuyas temáticas son las siguientes: Orígenes, definición y desarrollo del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDA-H). Aspectos teóricos del desarrollo cognitivo y metacognitivo. Actitudes del maestro e hiperactividad. Diseño del ambiente escolar para el aprendizaje de niños hiperactivos. Estrategias de intervención en relajación, reducción de la tensión y ejercicio físico para niños hiperactivos en el área escolar. Estrategias metacognitivas de intervención en: inhibición perceptiva muscular, atención y concentración para niños hiperactivos en el área escolar.

    Consideramos, que una adecuada formación del profesorado al respecto, sería necesaria y suficiente para un primer paso en la identificación y decisiva para un correcto tratamiento desde el ámbito escolar.

    Plan global de intervención en el grupo-clase

    Éste, por tener como referente el grupo-clase, necesita ser consensuado por todo el Equipo de Profesores que impartan clase en el mismo y conocido, en función de la edad, por los alumnos que lo integran.

    Las siguientes orientaciones van encaminadas a favorecer, desde el grupo-clase, la respuesta educativa para alumnos con TDA-H, sin olvidar las singularidades que aparecerían descritas en la correspondiente ACI.

    Relativas a la distribución física del niño/a en el grupo-clase: Sentarle cerca de la mesa del profesor y alejado de toda fuente de distracción: ventanas, puerta de entrada al aula ruidos..., buscando su ubicación en fila, mientras realiza una tarea personal, para evitar las distracciones interpersonales. Procurar que su mesa, mientras realiza una tarea tenga el mínimo de elementos distractores, dejando lo específicamente necesario: ficha, cuaderno, pinturas... Permitirle que se levante de su sitio, cada cierto tiempo, ampliando éste periodo a medida que se va aplicando el Programa (tiempos de trabajo más largos y los descansos más cortos). A este respecto es conveniente estar atento a las señales de nerviosismo o inquietud que puedan aparecer para darle respuesta, intentando que mientras hace la tarea permanezca en el sitio. Cuando se programa alguna actividad en grupo, colocarlo con compañeros que sean atentos, reflexivos y tranquilos en sus conductas.

    Relativas a la integración del niño/a en el grupo-clase:

 Hacerle ver al niño, de acuerdo con su edad y posibilidades, que se le va ayudar de forma específica para que atienda mejor y pueda ir haciendo las tareas como los demás niños, pidiéndole su colaboración. Hablar con los compañeros para que sepan comprender sus comportamientos y facilitar las buenas relaciones entre ellos. Darle funciones de colaboración en el aula, como repartir y recoger materiales indicados por el profesor o hacer recados dentro del Colegio.

 Trabajar, a nivel de grupo, habilidades y estrategias que mejoren las relaciones sociales con su entorno y que fomenten acciones de: Interacción con sus iguales y con los adultos, comunicación (pedir, preguntar, conversar,...), resolución de problemas (conflictos), expresión de sentimientos (alegría, tristeza, aceptación, rechazo,...) y cooperación, responsabilidad.

    Especial mención quiero hacer a este apartado por las repercusiones que tiene en la mejora del autocontrol y autoconcepto del niño diagnosticado de TDA-H, evitando o disminuyendo el riesgo de desarrollar otros trastornos del comportamiento.

    Relativas a la organización curricular:

 Enseñarle, en colaboración con el profesor especialista, a autorregularse en los tiempos y secuencias que precise la tarea. Acomodar el aprendizaje bajo los principios de personalización y estructuración (trabajo muy estructurado y predecible con reglas claras y constantes), utilizando estrategias metodológicas que incluyan apoyo visual, participación activa del alumno... Seleccionar objetivos de aprendizaje adecuados a la actual realidad del niño, evitando establecer “a priori” una homogeneización con el grupo. Empezar con tareas más cortas que las propuestas para el grupo, e irle reforzando todas las conductas de mantenimiento de la atención, proporcionándole las siguientes de forma progresiva, nunca que le abrume, ya que esto le aumenta considerablemente su nivel de ansiedad.

    Asegurarse, antes de que empiece a realizar un trabajo, que ha entendido bien lo que ha de hacer, usando para ello la estrategia de que repita con sus palabras la tarea encomendada. Facilitarle la tarea de preguntar cuando se haya distraído y no haya entendido lo que se le ha pedido, dándole muestras de comprensión y no de recriminación. Sugerir al niño que vaya describiendo la tarea que realiza, ya que ello facilita la atención y, como consecuencia, el aprendizaje. Utilizar un sistema de elogio de conductas adecuadas, fundamentalmente atencionales, reflexivas y relacionales, mediante el uso de refuerzos y recompensas, procurando ignorar las conductas inadecuadas. Buscar algún tiempo, dentro del grupo, para reforzar aquellos aprendizajes que pueda tener menos afianzados. También se podrá recurrir a la colaboración de algún e para controlar y reforzar las tareas que se envíen para casa, tareas que siempre han de estar tasadas teniendo en cuenta la realidad del niño.

