
POR FALTA DE UN CLAVO DE HERRADURA
(Esta famosa leyenda se basa en la muerte del rey inglés Ricardo III, cuya
derrota en la batalla de Bosworth, en 1485, fue inmortalizada por el célebre
verso de Shakespeare, “¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”
El rey Ricardo se preparaba para la batalla de su vida. Un ejército conducido
por Enrique, conde de Richmond, marchaba contra él. El combate decidiría quién
gobernaría Inglaterra.
La mañana de la batalla, Ricardo envió a un palafrenero a comprobar si su
caballo favorito estaba preparado.
-Ponle pronto las herraduras -le dijo el palafrenero al herrero-. El rey desea
cabalgar al frente de sus tropas.
-Tendrás que esperar -respondió el herrero-. En estos días he herrado a todo
el ejército del rey, y ahora debo conseguir más hierro.
-No puedo esperar -gritó el palafrenero con impaciencia-. Los enemigos del rey
avanzan, y debemos enfrentarlos en el campo. Arréglate con lo que tengas.
El herrero puso manos a la obra. Con una barra de hierro hizo cuatro herraduras.
Las martilló, las moldeó y las adaptó a los cascos del caballo. Luego empezó
a clavarlas. Poco después de clavar tres herraduras, descubrió que no tenía
suficientes clavos para la cuarta.
-Necesito un par de clavos más -dijo-, y me llevará un tiempo sacarlos de otro
lado.
-Te he dicho que no podía esperar -dijo el impaciente palafrenero. Ya oigo las
trompetas. ¿No puedes apañarte con lo que tienes?
-Puedo poner la herradura, pero no quedará tan firme como las otras.
-¿Aguantará? -preguntó el palafrenero.
-Tal vez, pero no puedo asegurártelo.
-Pues clávala -exclamó el palafrenero-. Y deprisa, o el rey Ricardo se enfadará
con los dos.
Los ejércitos chocaron, y Ricardo estaba en lo más fiero del combate.
Cabalgaba de aquí para allá, alentando a sus hombres y luchando contra sus
enemigos.
-¡Adelante, adelante! -gritaba, lanzando sus tropas contra las líneas de
Enrique.
A lo lejos, del otro lado del campo, vio que algunos de sus hombres retrocedían.
Si otros los veían, también se retirarían. Ricardo espoleó su caballo y
galopó hacia la línea rota, ordenando a sus soldados que regresaran a la
batalla.
Estaba en medio del campo cuando el caballo perdió una herradura. El caballo
tropezó y rodó, y Ricardo cayó al suelo.
Antes que el rey pudiera tomar las riendas, el asustado animal se levantó y echó
a correr. Ricardo miró en derredor. Vio que sus soldados daban media vuelta y
huían, y las tropas de Enrique lo rodeaban.
Agitó la espada en el aire.
-¡Un caballo! -gritó-. ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!
Pero no había ningún caballo para él. Su ejército se había desbandado, y
sus tropas sólo pensaban en salvarse. Poco después los soldados de Enrique se
abalanzaron sobre él, y la batalla terminó.
Y desde esos tiempos, la gente dice:
Por falta de un clavo se perdió una herradura,
por falta de una herradura, se perdió un caballo,
por falta de un caballo, se perdió una batalla,
por falta de una batalla, se perdió un reino,
y todo por falta de un clavo de herradura.
Citado por William J. Bennett. El
libro de las virtudes. Vergara.
SUGERENCIAS
METODOLÓGICAS
Objetivo.- Aprender
a cuidar las cosas pequeñas.
Contenido.-
Poner
últimas piedras
En este año nuevo, revisamos el valor que nos enseña
la importancia de terminar lo que emprendemos.
Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo
proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En
realidad poner “la primera piedra” de un edificio es relativamente sencillo.
Pero poner “la última piedra” no es tan fácil.
El poner la última piedra es un valor que nos enseña la
importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias.
Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la
alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la
tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos.
No podemos permitir que el desánimo o la tristeza nos
impidan actuar. Los grandes proyectos requieren de un trabajo constante. Las
grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días.
Pero también es importante sentarse a meditar en qué queremos lograr y hacia
donde esperamos ir. Si no tenemos la constancia y la lucha diaria de construir
las cosas grandes con pequeños detalles, nos quedaremos colocando primeras
piedras, pero no acabaremos nuestras obras.
