El sermón de las aves |
Bondadoso y amable era San Francisco, no sólo con los hombres sino con todas las criaturas vivientes. Hablaba con los pájaros como si fueran sus hermanos del aire, y no soportaba que les hicieran daño.
En Navidad desparramaba migajas bajo los árboles, de modo que las criaturillas pudieran alimentarse y ser felices.
Una vez, cuando un niño le dio un par de palomas que había cazado con una trampa, San Francisco les hizo preparar un nido, y la hembra depositó allí sus huevos.
Con el tiempo, empolló los huevos, y creció una nueva nidada de pequeñas palomas. Eran tan dóciles que se posaban en los hombros de San Francisco y comían de su mano.
Y se cuentan muchas otras anécdotas sobre el gran amor y piedad de este hombre hacia las tímidas criaturas que vivían en los campos y los bosques.
Un día, mientras caminaba entre los árboles, las aves lo vieron y volaron a saludarlo. Cantaron sus canciones más dulces para demostrarle cuánto lo amaban. Entonces, cuando vieron que iba a hablar, se posaron en la hierba y escucharon.
-¡Oh, pájaros –dijo él- , os amo, pues sois mis hermanos del aire. Os diré algo, hermanos. Siempre debéis amar a Dios y alabarlo.
“Pensad en lo que él os ha dado. Os ha dado alas para surcar el aire. Os ha dado una indumentaria cálida y bella. Os ha dado el aire para que lo recorráis y tengáis hogares.
“Y pensad en esto, ho hermanos: no sembráis ni cosecháis, pues Dios os alimenta. Os da ríos y arroyos para beber. Os da montañas y valles para que descanséis. Os da árboles donde construir vuestros nidos.
“No trabajáis, ni hiláis, pero Dios cuida de vosotros y vuestros pequeños. Debe ser, pues, que El os ama. No seáis ingratos, y cantad en su alabanza y agradecedle su bondad.
El santo dejó de hablar y miró en torno. Todos los pájaros brincaron alegremente. Extendieron sus alas y abrieron el pico para demostrar que entendían sus palabras.
Y cuando él los bendijo, todos se pusieron a cantar, y el bosque entero se llenó de dulzura y alegría gracias a sus maravillosas melodías.
Versión de James Baldwin.
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- Tratar bien a los animales.
Contenido.-
Ecología
El valor que encuentra en la protección del medio
ambiente una forma de servir a los demás.
Es el valor que nos hace considerar y actuar en favor de la
protección del medio ambiente, los recursos naturales y toda forma de vida,
incluyendo la propia.
Pensar en la naturaleza y la cultura ecológica tan de moda
en estos tiempos, nos ubica en una situación un tanto incierta. Por una parte,
vienen a nuestra mente los grupos “verdes” con iniciativas de todo tipo: la
protección de las especies, el medio ambiente y los recursos naturales, donde
son muchos los que participan y se comprometen, pero adquieren un matiz de
exageración a los ojos de los demás: para la inmensa mayoría de las personas,
luchar por la protección de las ballenas tiene poco sentido, sobre todo si en
el lugar donde vive se encuentra alejado del mar.
Al mismo tiempo surge la pregunta: ¿Qué tengo que ver yo
con la ecología? Pese a las campañas y la abundancia de carteles, ese sentido
de la distancia y no pertenencia a un medio ambiente determinado, nos hace
seguir inmersos en nuestras ocupaciones, sin darnos el tiempo necesario para
pensar seriamente en la importancia de vivir este valor tan necesario en
nuestros días.
Para despertar en nosotros una conciencia ecológica, hace
falta reflexionar profundamente sobre el sentido que tiene toda forma de vida
para nosotros, y en primer instancia, la nuestra.
Los cuidados que requiere nuestra persona son bastante
conocidos: adecuada alimentación, el debido descanso, hacer un poco de
ejercicio, prevenir las enfermedades y tratarlas oportunamente, trasnochar lo
menos posible, alejarse de los vicios, trabajar con orden, etc., sin embargo, el
descuido voluntario de estos y otros aspectos igualmente importantes,
necesariamente afecta nuestra salud, por eso, es imposible pensar en preocuparse
de lo que ocurre en el exterior, cuando somos incapaces de cuidarnos a nosotros
mismos.
