Christine se asombra de lo fácil que le resulta de pronto la conversación.
Algo se estremece bajo su piel. ¿Quién soy yo de hecho, que me está pasando?
¿Por qué puedo hacer de pronto todo esto? ¿Con qué soltura me muevo, y eso
que siempre me decían que era rígida y patosa? Y con qué soltura hablo, y
supongo que no digo ninguna ingenuidad, porque este caballero tan importante me
escucha con benevolencia. ¿Me habrá cambiado el vestido, el mundo, o lo
llevaba todo dentro y sólo carecía de valor, sólo estaba siempre demasiado
atemorizada? Mi madre me lo decía. A lo mejor no es todo tan difícil, a lo
mejor la vida es infinitamente más ligera de lo que creía, sólo hay que tener
arrojo, sentirse y percibirse a sí misma, y la fuerza acude entonces de cielos
insospechados. (Stefan Zweig, "La embriaguez de la metamorfosis").
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