El cuento de la tortuga |
Había un a vez una tortuga que había perdido la memoria y no se acordaba del camino de regreso a su casa. Estaba perdida en el bosque y lloraba. Lloró tanto que el bosque empezó a llenarse de lágrimas.
Esto ocasionó problemas a los enanos del bosque, ya que entraba agua (lágrimas) en sus casas.
Decididos a buscar el origen de tal “inundación”, salieron de sus casas para saber cuál era el problema.
Pronto encontraron a la tortuga llorando desesperadamente y le preguntaron:
-Tortuga, ¿por qué lloras tanto?
-He perdido la memoria y no sé la forma de regresar a casa.
Los enanos tuvieron una ocurrencia. Le colocaron una hierbas mágicas dentro del caparazón y le dijeron:
-Cada vez que quieras saber lo que debes hacer, pon la cabeza dentro del caparazón, hueles las hierbas mágicas y empiezas a pensar. ¡Verás qué bien funciona!
La tortuga así lo hizo: puso la cabeza dentro del caparazón, olió las hierbas mágicas y pensó: “¿Cuál es la forma de regresar a casa?” A continuación adoptó la postura del pensador y dijo:
-¡Ah!, ya me acuerdo, he de subir este monte y bajar por la orilla del torrente.
La tortuga salió del caparazón, dio las gracias a los enanos y se dirigió hacia su casa.
A partir de aquí, la tortuga siempre supo lo que debía hacer: cuando no se acordaba de algo, ponía la cabeza en el caparazón, pensaba y decidía.
Carreras, Ll. Y otros. Cómo educar en valores. Editorial Narcea.
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- Pensar antes de tomar decisiones.
Contenido.-
Prudencia
Adelantarse a las circunstancias, tomar mejores
decisiones, conservar la compostura y el trato amable en todo momento, forjan
una personalidad decidida, emprendedora y comprensiva.
La
Prudencia, en estricto sentido, es una virtud. Sin embargo queremos analizarla a
la luz de los valores y la trataremos en su forma operativa, es decir, como el
valor que nos ayuda a actuar con mayor conciencia frente a las situaciones
ordinarias de la vida.
La prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ante
nuestros ojos. Nos admiramos de las personas que normalmente toman decisiones
acertadas, dando la impresión de jamás equivocarse; sacan adelante y con éxito
todo lo que se proponen; conservan la calma aún en las situaciones más difíciles;
percibimos su comprensión hacia todas las personas y jamás ofenden o pierden
la compostura. Así es la prudencia, decidida, activa, emprendedora y
comprensiva. ¿Quién puede rehusarse a vivirla y hacerla parte de su
personalidad?
La prudencia es el valor que nos ayuda o reflexionar y a
considerar los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones,
teniendo como resultado un actuar correcto en cualquier circunstancia.
Primeramente, debemos eliminar de una vez por todas la
equivocada imagen que algunas personas tienen de la prudencia como modo de ser:
una personalidad gris, insegura y temerosa en su actuar, tímida en sus
palabras, introvertida, excesivamente cautelosa y haciendo todo lo posible por
no tener problemas... No es raro que una imagen tan poco atractiva provoque el
rechazo y hasta la burla de quienes así la entienden.
El valor de la prudencia no se forja a través de una
apariencia, sino por la manera en que nos conducimos ordinariamente.
Posiblemente lo que más nos cuesta trabajo es reflexionar y conservar la calma
en toda circunstancia; la gran mayoría de nuestros desaciertos en la toma de
decisiones, en el trato con las personas o formar opinión, se deriva de la
precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la
realidad o la falta de una completa y adecuada información.
La falta de prudencia siempre tendrá consecuencias en todos
los niveles, personal y colectivo, según sea el caso: como quienes se adhieren
a cualquier actividad por el simple hecho de que "todos" estarán ahí,
sin conocer los motivos verdaderos y las consecuencias que pueda traer; el
asistir a lugares poco recomendables, creyendo que estamos a salvo; participar
en actividades o deportes de alto riesgo sin tener la preparación necesaria,
conducir siempre con exceso de velocidad...
