El adivino |
Vivía en un a aldea un pobre campesino a quien llamaban Cangrejo. Como era un hombre listo pensó que el mejor modo de salir de la miseria era fingirse adivino.
Para ello escondió algunos objetos de sus vecinos, que luego encontraba diciendo que todo se debía a sus excepcionales dotes.
Su fama de adivino cundió por todo el contorno y un día fue llamado a presencia del conde, gobernador de la provincia.
-Sé que eres adivino –le dijo el conde- y voy a encargarte un trabajo. Me han robado una fuerte suma de dinero y quiero que lo encuentres. Si lo haces te colmaré de regalos. Pero si fracasas te encerraré en una mazmorra por embustero.
Nuestro campesino vio que estaba atrapado en sus propias redes, pero no podía dejar que el conde advirtiese su miedo. Mejor sería ganar tiempo a ver si salía del paso.
El conde le invitó a comer con él. Los tres criados que servían a la mesa, y que eran los que habían robado el dinero, estaban muy preocupados. ¿Sería verdad que aquel hombre podía descubrirlos? Ninguno quería entrar en el comedor temiendo ser reconocido. Al fin tuvo que hacerlo el encargado de servir la sopa.
-¡Vaya! –dijo alegremente Cangrejo- ¡Ya está aquí el primero!
Quería decir el primer plato, pero el ladrón, creyéndose descubierto, volvió junto a los otros convencido del poder de aquel hombre. Temblando, el otro criado tomó la fuente de pescado y entró en el comedor a su vez.
-¡Aquí tenemos el segundo! –exclamó el campesino.
Lo mismo ocurrió con el tercero, que traía el asado. Pensando que habían sido descubiertos, los ladrones decidieron entregar el dinero al adivino ofreciéndole además un regalo para que devolviera el botín al conde sin denunciarlos a ellos. Le hicieron señas para que saliera un momento del comedor y pronto llegaron a un acuerdo con él.
Mientras estaba fuera, el conde quiso poner a prueba sus dotes adivinatorias. Ocultó en su mano un cangrejo tomado de la fuente y cuando volvió el campesino le dijo:
-A ver si aciertas lo que tengo en la mano. O creeré que eres un charlatán.
El campesino suspiró muy apurado, creyéndose perdido:
-¡Ay, pobre Cangrejo! ¡Ahora sí que te pescó el conde!
El conde quedó convencido de que realmente aquel hombre lo sabía todo. Y aún creyó más cuando le dijo exactamente el lugar donde estaba escondido el dinero robado.
Cuando salió del palacio, cargado de regalos, Cangrejo decidió poner un negocio con sus ganancias y no meterse más en adivinaciones, ya que tanto apuro le habían hecho pasar.
Cerreras Ll. Y otros. Cómo educar en valores. Narcea.
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- No aparentar o fingir lo que no se es.
Contenido.-
Sencillez
Una personalidad sencilla a veces puede pasar
inicialmente desapercibida, pero su fortaleza interior y su encanto es mucho más
profundo y perdurable.
Probablemente no hay nada más chocante que una personalidad
"inflada" o quienes se vanaglorian constantemente de sus propios
logros, cualidades y posibilidades. Una personalidad sencilla a veces puede
pasar inicialmente desapercibida, pero su fortaleza interior y su encanto es
mucho más profundo y perdurable.
La personalidad sencilla es única, recia, sin adornos ni
artificios, no le hace falta mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y
cualidades porque son evidentes y naturales. La sencillez nos enseña a saber
quienes somos y lo que podemos.
Durante una conversación escuchamos en una ocasión a una
persona que decía "detesto a las personas "sofisticadas"".
Lo había dicho una persona inmensamente rica, con grandes dotes intelectuales,
con una posición social privilegiada y con una familia notable durante muchas
generaciones. Esa persona era probablemente la que más derecho habría tenido a
mostrar la sofisticación de ropa de diseñador, varios automóviles exóticos,
una conversación plagada de términos rimbombantes derivada de su profunda
cultura, una altivez propia de la dignidad de una familia importante. Y sin
embargo decía "detesto a ls personas "sofisticadas"". Y las
detestaba porque precisamente en su medio social veía lo peor de la miseria
humana: altivez injustificada, grosería constante ante la servidumbre, orgullo
de una cultura superficial.
La cultura de hoy a veces quiere hacernos creer que valemos
por nuestra ropa, por nuestros autos, por estar a la moda, porque somos
poderosos, porque podemos humillar. Pero precisamente toda esa cultura es la
llave al gran vacío interior que comienza a caracterizar a nuestra sociedad.
Es fácil caer en la tentación de "lucir" en
cualquier circunstancia: al entrar a un restaurante, al asistir a una fiesta
importante... A veces podemos pasar muchísimo tiempo tratando de encontrar la
ropa, accesorios adecuados, y podemos caer en la afectación en nuestra postura
y tratar de cuidar cada palabra. Esto también con frecuencia puede quitarnos
totalmente la espontaneidad y la frescura haciéndonos francamente insoportables
y logramos exactamente el efecto contrario de lo que queríamos, en lugar de
agradar desagradamos.
La persona humana esta dotada de inteligencia, cualidades y
habilidades. Pero ¿Para qué convertir nuestra vida en una eterna competencia?
¿De qué sirve estarme comparando constantemente con los demás? El progreso
interno, donde nosotros crecemos es en verdad lo importante.
