El alumno que cogió dinero ajeno |
El alumno que cogió dinero ajeno
Por Gabriel Marañón Baigorrí
Sucedió
en un colegio de Francia. Los padres de un alumno le habían enviado una
cantidad de dinero para que la entregara en la Caja del colegio. El alumno cogió
el dinero y de momento lo guardó en su armario. Pero distraído no cerró el
armario. Un compañero vio cómo lo guardaba y esperó a que se marchara. Cuando
vio que nadie estaba en el dormitorio, fue rápido al armario de su compañero y
lo abrió. Algo le decía la conciencia que no debía apoderarse de lo que no
era suyo. Pero arrastrado por la tentación, metió la mano y cogió el dinero.
Cuando el alumno fue a recoger el dinero y entregarlo a la
Caja del colegio, quedó sorprendido al comprobar que no estaba en su sitio.
Revisó todo el armarlo; nada encontró; él tenía plena seguridad del sitio en
que lo había dejado. Entonces comprendió que le habían robado. Fue al
despacho del director y le dio cuenta del hurto de que había sido objeto.
El director del colegio se presentó en la sala de estudios
donde estaban todos los alumnos. Sabía casi de cierto quién era el muchacho
autor del robo. Pero tuvo la suficiente discreción de no abochornarlo delante
de todos. Habló a los alumnos de la desaparición del dinero y les dijo:
"Sé que el ladrón es uno de vosotros. Pretenderá callar su conciencia
confesándose; pero no lo logrará, ya que, para hacer una buena confesión, en
este caso tiene que tener el propósito firme de restitución. Y entonces, o
dejará de frecuentar los sacramentos, o cometerá sacrilegio, tras sacrilegio.
Yo le ruego no se deje encerrar en ese círculo infernal y restituya el dinero,
entregándolo a una persona discreta". El muchacho que había hurtado el
dinero, ante aquellas palabras del director, espero a que se hiciera de noche.
Cogió lo que había robado y lo depositó en el buzón de la correspondencia
del director. Cuando, antes de la cena, fue el director a recoger su
correspondencia encontró entre las cartas el dinero robado. Llamó al alumno y
le entregó la cantidad que le faltaba.
Sugerencias metodológicas:
Objetivo: Conocer el séptimo Mandamiento
"No hurtarás"
Contenido:
El séptimo mandamiento nos manda: "No hurtarás".
Es decir, que tengamos respeto a los bienes ajenos. Suponte tú que te regalan
una preciosa pluma estilográfica y un compañero tuyo te la roba. Comete un
pecado, por haberse apoderado de una cosa que no es suya.
El hacer daño en los bienes ajenos, como quemar o destruir
los frutos de la tierra, incendiar una casa o un objeto valioso, es pecado. Si
en una tienda compras un objeto como bueno y te dan uno malo, es fraude, y eso
es pecado.
Un obrero trabaja en un taller, hace trabajos importantes de
maquinaria. El dueño, con la venta, obtiene muy buenos beneficios y al obrero
le paga un salario mezquino, para mal vivir. Peca el empresario, pues a los
obreros y empleados hay que pagarles de forma que puedan vivir con decoro,
incluso para que puedan ahorrar, como ahorra y tiene bienes el dueño de la
empresa cuyas riquezas le vienen producidas por el trabajo de todos.
También pecan contra el séptimo mandamiento los obreros y empleados que no
cumplen con su deber, realizando mal o regular su trabajo. Todo lo robado o
hurtado hay obligación de restituirlo.
La causa de tantos robos, hurtos e injusticias está en el
egoísmo y en la sed de riquezas. Por eso Jesús nos dice: "¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el
plato, que por dentro están llenos de rapiñas y codicias!" (Mateo, 23)
Procurar no coger nunca nada. Pues se empieza por coger un
poco y se termina por coger mucho.
Actividades:
1. Los alumnos van leyendo el voz alta el texto y el profesor explica el Contenido.
2. Se forman equipos y contestan a estas preguntas:
a) ¿Qué sucedió en ese colegio francés?
b) ¿Qué fallo cometió el niño dueño del dinero?
c) ¿Qué argumento les dio el director?
d) ¿Cómo devolvió el dinero el niño ladrón?
e) ¿Qué aprendemos de este relato?
3. Puesta
en común de la pregunta e).
Norma de conducta:
Jamás tomaré nada de los bienes ajenos. Los respetaré,
pues no son míos.
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