    Estas y otras sugerencias favorecerán cambios en las realizaciones del niño en las distintas áreas, ya de desarrollo, ya de aprendizaje, cambios que serán recogidos en una hoja registro que cumplimentará el tutor/a con la participación de los demás profesores de aula y que contrastará, quincenalmente, con el profesor/a de apoyo específico (P.T.) y analizará, periódicamente (mensual o bimensualmente), con el orientador del Centro.

    José Luis Santos Cela. Psicólogo de los Equipos Psicopedagógicos de la Junta de Castilla y León    Esperanza Bausela Herreras. Doctora en Psicología y Ciencias de la Educación y licenciada en Psicopedagogía

    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS    Bermúdez, M.P. y Bermúdez, A.M. (2004). Manual de Psicología Clínica Infantil. Madrid: Biblioteca Nueva.

    García, E.M. y Magaz, A. (2000). Mitos, Errores y Realidades sobre la Hiperactividad Infantil. Guía para padres y profesionales. Bilbao: Grupo ALBOR – COHS.

    Miranda, A. et al. (2000). Intervención psicopedagógica en el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Revista de Neurología Clínica, 1, 203-216.

    Con la autorización de: http://comunidad-escolar.pntic.mec.es

   D) La hiperactividad en niños de 6 a 12 años

    El niño hiperactivo tiene dificultades para mantener la atención y concentrarse, es inquieto, no para de moverse en la silla y habla hasta cuando no toca. Simplemente, no puede controlarse. A veces, este comportamiento repercute en el rendimiento escolar. La inmersión en las rutinas del colegio suele poner en evidencia este trastorno que, en ocasiones, crea problemas de adaptación social y de aprendizaje.

    "Este niño me agota", "Es que no para", "¿Es que nunca se te acaban las pilas?". Seguro que más de una vez hemos escuchado frases como éstas. Hay niños revoltosos, nerviosos y movidos, pero a veces detrás de un niño que no para se esconde un problema que preocupa a muchos padres y que nada tiene que ver con el clásico niño travieso. Es el caso de los niños que padecen el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH), un trastorno de origen neurobiológico que se caracteriza, como su nombre indica, por una falta de concentración, impulsividad y/o hiperactividad excesiva o inapropiada.

    Durante la primera etapa escolar ya se puede hacer un diagnóstico definitivo que determine si nuestro hijo padece o no este trastorno. Cuando era más pequeño quizá pensábamos que estaba pasando una fase especialmente movida, que ya cambiaría. Pero van pasando los años y el niño continúa igual. Éstas son las características que presenta un niño con TDAH a estas edades:

    1. Atención y concentración:

    Dificultad para establecer un orden en sus tareas o pequeñas responsabilidades en casa.    Le cuesta ponerse en marcha (vestirse, hacer los deberes…) porque se distrae fácilmente con cualquier estímulo.    Presenta problemas para mantener la atención hasta finalizar sus tareas (hace dibujitos, se distrae con el lápiz…).    Pierde u olvida cosas necesarias (agenda, abrigo, bufanda, cartera, deberes…).    Parece no escuchar cuando se le habla.    Olvida realizar sus tareas cotidianas (cepillarse los dientes, recoger la ropa…).

    2. Impulsividad:

    Con frecuencia actúa sin pensar.    Habla en momentos poco oportunos o responde precipitadamente a preguntas que incluso no se han terminado de formular.    Le cuesta obedecer las órdenes, no porque no quiera, sino porque no está atento cuando se le formulan.    Interrumpe a menudo durante juegos o explicaciones.    Suele ser poco precavido y olvida planificar (por ejemplo, se pone a hacer los deberes sin el material).

    3. Hiperactividad:

    A menudo mueven los pies y las manos o se levantan de la silla.

    Van de un lugar a otro sin motivo aparente.

    Se balancean sobre la silla.

    Juguetean frecuentemente con pequeños objetos entre las manos.

    A menudo canturrean o hacen ruidos inapropiados con la boca.

    Hablan en exceso.

    Durante el juego les cuesta esperar su turno y jugar de forma tranquila.

    Todas estas características son normales en cualquier niño, pero en el caso de los niños con TDAH se dan con mucha mayor intensidad y frecuencia y pueden interferir en su proceso de aprendizaje y/o en sus relaciones sociales y familiares. Y es entonces cuando se convierte en problema. Hay muchas personas despistadas o impulsivas, pero estos rasgos de personalidad no les impiden quedarse quietas o concentrarse cuando es necesario.

