Una pistola y dos hombres frente a Dios |
Una pistola y dos hombres frente a Dios
Por Gabriel Marañón Baigorrí
Sucedió
hace bastantes años en un campo de concentración en Francia. Había en él
muchos refugiados españoles. Un sacerdote solía subir al estrado y explicaba a
su auditorio temas de religión. Un día les habló de Dios y de su existencia.
Cuando termino el sacerdote de explicar sus ideas, preguntó al auditorio si
alguno quería exponer algo.
Se oyó la voz de un refugiado gritando su disconformidad. El
ateo subió al estrado y dijo al auditorio: "No estoy conforme con lo que
ha dicho D. X. Yo digo que Dios no existe. Y lo voy a probar. Aquí está mí
reloj. Si Dios existe, le doy un plazo de cinco minutos para que me mate. Son
las... Faltan cuatro minutos. Faltan tres minutos. Faltan dos minutos. Falta un
minuto. No falta nada. El Dios de D. X. no existe". Al acabar de hablar el
incrédulo, sus partidarios le vitorearon. Le pasearon en hombros por el campo
de concentración. El sacerdote quedó sin saber qué hacer. De repente tuvo una
idea luminosa. Y dirigiéndose a la multitud de incrédulos y de creyentes les
dijo. "Señores, no he terminado aún. Invitó al incrédulo a subir al
estrado. El sacerdote pidió una pistola cargada. Un hombre le entregó el arma.
Se hizo un silencio profundo. Todos estaban intrigados. Él sacerdote le dijo al
incrédulo: "Ahí tiene esta pistola. No le hace falta más que darle al
gatillo. Le concedo cinco minutos para que me mate. Son las... Faltan cuatro
minutos. Faltan tres minutos. Faltan dos minutos. Falta un minuto. No falta
nada. Luego usted no existe. ¿Qué les parece a ustedes?" El rostro del
sacerdote y el de su contrincante estaban pálidos. El incrédulo le dijo:
"¿Cómo voy a matar yo a usted que tanto bien me ha hecho? El sacerdote le
contestó: "Dios le ha hecho a usted muchos más favores que yo y es mucho
más misericordioso con los hombres que usted ha sido conmigo. Usted me ha
respetado la vida cuando yo le pedía que me matara, como Dios se la ha
respetado a usted cuando le retaba a que se la quitara".
La escena fue de gran emoción. Dios recompensó el heroísmo
del sacerdote que expuso su vida por El, haciendo que se convirtiera a la fe católica
aquel incrédulo que unos momentos antes negaba a Dios.
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Sugerencias metodológicas:
Objetivo:
Conocer las perfecciones de Dios. Actividades: 1. Leer el texto, comprobar su comprensión y explicar el Contenido. 2. Por equipos contestar a estas preguntas: a) ¿Quién había en el campo de concentración? b) ¿Cómo quería demostrar el ateo su idea de Dios? c) ¿Qué hizo el sacerdote para demostrar que Dios existe? d) ¿Recobró la fe aquel hombre? e) ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra fe? 3. Los
secretarios leen las respuestas a la pregunta e) Reproducido con autorización de: www.encuentra.com |
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