Pero ¡qué egoísta eres! |
No puede negarse que no es ningún cumplido hablar así a un compañero. ¿Qué es el egoísmo? Un amor a sí mismo desordenado, desquiciado. El amor justo a sí mismo es mandamiento de Dios y al par un instinto puesto en nosotros. Es el principio de que brota la sustentación del individuo y que nos instiga a evitar todo lo que pueda dañarnos. Pero el egoísmo es la caricatura del justo amor a sí mismo. El muchacho egoísta se cree ser el centro del universo, que todo el mundo está hecho para él y que todos los hombres tienen por único destino en esta tierra el servirle para su mayor comodidad. Juzga hasta los grandes acontecimientos mundiales según la ventaja que para él representan.
Cuanto más pequeño es el niño, tanto más vive bajo el poder de los sentidos, y es por esto mismo más egoísta. Mira, si no, a un niño de tres o cuatro años. ¡Cuántas exigencias tiene! Todo lo ansía para sí; todo lo acumula en su cuarto para que a los otros nada les llegue. A un pequeñuelo se lo perdonamos, aunque preciso es acostumbrarle también al desprendimiento; y tampoco puede sorprender que un estudiante de la clase de primer curso mande a su madre, mediado ya septiembre, cartas en que diga, por ejemplo: "En la escuela ya tengo tres buenos amigos: Jorge González en latín, Manolo Ponte en matemáticas, José Vidal en castellano, son mis mejores amigos..."
Pero cuanto más se desarrolla tu entendimiento, tanto más has de comprender -aunque no te hubieran educado para ello en casa-. que el mundo no está hecho tan sólo para ti; que no eres el personaje más importante de la tierra; que millones y millones de hombres hay en tu derredor, con quienes has de tener atenciones. A quien no comprende esto, lo llamamos egoísta.
Y es curioso notar que los muchachos tórnanse con facilidad egoístas precisamente en los años de la pubertad, es decir, precisamente en los años en que más orgullo suelen sentir por su penetración de espíritu y su ciencia. Del muchacho que es insoportable en casa, que se enfada con facilidad, que no deja en paz a sus padres y hermanos, que cierra las puertas con estrépito, que pone ceño adusto, que siempre está descontento, que no trata a nadie con comedimiento, suele decirse: "¡Es nervioso el pobre!" ‘Que va a serlo! Solamente es egoísta.
En cambio, ¡qué honor, si se dice a de alguien que es un joven de alma noble! La nobleza del alma es lo contrario del egoísmo. Si tu compañero tiene algún pesar, consuélalo con unas palabras buenas que brotan del corazón. Es nobleza de alma. Si se alegra, alégrate con él; también es nobleza de alma. Si le ayudas por la tarde a aprender la lección, si procuras alegrar a los demás..., no eres egoísta. Ved ahí pues, ¡qué grandeza de alma, qué elevación de pensamiento, qué amor al prójimo cabe en las insignificantes pequeñeces de la vida estudiantil!
Tihamer Toth. El joven de carácter.
SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
Objetivo.- Distinguir el egoísmo de la generosidad.
Contenido.-
Generosidad
Dar y darse. El valor que nos hace mejorar como
personas.
En esta época
nuestra, que exalta como valores supremos la comodidad, el éxito personal y la
riqueza material, la generosidad parece ser lo único que verdaderamente vale la
pena en esta vida.
El egocentrismo nos lleva a la infelicidad, aunque la
sociedad actual nos quiera persuadir de lo contrario. Quienes realmente han
hecho algo que ha valido la pena en la historia de la humanidad han sido los
seres más generosos. Cuando la atención se vuelca hacia el "Yo", se
acaba haciendo un doble daño: a los demás mientras se les pasa encima, y a uno
mismo, porque a la postre se queda solo.
Pero ¿Qué es generosidad? ¿Es dar limosna a un niño de la
calle? ¿Es invertir mi tiempo en obras de caridad? Si. Definitivamente eso es
generosidad, pero también es generosidad escuchar al amigo en sus venturas y
desventuras; generosidad también es llevarle un vaso de agua al hermano,
hermana, padre, madre, esposo, esposa, hijo o hija. Generosidad es pensar y
actuar hacia los demás, hacia fuera. No hacia adentro.
Hace un tiempo hubo un grupo de muchachos que, tras muchos
sacrificios suyos y de sus padres, lograron embarcarse hacia Europa para ir a
Roma. Querían conocer la Ciudad Eterna, e iban con un grupo de adultos que hacían
actividades con universitarios. El recorrido era agotador: una agenda muy
apretada, ir corriendo de aquí para allá, muchas horas de autobús, unas
caminatas interminables. Uno de los instructores había asistido porque quería
conocer Roma a precio módico, pero el viaje comenzó a resultar insoportable.
Cuando llegaron a Madrid, su alojamiento estaba a 45 minutos de la capital española.
Cuando llegaron estaba lloviendo y el autobús no pudo pasar en un caminito, así
que todos tuvieron que bajar porque el albergue se encontraba algunos kilómetros
cuesta arriba. Hubo que bajar equipaje y cargarlo bajo la lluvia. Cuando
llegaron a su destino, decidieron tomar un baño, y el agua estaba fría. Este
era el comienzo de un viaje que duraría casi 3 semanas, y lo peor estaba aún
por llegar. El instructor del que hablábamos quedó un día verdaderamente
agotado, se la pasaba terriblemente, estaba exahusto y ya ni siquiera estaba
disfrutando el viaje. Lo que quería era ir a casa.