Es importante tomar en cuenta que todas nuestras acciones estén
encaminadas a salvaguardar la integridad de los demás en primera instancia,
como símbolo del respeto que debemos a todos los seres humanos.
La verdadera lucha y esfuerzo no está en circunstancias un
tanto extraordinarias y fuera de lo común: decimos cosas que lastiman a los demás
por el simple hecho de habernos levantado de mal humor, de tener preocupaciones
y exceso de trabajo; porque nos falta capacidad para comprender los errores de
los demás o nos empeñamos en hacer la vida imposible a todos aquellos que de
alguna manera nos son antipáticos o los vemos como rivales profesionalmente
hablando.
Si nos diéramos un momento para pensar, esforzándonos por
apreciar las cosas en su justa medida, veríamos que en muchas ocasiones no
existía la necesidad de reprender tan fuertemente al subalterno, al alumno o al
hijo; discutir acaloradamente por un desacuerdo en el trabajo o en casa; evitar
conflictos por comentarios de terceros. Parece ser que tenemos un afán por
hacer los problemas más grandes, actuamos y decimos cosas de las que
generalmente nos arrepentimos.
En otro sentido, debemos ser sinceros y reconocer que cuando
algo no nos gusta o nos incomoda, enarbolamos la bandera de la prudencia para
cubrir nuestra pereza, dando un sin fin de razones e inventando obstáculos para
evitar comprometernos en alguna actividad e incluso en una relación. ¡Qué fácil
es ser egoísta aparentando ser prudente! Que no es otra cosa sino el temor a
actuar, a decidir, a comprometerse.
Tal vez nunca se nos ha ocurrido pensar que al trabajar con
intensidad y aprovechando el tiempo, cumplir con nuestras obligaciones y
compromisos, tratar a los demás amablemente y preocuparnos por su bienestar, es
una clara manifestación de la prudencia. Toda omisión a nuestros deberes, así
como la inconstancia para cumplirlos, denotan la falta de conciencia que tenemos
sobre el papel que desempeñamos en todo lugar y que nadie puede hacer por
nosotros.
Por
prudencia tenemos obligación de manejar adecuadamente nuestro presupuesto,
cuidar las cosas para que estén siempre en buenas condiciones y funcionales,
conservar un buen estado de salud física, mental y espiritual.
La experiencia es, sin lugar a dudas, un factor importante
para actuar y tomar mejores decisiones, nos hace mantenernos alerta de lo que
ocurre a nuestro alrededor haciéndonos más observadores y críticos, lo que
permite adelantarnos a las circunstancias y prever en todos sus pormenores el éxito
o fracaso de cualquier acción o proyecto.
El ser prudente no significa tener la certeza de no
equivocarse, por el contrario, la persona prudente muchas veces ha errado, pero
ha tenido la habilidad de reconocer sus fallos y limitaciones aprendiendo de
ellos. Sabe rectificar, pedir perdón y solicitar consejo.
El valor de la prudencia nos hace tener un trato justo y
lleno de generosidad hacia los demás, edifica una personalidad recia, segura,
perseverante, capaz de comprometerse en todo y con todos, generando confianza y
estabilidad en quienes le rodean, seguros de tener a un guía que los conduce
por un camino seguro.
Con autorización de: www.encuentra.com
Actividades.-
1.-Hacer copias de este texto para todos y leerlo en voz alta.
2.-Contestar a estas preguntas:
a) ¿Por qué lloraba la tortuga?
b) ¿Qué solución encontraron los enanos?
c) ¿Qué aprendió la tortuga?
d) ¿Qué podemos aprender nosotros?
3.-Puesta en común de las respuestas a las preguntas c) y d) .
| Pintura: Gioto di Bandone | Otros: Gótico |
®Arturo Ramo García.-Registro de Propiedad Intelectual
de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
Plaza Playa de Aro, 3, 1º DO 44002-TERUEL (España)