Si además del descuido personal, agregamos una falta de
voluntad para realizar acciones concretas, podemos formarnos una idea más clara
de nuestra conducta. Por ejemplo, no es raro que el “clasificar la basura”
nos provoque cierta pereza, sobre todo si ya existe quien lo haga. Recoger
envolturas, papeles y residuos de comida para depositarlos en su lugar o limpiar
líquidos derramados, deberían ser actitudes que reflejen nuestros hábitos y
costumbres .
Ahora podemos darnos cuenta, que el cuidado de nuestra
persona y mejorar cualitativamente nuestros hábitos, nos llevará a conservar
nuestro entorno inmediato en óptimas condiciones, y de esta manera, comprender
en toda su extensión las grandes y pequeñas iniciativas ecológicas.
Para muchos, es inexplicable la preocupación de algunas
personas por su medio geográfico, calificando de exagerado el reporte del
noticiero sobre la gravedad de un incendio, un derrame de petróleo en el mar o
la contaminación de un río, pero es difícil juzgar y comprender esta situación
si vivimos en otro espacio. Para quienes su vida se desarrolla y depende del
mar, el bosque, el río o el campo, constituye un centro vital para su
existencia, por eso lo considera como propio y parte de su responsabilidad.
Tal vez esa es la clave y fundamento de este valor:
considerar como propio todo lo que nos rodea. Así como tenemos especial cuidado
por conservar nuestro hogar limpio, de igual manera deberíamos hacerlo en la
calle, la oficina, los lugares de esparcimiento... tomando las precauciones y
medidas necesarias para cada caso, en vez de quejarnos del deficiente servicio público
de limpieza o la falta de conciencia de los conciudadanos. Una vez más, nuestro
ejemplo constituye el punto fundamental para la transmisión de los valores.
¿Cuál es el resultado de la conciencia de este valor?
Primeramente la solidaridad que debemos a nuestros semejantes, tal vez no está
en nuestras posibilidad acudir al sitio de una catástrofe, pero si podemos
contribuir en la protección de nuestra comunidad; paralelamente surge el
respeto por las personas y la naturaleza, que son inseparables y dependientes
entre sí. Dicho de otra forma, representa el compromiso personal por servir a
los demás, procurando espacios limpios que faciliten un modo de vida digno para
todos.
Para vivir
este valor desde tu situación personal y de acuerdo a tus posibilidades, puedes
comenzar por:
- Cuida tu salud prudentemente y sin caer en exageraciones.
Tan delicada es una dieta rigurosa, como el exceso en la comida, por ejemplo.
- Refuerza tus hábitos personales de orden y limpieza, en tu
hogar, oficina, lugares que frecuentas y hasta en las calles. No es lo mismo
arrojar un papel y que caiga a un lado del cesto, que depositarlo dentro.
- Respeta las normas de cuidado ambiental de todo lugar (área
de fumadores, depositar basura, no dar alimento a los animales del zoológico,
no encender fuego, etc.).
- Acostúmbrate a reportar las deficiencias del servicio público
de limpieza y las anomalías que surgen por la falta de conciencia de personas,
empresas o instituciones.
- Infórmate sobre los aspectos fundamentales de la cultura
ecológica, aplicando lo que haga falta en tu hogar y comunidad. Seguramente
encontrarás a otras personas que apoyen tus iniciativas.
- Promueve alguna campaña ecológica sencilla en la escuela
de tus hijos. Si eres estudiante, con mayor razón.
- Reflexiona en esta idea: Mi entorno va más allá de las
paredes de mi casa, la escuela y la oficina.
Quien vive este valor en la medida de sus posibilidades y con
acciones concretas, demuestra un serio compromiso por el bienestar de sus
semejantes, con quienes se solidariza para realizar una labor más efectiva,
pues su actitud no depende de la moda o el fanatismo, sino por la firme
determinación de mejorar el mundo en el que vivimos.
Con autorización de: www.encuentra.com
Actividades.-
1.-Leer el texto y contestar a estas preguntas:
a) ¿Cómo era San Francisco?
b) Cuenta lo que pasó con las palomas.
c) ¿Qué les mandó hacer a los pájaros?
d) ¿Qué les ha dado Dios a las aves?
e) ¿Qué pasó cuando los bendijo?
2.-Varios alumnos leen las contestaciones.
®Arturo Ramo García.-Registro de Propiedad Intelectual
de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
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