No debemos centrar nuestra vida en querer impresionar a los
demás por estar "a la última" en electrónica, moda, autos, muebles,
y peor aún es cuando nuestras posibilidades nos permiten llegar al punto de la
ostentación. La postura de altivez y menosprecio son un efecto directo de estas
ostentaciones.
Por otra parte, con frecuencia se desvirtúa la imagen de las
personas sencillas, haciéndolos sinónimo de timidez e ingenuidad -en el mejor
de los casos-, aunque en otras ocasiones se relaciona la idea a la pobreza y la
suciedad. Ni lo uno, ni lo otro. La sencillez no es pobreza ni mendicidad, es
tener lo que se necesita pero sin caprichos superficiales. La sencillez no es
suciedad, la pulcritud no está reñida con la humildad del corazón.
Ahora
bien, el valor de la sencillez tiene distintas manifestaciones ¿Qué hace una
persona para ser sencilla? En el caso de nuestra forma de hablar podemos citar
varios ejemplos. Una persona sencilla...
- Utiliza con mesura la palabra, evitando acaparar las
conversaciones para convertirse en el centro de atención; del mismo modo su
lenguaje es apropiado, sin recurrir a palabras altisonantes, de mal gusto o
frases corrientes para hacerse notar.
- Tiene un lenguaje comprensible y adecuado a la ocasión,
sin caer en el uso de palabras cultas o rimbombantes, para formar una imagen
erudita y de vasto conocimiento, lo cual no siempre esta de acuerdo a nuestra
realidad.
- En una conversación que gira alrededor de su competencia
profesional, nunca aprovechará el momento para “dar una cátedra” sobre el
tema; es de muy mal gusto, sobre todo si en ningún momento se ha pedido la
opinión profesional.
- Evita hablar en todo momento de sus logros, aciertos y
reconocimientos alcanzados. Si bien es molesto escuchar hablar “de la buena
fortuna” presente, llega al punto de intolerable, exaltar las glorias pasadas
(yo hice, yo tuve...), que en nada concuerdan con la situación actual. Lo más
digno, es omitir toda manifestación ostentosa de nuestra inteligencia,
habilidades y bienes materiales.
Podemos decir que internamente, nuestras ideas y pensamientos
deben estar libres de todo rebuscamiento y complicación.
- Se debe evitar a toda costa hacer preguntas y comentarios
que sólo redundan y reafirman lo expuesto, queriendo encontrar problemas y
dificultades donde no los hay. Es fácil reconocer esta actitud cuando se
requiere tomar una decisión o llevar a cabo una actividad; normalmente la
persona pretende sobresalir en la reunión de trabajo, mostrando equivocadamente
su interés atención, comprensión y conocimiento del asunto.
- No perder el tiempo buscando una segunda intención o
significado en las actitudes y palabras en los demás.
Posiblemente, la manifestación más clara de la sencillez se
encuentra en el aspecto exterior de la persona:
- Porque viste con decoro, sin llegar a ser estrafalario, de
acuerdo a la ocasión y procurando usar aquellas prendas que están más de
acuerdo a su persona, sin dejarse seducir por la exageración caprichosa de la
moda, las joyas o los colores llamativos.
- Los modales distan mucho de ser artificiosos y estudiados
especialmente para cada situación concreta, desde la forma de saludar, utilizar
los cubiertos, leer la carta, ordenar un platillo o una bebida especial... La
sencillez es cortesía, la altivez grosería.
- Siempre puede contarse con su apoyo, no tiene miedo a
prestar un Servicio porque no existen actividades de “segunda categoría”,
todo es importante y necesario.
Es de igual importancia la forma en la que se aprecian los
bienes materiales, porque la sencillez nos hace:
- Adquirir, poseer y utilizar aquellos bienes que son
necesarios, evitando el lujo inútil o el capricho. Es bueno comprar cosas de
buena calidad que duren y que nos presten el servicio que se desea durante más
tiempo y con más eficiencia, pero no por la presunción y la manifestación de
una desahogada posición económica.
- Nuestra forma de ser, de vestir debe ser acorde con nuestra
circunstancia personal. Un estudiante debe vestirse como estudiante y no como
ejecutivo. Nada sería más ridículo que un ejecutivo vestido como estudiante.
- Todos debemos luchar por superarnos, tener una forma de
vida más digna, superarnos profesionalmente, pero siempre con sencillez.
La persona sencilla no se exalta ni menosprecia, aprecia a
las personas por lo que son, lo cual permite un diálogo amable y una amistad
sincera. Todos sus bienes y posesiones están a disposición de los demás.
El valor de la sencillez nos ayuda a superar el deseo
desmedido por sobresalir, sentirnos distinguidos y admirados sólo por la
apariencia externa. Nuestro interior, nuestro corazón es lo que verdaderamente
cuenta. Una persona sencilla gana más corazones.
Con autorización de: www.encuentra.com
Actividades.-
1.-Leer este texto en voz alta y el profesor comprueba la comprensión.
2.-Individualmente contestar por escrito a estas preguntas:
a) ¿Qué hizo para adquirir fama de adivino?
b) ¿Qué le pidió el conde?
c) ¿Cómo descubrió a los tres ladrones?
d) ¿Qué prueba le hizo el conde para asegurar que era adivino?
e) ¿Era Cangrejo realmente adivino?
f) ¿Qué decidió después de esto?
3.-Varios chicos leen las contestaciones.
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