Poner la última piedra es la culminación que nos brinda paz
y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban
desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano.
Para poner últimas piedras, debemos conocer nuestras
capacidades y nuestros defectos. Pero nuestros proyectos siempre deben exigirnos
un poco más de lo que podemos hacer. Todos los seres humanos tenemos
limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más
soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas
demasiado altas, poco acordes a sus posibilidades reales. Por el contrario, a
veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado
cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de
materializar. Pero ninguna de las dos actitudes es sana: ni la del joven que no
mide sus posibilidades, ni la del adulto que deja de soñar. Tener una actitud
equilibrada significa plantearnos metas un poco mayores de lo que sabemos que
podemos hacer, y asegurarnos de poner la última piedra. Y una vez que lo
logremos, volver a empezar haciendo planes, proyectos y fijándonos nuevas
metas, cada vez más altas.
Podemos sentir desánimo porque nosotros no pudimos hacer lo
que queríamos, y es lógico. Sin embargo nunca debemos olvidar que si lo que
emprendemos no lo hacemos solo para nosotros, ni solo nosotros, sino haciéndolo
para la Gloria de Dios y contando con Su ayuda, lo lograremos.
Siempre conviene recordar el Episodio de las Bodas de Caná
que nos narra San Juan en su Evangelio, cuando Nuestro Señor Jesucristo hizo su
primer milagro: Convirtió el agua en vino, pero hay una nota muy importante que
debemos resaltar: antes de convertir el agua en vino, pidió que se llenaran
seis tinajas que tenían para las purificaciones de los judíos. El evangelista
nos narra que “las llenaron hasta arriba”. Este pasaje debe recordarnos que
el Señor podría haber creado el vino por un solo acto de Su voluntad, sin
embargo quiso que los hombres llenaran las tinajas. Dios está dispuesto a
ayudarnos, y hará lo que nosotros no podemos, pero cuenta con nuestro esfuerzo.
Y nosotros debemos “llenar las tinajas hasta arriba”, no hasta la mitad, ni
a tres cuartos de su capacidad, sino “hasta arriba”. Esto significa que
cuando tengamos un proyecto, un trabajo, o pongamos una “primera piedra”,
debemos hacer nuestro mejor esfuerzo, y confiar en que Dios suplirá lo que
nosotros no podemos hacer.
Es fácil poner primeras piedras, pero no es tan fácil poner
últimas piedras. Quien pone últimas piedras se convierte en un elemento
fundamental en su familia, en el trabajo, en la comunidad, porque todo el mundo
sabe lo difícil que es concluir una tarea y lo fácil que es empezarlas. El
secreto de la última piedra está en que si nosotros hacemos nuestro mejor
esfuerzo y se lo ofrecemos a Dios, él se encargará de ayudarnos a concluirlo.
Dentro de lo que nos corresponde a nosotros, para vivir el
valor de poner últimas piedras podemos:
- Establecer una fecha clara para terminar un proyecto.
- Saber que todo cuanto emprendamos tarde o temprano tendrá
obstáculos, y estar preparado para ello.
- Crear un calendario en el que establezcamos acciones
concretas para terminar nuestros proyectos.
- Todo gran edificio está construido con partes más pequeñas.
Debemos acostumbrarnos a hacer pequeñas acciones, pero muy constantes.
- No poner una sola “última piedra” sino muchísimas,
que el culminar nuestras actividades o proyectos se convierta en un hábito, y
no en una excepción.
Con
autorización de:
www.encuentra.com
Actividades.-
1. Sacar por impresora y fotocopiar este episodio para cada chico.
2. Leer en voz alta el texto y comentar lo más interesante.
3. Hacer equipos de 4 ó 5 chicos y contestar a estas preguntas:
a) ¿Por qué tenía prisa el palafrenero?
b) ¿Qué ocurrió por falta de clavos suficientes?
c) ¿Qué nos enseña esta historia?
3. Puesta en común comentando las respuestas de los equipos.
Aplicaciones
didácticas
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Pintura: Fragonard, Jean-Honore | Otros:
Rococo
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®Arturo Ramo García.-Registro de Propiedad Intelectual
de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
Plaza Playa de Aro, 3, 1º DO 44002-TERUEL (España)
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