
¡Morir, pero juntos!
Por Gabriel Marañón Baigorrí
Eran los años de la Invasión de los ejércitos de Napoleón en España. Por
tierras de Andalucía avanzaba el general Dupont con un regimiento francés.
Pasando junto a una barrancada se vieron sorprendidos por un puñado de
valientes. Eran diez españoles parapetados en las alturas de un barranco.
Intimaron al general Dupont a que volviera atrás con su regimiento. Al pronto,
el general creyó que tendría que habérselas con un gran ejército. Pero en
seguida cayó en la cuenta de que sólo eran unos cuantos guerrilleros.
Preguntaron los franceses a los españoles cuántos eran: El jefe de los españoles
contestó: «¡Los suficientes!» A pesar de su arrojo, los guerrilleros se
vieron arrollados y dispersos por el ejército francés. El jefe de la partida
cayó prisionero. Este, un hombre alto y vigoroso, poseía una energía moral
capaz de arrastrar a un pueblo.
Lo llevaron a un pueblecito andaluz y lo encerraron en el sótano
del Ayuntamiento, habilitado para prisión. Un soldado francés pregonó al
redoble del tambor que el prisionero sería fusilado al amanecer.
Todo el pueblo quedó consternado ante aquella brutalidad.
Dos mujeres del pueblo llegaron a la presencia del general.
Una de ellas era joven y bella. La otra mujer era anciana. Estas dos mujeres
querían ver al prisionero. El general dio el permiso con la condición de que
entrase primero una y luego la otra.
El general llamó a un oficial que sabía castellano y le
ordenó que escuchara en otra habitación lo que hablaban con el prisionero.
Entró la más joven, que era la esposa del prisionero. Al
verla éste, dijo, con ternura: «¿A qué vienes, María?» Ella, con toda la
fuerza de su amor, le dijo: «¡Vengo a morir contigo!. Ante el altar de la
Iglesia de nuestro pueblo juraste ser mío y yo tuya para siempre. Los dos somos
uno, quiero acompañarte hasta la muerte»
El oficial francés informó al general del diálogo que había
oído. «¿quién es esa mujer? -preguntó-. «Su esposa, señor.»
El general dijo con seriedad: «¡Que salga de aquí, pero
tratadla con respeto!»
Cuando entró la segunda mujer y la vio el prisionero, éste
sólo pudo decir, emocionado: «¡Madre!» La valiente mujer le dijo: «Vengo a
salvarte.» Quería que su hijo se vistiese con sus ropas y huyera para ella
quedarse en prisión. El hijo le indicó que aquello era imposible. El oficial
que oyó la conversación se la contó al general. El general preguntó: «¿Qué
mujer es esa?» «¡Es su madre!»
El general se sintió abrumado ante tanto amor y dijo al
oficial: «Dile a esa mujer que salga y que su hijo la acompañe libremente».
Al amanecer del día siguiente no hubo fusilamiento. El
prisionero salió libre de la prisión militar.
Sugerencias metodológicas:
Objetivo:
Comprender y valorar el sacramento del
Matrimonio.
Contenido:
Dios estableció el matrimonio para que el hombre y la mujer
se amen mutuamente, tengan hijos y los eduquen para el Cielo.
Por eso Jesucristo elevó el matrimonio a Sacramento, para
que de a los esposos la gracia de vivir en paz y amor, santifiquen todos sus
actos y obras y formen a los hijos cristianamente.
Los esposos deben vivir amándose, ayudándose en todo y
procurando hacerse la vida bella y feliz.
Actividades:
1. Leer en voz alta
el texto y explicar el Contenido.
2. Contestar por escrito:
a)
¿Qué pasó con los diez guerrilleros españoles?
b)
¿dónde llevaron preso al jefe del grupo?
c)
¿Qué habló con su mujer?
d)
¿Y con su madre?
e)
¿Por qué se arrepintió el general?
3. Varios chicos leen sus
contestaciones.
Norma de conducta:
Pidamos a Dios que los que se van a casar lleven la
virtud del amor y del sacrificio para hacerse felices mutuamente.
Reproducido con autorización de: www.encuentra.com
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