17. Caso Luis "Superar la insustancialidad" y Nota técnica "Los ideales de la juventud" |
1º Paso. Estudio individual del caso Luis "Superar la insustancialidad"
SITUACIÓN:
Los padres de Luis están preocupados. Advierten en su hijo
una cierta insustancialidad de fondo que les inquieta. Ven que su cabeza está
ocupada casi siempre por la música, el fútbol, las modas de cada momento... y
poco más. Es cierto que siempre ha sido buen estudiante, pero ahora tiene 16
años y parece que está dejando de serlo. Dice que no se concentra, que le
aburren todas las asignaturas, que este año ha tenido muy mala suerte con los
profesores, que son todos insoportables.
OBJETIVO:
Superar esa insustancialidad.
MEDIOS:
Fomentar intereses y aficiones de mayor nivel.
MOTIVACIÓN:
Hacerle ver el atractivo de ser una persona cultivada, y del mismo hecho de
cultivarse.
HISTORIA:
Los padres de Luis ven que su hijo apenas lee, que no le
preocupa la actualidad, ni la historia, ni el pensamiento. Comprenden que una
persona así tendrá serios problemas a medio o largo plazo, si no cambia.
Es la madre quien más insiste en que no pueden permanecer
pasivos: "Hemos de hacer algo para que se ilusione con cosas un poco más altas,
con más contenido. No podemos dejar que esto siga así, porque va a más."
Su marido es bastante escéptico respecto a ese empeño: "Si no
le interesan esas cosas, poco podemos hacer. La gente joven de hoy es así. Ya
madurará". Pero ella no está de acuerdo: "No podemos quedarnos tranquilos
pensando que la culpa es suya por no interesarse por esas cosas: nuestro reto es
interesarle por esas cosas".
RESULTADO:
Finalmente estuvieron de acuerdo en hacer algo. Pensaron que,
para ser sinceros, los primeros culpables eran ellos, pues llegaban los dos muy
cansados de trabajar, y el poco tiempo libre que tenían lo dedicaban a ver la
televisión. Tuvieron la honradez de reconocer que ellos mismos ponían poco
empeño en cultivarse y, en el fondo, vivían de las rentas.
Además, pensaron que no basta con decir a los hijos que lean,
que se organicen, que se dejen de tonterías... Tenían que ir ellos por delante,
porque de otra manera sería difícil cambiar las cosas.
Se propusieron hacer que en la casa hubiera un tono más alto,
que se trataran más cuestiones de tipo cultural, temas de cierta envergadura,
que dieran una mayor amplitud de miras.
Empezaron por encender la televisión sólo para programas
concretos de interés, y apagarla luego enseguida.
Compraron libros, pero poco a poco, y asegurándose de que
fueran interesantes y asequibles a un tiempo, pues no querían limitarse a
recomendar genéricamente la lectura, sino recomendar títulos concretos; y veían
que si fallaban en los primeros consejos bibliográficos perderían su prestigio
como promotores de la lectura.
Procuraron poner imaginación para hacer planes culturales.
Querían hacerlos con sus hijos, y organizarlos con ellos, pero sin dárselos
hechos. Al principio parecía difícil encontrar ideas del gusto de todos, pero
con un poco de observación, y gracias a las conversaciones que empezaron a
surgir desde que la televisión estaba más callada, fueron saliendo a la luz
algunas aficiones e intereses de los hijos que estaban latentes pero tenían
fuerza. Tirando de esas inclinaciones, poco a poco, salieron planes muy
diversos: viajes culturales, visitas a exposiciones, hobbies constructivos, etc.
De esos planes, así como de las lecturas de todos, y de las tertulias que
formaban para comentar cada película después de verla, salían siempre
conversaciones e ideas interesantes.
Todos se dieron cuenta –y quizá los padres fueron los más
sorprendidos– de que eran buenos modos de descansar, de mejorar la cultura y de
preocuparse de los demás.
En algún momento pensaron si estaban exagerando, pero pronto
se dieron cuenta de que era difícil que fuera ése el problema. El nivel tiende a
bajar solo, y el problema suele ser la constancia en mantener la línea
emprendida.
Al cabo de unos meses había mejorado mucho el ambiente de la
familia, con un resultado palpable en los resultados académicos de los hijos y
en el enriquecimiento mutuo de todos.
Alfonso Aguiló.
