17. Creo en el Espíritu Santo |
Introducción
Después de afirmar en el Credo nuestra fe en Dios Padre y en Dios Hijo -nuestro Señor Jesucristo-, confesamos también la fe en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo -tercera persona de la Santísima Trinidad- es Dios.
Sin embargo, el Espíritu Santo es para muchos el Gran Desconocido, aunque, como dice San Pablo, el cristiano es templo del Espíritu Santo. Desde el mismo momento del bautismo está en nuestra alma en gracia santificándola y adornándola con sus dones. Si no lo echamos por un pecado mortal, Él nos inspira y nos asiste, guiándonos hacia el cielo. Es el Paráclito o Consolador, el "dulce huésped del alma".
Este es el gran don de Jesucristo al subir al cielo, como lo había prometido a los apóstoles en la última Cena: "Os conviene que yo me vaya. Pues, si no me fuere, el Paráclito (el Espíritu Santo) no vendrá a vosotros; pero, si me fuere, os lo enviaré" (Juan 16,7). Y, efectivamente, en el día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo.
Al estudiar este tema hemos de pedir al Espíritu Santo que nos ayude a entender su misteriosa acción en la Iglesia y en nuestra alma.