Por otra parte, otro de los instructores sentía el mismo
cansancio y para él las jornadas eran aún mas agotadoras, pues tenía veinte años
más. Sin embargo siempre estaba sonriente, siempre hacia que a los demás el
viaje les pareciera apasionante. En medio del peor humor, soltaba un chiste y
todos olvidaban las cosas difícil. Este instructor aprovechaba cada oportunidad
para hablar con cada uno de los chicos, les preguntaba qué hacían, se
preocupaba por ellos. Y cuando no decía algún chiste, o se enteraba de los
intereses de aquellos muchachos, los cuidaba silenciosamente, asegurándose de
que el autobús no dejara a ninguno, viendo si estaban abrigados o regalándole
a alguno de ellos un chocolate. Los dos instructores hicieron el mismo viaje.
Uno lo pasó pésimo, el otro fue increíblemente feliz. ¿Cual fue la
diferencia? La generosidad.
El instructor generoso no tenía ni siquiera tiempo de pensar
en que la jornada era agotadora. Y a pesar de que sus pies le recordaban que el
día había sido una larguísima caminata, el viaje estaba siendo de utilidad a
los muchachos y para él esa era la mejor recompensa. Al preocuparse de los demás
solucionaba dos problemas: los de los muchachos que necesitaban atención, y los
suyos propios.
La generosidad es un concepto que poco a poco se ha ido
perdiendo, porque en esta sociedad a veces creemos que cuando alguien nos da
algo por nada, es que hay una intención detrás, pero todo lo bueno que hay en
la vida de los humanos es fruto de la entrega generosa de alguien, y eso bueno
se ha obtenido no a base de acumular bienes materiales ni mucho menos de
arrebatarlos, sino a base de cariño a los demás y de olvido propio, a base de
sacrificio. A pesar de todo, existen todavía hombres y mujeres dispuestos a ser
generosos. Cuando se entrega lo que sólo uno puede dar y que no puede comprarse
en ningún centro comercial, es cuando la verdad se ilumina y sobre todo,
entendemos y vivimos la generosidad en su más profundo sentido: la entrega de sí
mismo.
A pesar de la gran desvalorización de la sociedad, hay que
decir que muchos hombres y mujeres son ejemplos silenciosos de generosidad: la
madre que hace de comer, se arregla, limpia la casa y además se da tiempo para
ir a trabajar; el padre que duerme solo cinco o seis horas diarias para dar el
sustento a sus hijos; la trabajadora doméstica que todos los días hace las
mismas cosas pero que ya se siente de la familia; el estudiante que hace lo que
debe obteniendo las mejores notas que puede; la chica generosa que ayuda a sus
amigas cuando tienen problemas. Todos ellos son ejemplos que sin duda deberíamos
seguir. Y estos actos de generosidad son de verdad heroicos. Siempre es más fácil
hacer un acto grandioso por el cual nos admiren, que simplemente darnos a los
demás sin obtener ningún crédito. Y es que todos tendemos a buscar el propio
brillo, la propia satisfacción, el prevalecer sobre los demás y solemos evitar
el dar nuestra luz a los demás. Es obligado pues, que en nuestro primer
encuentro con la generosidad, nos resulte este valor poco atractivo y quizá
hasta incomprensible. Pero verdaderamente, la generosidad resuelve muchos
problemas.
Dar sin esperar nada a cambio, entregar la vida, volcarse a
los demás, ayudar a los que nos necesitan, dar consuelo a los que sufren, eso
es generosidad. Y no es un valor pasado de moda. La generosidad es la puerta de
la amistad, el cimiento del amor, la estrella de la sociedad. Y lo mejor de todo
es que nosotros podemos ser generosos muy fácilmente. ¿Cómo?
- Sonriendo a los demás siempre.
- Ofreciendo nuestra ayuda.
- Poniéndonos en los zapatos del otro.
- Teniendo un pequeño detalle con nuestra familia, tan
simple como dejar que los demás elijan algo qué hacer: ir al cine, a una
comida en el campo, o dejar que los demás escojan la película que se va a ver
este fin de semana.
Pero no hay que ser tacaños con la generosidad ni comodones.
Hay mucha gente que podría consolarse con nuestra ayuda si hacemos un esfuerzo
superior. ¿Cada cuánto tiempo vamos a visitar enfermos a un hospital? ¿Por qué
no visitar a enfermos terminales? Sí, es duro, sí a veces es deprimente, y por
supuesto que es mas divertido salir a pasear que ir a un hospital público a ver
gente que muy pronto se va a morir. ¡Pues precisamente como nadie lo hace, es
el momento de que alguien lo haga! Nadie nos va a dar un aplauso, o una medalla
por hacerlo, pero vamos a volcarnos hacia los demás, el brillo no importa, lo
que importa es que a pesar de nuestros defectos y miserias, podemos hacer una
diferencia en la vida de alguien.
Ser generosos aunque hoy en día inusual, no es difícil,
también es parte de nuestra naturaleza. Entendamos que el Yo debe dejar un poco
de lugar a los demás y entregar lo que uno tiene. En silencio, sin reflectores.
Ahí, donde está la paz.
Con autorización de: www.encuentra.com
Actividades.-
1. Hacer una fotocopia para cada alumno y hacer una lectura individual subrayando lo más importante del texto.
2. Comentar lo que cada alumno ha subrayado de cada párrafo.
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