En un campo de concentración |
El
padre Kolbe en un campo de concentración
Por Gabriel Marañón Baigorrí
Sucedió durante la segunda
guerra mundial. Los ejércitos alemanes habían ocupado Polonia. El 17 de
febrero de 1941 llegó la Policía alemana al convento de Niepokalanow. El padre
Maximiliano Kolbe fue deportado a la prisión de Pawtak, en Varsovia, y
encerrado en un barracón.
Un día visitaba el oficial jefe el barracón. El odio de aquel hombre se
encendió en cuanto vio al religioso con su rosario y crucifijo pendientes del cíngulo.
Y, cogiendo entre sus manos el crucifijo, dándole tirones, le decía:
"Pero ¿tú crees en esto?" El padre Kolbe, con gran mansedumbre y
serenidad, le dijo: "Sí, señor, creo en esto". El oficial alemán, pálido
de ira, le dio una bofetada. Tres veces le, hizo la misma pregunta y tres veces
le contestó el franciscano: "Creo, sí, señor". Otras tantas
bofetadas le dio el oficial.
El padre Kolbe fue trasladado más tarde al campo de concentración de Auschwitz.
Primero se le ocupó como peón para la construcción de un muro. Después se le
mandó a la tala de troncos a cuatro kilómetros del barracón. El jefe le
cargaba los más pesadísimos troncos. Una de las veces el padre Kolbe, por el
peso que llevaba, cayó a tierra, y el oficial le pateó el rostro y el vientre;
le azotó con el látigo y le dijo: "¿No quieres trabajar,
miserable?".
Pocos días después, uno de los prisioneros huyó del campamento. En aquel
imperio de tiranía estaba decretado que al un prisionero huía, diez de los que
pertenecían a su barracón debían morir, en el subterráneo de la muerte, de
hambre y sed.
Al atardecer se formó a todos los prisioneros del barracón. El comandante, con
voz dura, dijo: "Como el prisionero de ayer no ha aparecido, diez de
vosotros iréis a la muerte". Se formaron diez filas con ellos. El
comandante pasó frente a la primera fila y eligió un prisionero, al azar.
Después pasó a la segunda fila y señaló a otro prisionero. Así hasta diez.
Los condenados estaban horrorizados de angustia. Uno de ellos se despidió de
sus amigos. Otro, el sargento Frank Gajownieczek, gemía de dolor, diciendo:
"¡Adiós mi pobre esposa, adiós mis hijitos huérfanos". Estas
palabras hirieron los nobles sentimientos del padre Kolbe. Sintió una gran pena
por aquel padre de familia y se propuso ayudarle. Dirigiéndose al comandante,
le dijo: "Quiero ir a la muerte en sustitución de ese padre de
familia". El comandante, mirándole de arriba a abajo, le dijo fríamente:
"¿Quién eres?". "Soy sacerdote católico", respondió.
"¿Por qué haces esto?". El padre Kolbe le contestó: «Porque este
padre es necesario a su familia". El comandante dijo: "Aceptado".
Al padre se le introdujo en el grupo de los condenados y al sargento en el de
los salvados.
Los diez prisioneros fueron llevados al subterráneo para que se cumpliera su
triste destino. Todos los días se oían plegarias recitadas en voz alta. Al
cabo de varios días las oraciones eran un pequeño rumor. Los prisioneros
comenzaban a extenuarse. Algunos centinelas alemanes los miraban con respeto,
pues comprendían que aquel castigo era injusto. Al cabo de tres semanas sólo
vivían el padre Kolbe y dos prisioneros. Entonces el jefe de la enfermería
inyectó a cada uno de los supervivientes una inyección de ácido muriático.
Al poco rato los tres murieron.
El padre Kolbe quedó sentado en el suelo, muerto, apoyada la espalda en el
muro, con los ojos abiertos, con una expresión de paz y serenidad.
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Sugerencias metodológicas:
Objetivo:
Conocer el sacramento de la Confirmación. Actividades: 1. Leer en voz alta esta anécdota y el profesor explica el Contenido. 2. Contestar por escrito a estas cuestiones: a) ¿Por qué el oficial alemán le dio varias bofetadas al padre Kolbe? b) ¿Qué trabajos le mandaron en el campo de concentración? c) ¿Qué pasaba cuando un prisionero huía? d) ¿Por qué el padre Kolbe salió voluntario para morir? e) ¿Qué aprendemos de Maximiliano Kolbe? 3. Leer
las contestaciones a la pregunta e). Reproducido con autorización de: www.encuentra.com |
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