35. El sacramento del Orden |
Introducción
El Bautismo, Confirmación y Eucaristía son los sacramentos de iniciación cristiana, que ponen los fundamentos de la vocación común de los cristianos: vocación a la santidad y a la evangelización del mundo. Estos sacramentos, junto con la Penitencia y la Unción de los enfermos, proporcionan a cada fiel las gracias necesarias para vivir cristianamente y alcanzar el cielo.
Para las necesidades sociales de la Iglesia y de la comunidad civil, Jesucristo instituyó el Orden sacerdotal y el Matrimonio, ordenados a la salvación de los demás; por eso se les conoce como sacramentos al servicio de la comunidad. Comencemos por el sacramento del Orden.
Ideas principales
1. Todos los cristianos participan, de distinta manera, del sacerdocio de Cristo Jesucristo -verdadero y supremo sacerdote de la Nueva Alianza- nos reconcilió con Dios por medio del sacrificio de la cruz, siendo sacerdote y víctima. Pero, habiendo de continuar el sacrificio, el Señor quiso comunicar a la Iglesia una participación de su sacerdocio, que se alcanza mediante el sacramento del Orden. Esta participación singular se conoce como sacerdocio ministerial, que capacita para actuar en la persona de Cristo, Cabeza de la Iglesia: los obispos y presbíteros. Pero hay que decir que la Iglesia entera, fundada por Cristo, es un pueblo sacerdotal, de modo que -por el bautismo- todos los fieles participan del sacerdocio de Cristo. Esta otra participación se llama sacerdocio común de los fieles. |
2. El sacerdocio común y el ministerial son esencialmente diversos
El sacerdocio ministerial difiere esencialmente, y no solo en grado, del sacerdocio común de los fieles, porque confiere un poder sagrado para el servicio de sus hermanos. Los que han recibido el sacramento del Orden son ministros de Cristo, instrumentos de los que se sirve para continuar en el mundo su obra de salvación. Y la llevan a cabo por medio de la enseñanza, el culto divino y el gobierno pastoral.
3. La institución del sacramento del Orden
Cristo escogió a sus Apóstoles y en la última Cena instituyó el sacerdocio de la Nueva Alianza. A los Apóstoles y a sus sucesores en el sacerdocio les mandó que renovasen en la Misa el sacrificio de la cruz; y con estas palabras: "Haced esto en memoria mía" (Lucas 22,19), los instituyó sacerdotes del Nuevo Testamento. El día de la Resurrección les confirió también el poder de perdonar o retener los pecados, otorgándoles el poder que Él tenía.
Como los Apóstoles sabían que el sacerdocio debía continuar en la Iglesia cuando ellos murieran, después de evangelizar una ciudad y antes de dejarla, imponían las manos a otros comunicándoles el sacerdocio (cfr. 2 Timoteo 1,6; Hechos 14,23).
4. Los tres grados del sacramento del Orden
El sacramento del Orden consta de tres grados subordinados uno a otro. El episcopado y el presbiterado son diversas formas de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo; el diaconado, en cambio, está destinado a ayudarles y servirles. Por eso, el término sacerdote designa a los obispos y sacerdotes, pero no a los diáconos. Sin embargo, los tres grados son conferidos por el sacramento del Orden.
Normalmente, cuando se habla de sacerdotes se entiende que se habla de los presbíteros, y en los números que siguen nos referiremos a ellos, aunque hay cosas que pueden aplicarse también a los obispos y diáconos.
5. El sacerdote es un hombre consagrado a Dios para siempre
En virtud del sacramento del Orden el sacerdote es ministro de Cristo, mediador entre Dios y los hombres para dar culto a Dios -adoración, acción de gracias, satisfacción e impetración- y para comunicar la gracia a los hombres.
Los poderes que se le otorgan, que no tienen ni siquiera los ángeles, no son pasajeros sino permanentes. Las personas que reciben este sacramento reciben un carácter indeleble y son sacerdotes para siempre. El carácter distingue al ordenado de los demás fieles: participa del sacerdocio de Cristo de un modo esencialmente distinto. Junto con el carácter recibe otras gracias en la consagración sacerdotal para asemejarse con Cristo, de manera que todo sacerdote puede decirse que es otro Cristo.
Este sacramento sólo pueden recibirlo los varones bautizados que reúnan las debidas condiciones.
6. Ministerio de los sacerdotes
Hemos visto que el sacerdocio da potestad para ejercer el sagrado ministerio, que mira al culto de Dios y a la salud de las almas. Las manifestaciones principales del ministerio de los sacerdotes son:
a) Predicar la Palabra de Dios. El sacerdote ejerce este ministerio cuando predica la homilía dentro de la Misa, al dar catequesis y en múltiples ocasiones: meditaciones, retiros, cursos de retiro, charlas de formación doctrinal religiosa, etc.
b) Administrar los sacramentos y especialmente celebrar la Santa Misa. Desde que el cristiano nace hasta que muere, está junto a él el sacerdote ayudándole con los sacramentos. Pero el ministerio principal de los sacerdotes es celebrar el santo sacrificio de la Misa.
c) Guiar al pueblo cristiano hacia la santidad. Los sacerdotes tienen la misión y el deber de apacentar como buenos pastores la grey que les ha sido confiada por el obispo: con oración y mortificación, ayudándoles en sus necesidades, acompañándoles en momentos difíciles y con la insustituible tarea de la dirección espiritual, para que los hombres quiten los obstáculos que impiden recibir la gracia de Dios.
d) Dirigir al Señor la oración oficial de la Iglesia, con el rezo de la Liturgia de las Horas. Si todos los hombres deben rezar para honrar a Dios y pedirle por tantas necesidades, con mayor motivo debe hacerlo el sacerdote. Palpa como ninguna otra persona las miserias y necesidades verdaderas de los hombres. Por eso, la Iglesia ha mandado que los sacerdotes recen diariamente el Oficio Divino. Es un clamor que sube continuamente de la tierra al cielo, de tal modo que se puede decir que durante las veinticuatro horas del día la Iglesia está rezando oficialmente por medio de sus ministros.
7. La misión espiritual del sacerdote
De todo lo que hemos visto se deduce que la misión del sacerdote en el mundo es fundamentalmente espiritual: conducir a los hombres a Dios, educándolos en la fe y dándoles la gracia de Cristo contenida en los sacramentos. Es sacerdote es servidor de toda la comunidad cristiana y elemento de unidad. Es lógico que se le distinga, incluso en su porte externo, como ordena la Iglesia, y que tenga el día completamente lleno con su actividad sacerdotal, sin tiempo para dedicarse a otras cosas, y mucho menos interfiriendo en las tareas propias de los fieles laicos.
8. Deberes de los fieles para con los sacerdotes
Siendo tan grande la dignidad del sacerdote y tan esencial su función en la Iglesia, es lógico que los padres dejen a sus hijos en plena libertad para seguir la vocación si Dios les llamase al sacerdocio. Los fieles deben rezar para que Dios se digne conceder a su Iglesia buenos pastores y ministros celosos. Deben profesar un gran respeto, veneración y amor a los sacerdotes, considerándolos como lo que son: ministros de Cristo, padres y pastores de las almas. Por eso deben ayudarles también con generosidad en sus necesidades materiales.
Curso de Catequesis. Don Jaime Pujol Balcells y Don Jesús Sancho Bielsa. EUNSA. Navarra. 1982. Con la autorización de los autores.
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