-Poco me importa a mí si sois caballero o  _andido:

pagadme y de_aos  de cuentos.

-¡Vos sois un mentecato y un mal  _entero!

-dijo don Quijote con gran  indignaci_n

y, como no  quer_a  discutir,

picó espuelas a   Rocin_nte

y salió de la venta sin  compro_ar  siquiera

si su e_cudero le seguía.

Entonces el ventero fue en  _usca  de Sancho

pero Sancho le soltó que si su amo no pagaba,  _l  tampoco.

-No  tem_is,  señor ventero

-dijeron entonces unos  mo_os  fortachones

y  _romistas  que se alojaban en la venta-,

que nosotros le _aremos  pagar

la cuenta a ese  des_ergonzado...

Y lo que hicieron fu_  sacar a Sancho

a rastras _asta  el patio,

_echarlo  en mitad de una manta

y lanzarlo  arri_a  y abajo como si fuera un muñeco.

-¡Señor don Quijote,  _eñor  don Quijote!

-clamaba Sancho a _oz   en grito-.

¡Venga a  a_udarme,  que me matan!

Al  o_r  aquello, don Quijote se detuvo

y, viendo que Sancho no le segu_a,

volvió al galope _a  la venta para ayudarle.

Pero el ventero  ha_ía  cerrado la puerta,

así que don Quijote no pudo  _acer  otra cosa

más que mirar  c_mo  su escudero

volaba como un  go_ión  al otro lado del muro.

-¡Gente endia_lada  -decía-, no lo maltratéis más!

Media _ora  estuvieron los mozos manteando a Sancho,

que _olvió  a tierra firme tan mareado

y confuso que apenas  logra_a dar un paso a derechas.

La compasi_a  Maritornes le ofreció un jarro de agua,

pero Sancho pidió un trago de _ino,

y lo  pag_  con su propio dinero.

Y, en cuanto se lo aca_ó  salió de la venta

a lomos de su _asno  tan aprisa como pudo.

El _álsamo  y el manteo

lo _abían  dejado lastimado y dolorido,

pero, cuando ya alcanza_a  a don Quijote

_echó  la vista atrás y dijo con cierta alegría:

-¡Qu_  demonios, al menos no he pagado!