Un corazón de bronce |
Ahora ya sabéis de quién decimos: es un joven de carácter. Lo decimos de aquél que tiene principios, ideales nobles y sabe ejecutarlos y permanecer firme en ellos. Permanecer firme, aun cuando nadie en el mundo confiese estos nobles ideales; aun cuando todos los que le rodean sean cobardes y sin carácter. Permanecer firme, a pesar de millares y millares de ejemplos adversos y malos. ¡Permanecer firmes en nuestros principios, sean cuales fueren las circunstancias! Sólo Dios sabe cuán terriblemente difícil es a veces.
En las sangrientas persecuciones de los primeros siglos cristianos, apresaron a un campesino sencillo y lo pusieron ante una estatua de Júpiter...
- “Echa incienso en el fuego y sacrifica a nuestro dios”.
- “¡No lo hago!” -contesta con calma Barlaam.
Empiezan a torturarlo. En vano. Entonces extienden a viva fuerza su brazo para que la mano esté justamente encima de las llamas y le ponen incienso en la palma.
- “¡Deja caer el incienso y serás libre!”
- “¡No lo hago!” -repite Barlaam.
Y allí está de pie, inconmovible, con el brazo extendido. La llama de fuego va subiendo, ya está lamiendo la palma de la mano, ya empieza a humear el incienso... pero el hombre sigue invencible. El fuego consumió su mano, y así se quemó el incienso, pero el corazón del mártir Barlaam no fue perjuro a su Dios: Un corazón de bronce.
Tihamer Tóth. El joven de carácter.
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- Necesidad de ser valiente y firme en las convicciones.
Contenido.-
Objetividad
La
Objetividad es el valor de ver el mundo como es, y no como queremos que sea. Con
la autorización de :
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Actividades.-
1. Después de repartir el texto a los alumnos, leerlo en voz alta y
hacer preguntas de comprensión.
2. Hacer equipos para contestar a estas dos preguntas:
a) ¿Cómo demostró su carácter el mártir Barlaam?
b) ¿En qué ocasiones se tiene que luchar para hacer lo que se debe?
3. Puesta en común y hacer un listado en la pizarra con las
contestaciones a la pregunta b) | Página
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Los seres humanos somos una compleja mezcla de sentimientos,
raciocinio, experiencia y aprendizaje. Todos estos elementos pueden brindar a
una persona una percepción de la realidad que puede estar equivocada.
Cuando una persona no es objetiva, se centra en las
circunstancias y no en los problemas. Observa las cosas superficiales, pero no
el fondo. Probablemente todos conocemos a alguien que comete un error al no
juzgar correctamente la realidad: la persona desilusionada porque había
idealizado a su pareja, el muchacho que reprobó el examen porque pensó que sería
más fácil de lo que esperaba, el trabajador que no juzga correctamente las
circunstancias y pone en peligro a los demás, las personas que discuten porque
uno de ellos se aferra a su propia visión.
Ser objetivo es un reto importante, porque exige de nosotros
ver los problemas y las situaciones con un enfoque que equilibre adecuadamente
emoción y razonamiento. Esto por supuesto es complicado cuando las conclusiones
se basan más en los sentimientos. Por ello el valor de la objetividad es tan
importante, porque nos permite dar su justo peso a los acontecimientos y obrar
de una forma coherente.
Una de las formas más eficientes de vivir el valor de la
objetividad es viendo los problemas y las situaciones desde todos los puntos de
vista. En este proceso el escuchar la opinión de gente madura y desinteresada
nos permite observar las cosas con menos apasionamiento y con mayor objetividad.
En ocasiones estamos tan inmersos en los problemas que no logramos ver la solución,
por obvia que parezca. En otras ocasiones nos aferramos a nuestro orgullo o a un
juicio equivocado por no contar con toda la información necesaria.
La objetividad nos permite tomar decisiones más eficientes,
mejora nuestras relaciones humanas, tiene un impacto positivo en la familia. La
objetividad nos permite ser más justos con quienes nos rodean y siempre nos
abre las puertas.
La lucha por ser objetivos implica el ceder un poco ese
“Yo” que a veces nos pesa tanto. En ocasiones no es orgullo, ni soberbia,
sino que simplemente tenemos una tendencia natural a creer que tenemos la razón.
Si evaluamos siempre que existe la posibilidad de estar equivocados, nos permite
ser más certeros y apreciar todo con mayor objetividad.
Para vivir este valor siempre es conveniente:
- No permitir que las circunstancias o personas nublen el
hecho central que estamos tratando de resolver.
– Escuchar atentamente, pedir consejo y considerarlo
seriamente.
– No apasionarse. Los sentimientos son fundamentales para
el ser humano, pero no son el único factor para evaluar un problema o situación.
– Centrarse en los hechos, no en las personas. Es fácil
perder objetividad cuando decimos “es que siempre haces lo mismo, eres igual
que tu papá”. Es mejor atender a qué ocurrió y que razones y consecuencias
se desprenden del hecho, sin calificar a la persona.
– No precipitarse en los juicios. Quien es objetivo razona,
observa, escucha y concluye en base a información. Si no se realiza este
proceso los juicios son apresurados, no se vio todo lo que había en juego y tal
vez no se sabe todo lo necesario para entender lo que realmente sucede.
Una persona objetiva siempre es apreciada porque genera a su
alrededor un sentido real de paz y de justicia. El valor de la Objetividad, además
de ahorrarnos muchos dolores de cabeza, puede hacernos mejores personas.
®Arturo Ramo García.-Registro de Propiedad Intelectual
de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
Plaza Playa de Aro, 3, 1º DO 44002-TERUEL (España)
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