    Tipos de TDAH

   Este trastorno se puede manifestar de tres formas diferentes, según predomine una u otra dificultad. Según los criterios del manual de Diagnóstico y Estadística de la Asociación de Psiquiatría Americana (1994), los tipos de TDAH son:

    Inatento: Son aquellos niños que presentan principalmente dificultades en la capacidad de atención. Es el clásico despistado que tiende siempre a estar en su mundo y ensimismado en sus pensamientos.

    Impulsivo-hiperactivo: Los niños que presentan dificultades de autocontrol. Aquellos que no pueden estar cinco minutos quietos, se levantan sin necesidad o dicen lo que piensan en cuanto se les pasa por la cabeza.

    Combinado: Presenta síntomas de inatención, de impulsividad y de hiperactividad.

    El niño, durante los primeros años de escolaridad, suele ser capaz de concentrarse y trabajar solo, presenta un pensamiento reflexivo, sabe jugar siguiendo unas normas y trabajar en grupo. El cambio, el niño con TDAH tiene dificultades a la hora de realizar estas actividades: no puede hacer los deberes porque olvidó anotarlos en la agenda, algunos compañeros no quieren jugar con él o, en muchos casos, se encuentra sentado solo al final de la clase.

 Por todo esto, a menudo los niños con TDAH presentan problemas asociados como:

    Baja autoestima.

    Mal comportamiento.

    Problemas de adaptación en la escuela.

    Mayor facilidad para sufrir accidentes.

    Problemas en las relaciones con los familiares y amigos.

    Problemas de sueño.

    Problemas emocionales.

    Dificultades a la hora de aprender.

    Alto nivel de ansiedad.

    Un buen diagnóstico será fundamental para que padres y maestros acompañemos al niño con TDAH durante esta etapa escolar e intentemos evitar la aparición de estos problemas asociados.

    El diagnóstico

    En los primeros años de escolaridad, exigimos al niño gran cantidad de demandas que para él representan cambios importantes. En casa debe ayudar cada vez más, debe permanecer sentado durante toda una comida familiar o destinar un tiempo, que antes ocupaba jugando, para hacer sus deberes escolares.

    También ocurren grandes cambios cuando entra en la escuela. Los horarios son más pautados, el número de niños por maestro es mayor… pero, sobre todo, se le exige una gran atención y control sobre sí mismo. Estos cambios, que para la mayoría se produce de una forma natural, para los niños con TDAH no son tan sencillos. Los padres luchan con sus hijos a la hora de hacer los deberes y el profesor se da cuenta de que aquel niño no rinde o no se comporta como los demás niños del grupo.

    Por eso, muchas veces el diagnóstico coincide con la entrada del niño en el colegio. El gran número de exigencias, a las que el niño con TDAH no puede responder, hacen que durante la etapa escolar sea más evidente la necesidad de un diagnóstico. Los padres debemos acudir a un profesional clínico especializado para que realice el diagnóstico. Este profesional necesitará, además de la información que le podamos dar nosotros, información por parte de la escuela mediante informes o cuestionarios, así como la exploración y observación del comportamiento y rendimiento del niño. Muchos niños son "etiquetados" por las personas que les rodean. Estas etiquetas de "gandul" o "maleducado" no facilitan la comprensión de lo que realmente le sucede al niño ni orientan cómo ayudarle, a él y a su familia. Será mediante un diagnóstico que confirme o descarte el trastorno cuando se podrá comenzar a proporcionar la ayuda adecuada. Además, el profesional deberá evaluar si existen otros problemas asociados.

    Si el especialista determina que tu hijo padece TDAH, establecerá una serie de técnicas de autocontrol y todos los tratamientos que requiera su caso concreto. En cualquier caso, diagnosticar el trastorno es el primer paso para comprenderlo y buscar soluciones.

    Fundación ADANA    Con la autorización de: www.solohijos.com

   Tertulia dialogada.

 Escribir las dudas sobre este texto y dos ideas interesantes. Contestar por escrito a estas cuatro preguntas y llevarlas después a la reunión general de la tertulia:

 1. ¿Cómo hacer el diagnóstico en casa?

 2. ¿Cómo tratar con la corriente conductista?

 3. ¿Cómo hacer la intervención en el grupo=clase?

 4. ¿Qué problemas tienen los niños hiperactivos?

   Bibliografía:

 Cesar Soutullo Esperón. Convivir con niños y adolescentes con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Editorial Médica Panamericana

   Enlaces de Internet:

Abordar el trastorno de déficit de atención con hiperactividad

Técnicas y estrategias para ayudar al niño hiperactivo

Cómo saber si mi hijo es hiperactivo

Niños hiperactivos

La hiperactividad en niños de 6 a 12 años

Atención a los alumnos con déficit de atención por hiperactividad

¿Cómo afecta el sistema sensorial en el aprendizaje?




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