Con la autorización de:
www.interrogantes.net
2º paso. Trabajo en equipo para contestar a cinco cuestiones
a) ¿Cuál era el problema de Luis?
b) ¿Cuál era la postura inicial del padre?
c) ¿Qué parte de culpa tenían los padres?
d) ¿Cómo organizar el tiempo de televisión?
e) ¿Qué otros planes emprendieron?
3º paso. Puesta en común del gran grupo
4º paso. Descanso de 15 minutos
5º paso. Estudio individual de la Nota técnica "Los ideales de la juventud?"
«Hete aquí,
pues, cerca de los cuarenta y dos años... ¿Qué pensaría de ti el muchacho que
eras a los dieciséis, si pudiera juzgarte?
»¿Qué diría de eso que has llegado a ser? ¿Hubiera
simplemente consentido en vivir para verse transformado así? ¿Acaso valía la
pena? ¿Qué secretas esperanzas no has decepcionado, de las que ni siquiera te
acuerdas?
»Sería extraordinariamente interesante, aunque triste, poder
enfrentar a estos dos seres, de los que uno prometía tanto y el otro ha cumplido
tan poco. Me figuro al joven apostrofando al mayor sin indulgencia: "Me has
engañado, me has robado. ¿Dónde están los sueños que te había confiado? ¿Qué has
hecho con toda la riqueza que tan locamente puse en tus manos? Yo respondía de
ti, había prometido por ti. Y has hecho bancarrota. Más me hubiera valido
marcharme con todo lo que aún poseía, y que también has dilapidado..."
»¿Y qué diría el mayor para defenderse? Hablaría de
experiencia adquirida, de ideas inútiles echadas por la borda, mostraría algunos
libros, hablaría de su reputación, buscaría febrilmente en sus bolsillos, en los
cajones de su mesa, para justificarse. Pero se defendería mal, y creo que se
avergonzaría.»
Estos párrafos del Diario de Julien Green son una interesante
reflexión, tanto para el pasado como para el futuro de cualquier vida. Porque
–como ha escrito de Martín Descalzo– toda vida tendría que ser la cosecha de la
gran siembra de los años juveniles. Vivir es fructificar. Y no simplemente
avanzar y envejecer. La vida es apostar decididamente cuando se es joven, y
mantener y mejorar esa apuesta cuando se madura.
Y cabe entonces preguntarse: si ya es difícil mantener esa
apuesta de juventud cuando en esos años se sembraron grandes ideales, ¿qué será
cuando sólo se sembraron desilusiones o insustancialidad? Cuando una persona
joven no tiene ideales, o son pequeños y vulgares, es bien probable que le
espere un futuro poco alentador. Por eso quizá una de las mayores infamias es
empujar a los jóvenes a la mediocridad o a la desesperanza.
Es verdad que no basta con soñar durante la juventud, porque
esos sueños pueden quedar en proyectos ingenuos o ilusorios. Pero quien no sueña
nunca, quien se limita sólo a constatar la dificultad, quien siempre se jacta de
ser muy realista y considera ingenuos a todos los que aspiran a mejorar ellos y
mejorar el mundo en que vivimos, esos no se dan cuenta probablemente de que el
enemigo principal no son todos esos que con tanto énfasis señalan fuera, sino
que el peor enemigo lo tienen en su interior, en su mediocridad y en su
desesperanza.
Y luego, cuando los adultos tendemos tan fácilmente a echar
las culpas a tantas circunstancias para justificar el abandono de los que fueron
nuestros grandes ideales de juventud, también entonces solemos engañarnos
miserablemente. Es cierto que los proyectos de aquellos años necesitaban ser
adaptados y modificados a lo largo de la vida, porque la vida da muchas vueltas
y hay cosas muy poco previsibles, pero sabemos bien que muchas veces lo que
hemos hecho con esos ideales es simplemente rebajarlos, por pereza, por abandono
o por mezquindad. Y lo que logramos con eso es ir deshinchando nuestra vida como
un globo, casi sin darnos cuenta.
La desesperanza –señala Josef Pieper– está en la misma
estructura mental de quien orienta mal su vida. Supone un dolor siempre grande,
propio de quien se niega a caminar por el camino hacia la plenitud que su
naturaleza le llama.
A la desesperanza no se llega de modo repentino. Su principio
y su raíz suelen estar en la pereza (quizá por eso asegura el dicho popular que
la pereza es madre de todos los vicios). La pereza es sinónimo de dejadez, de
desinterés, y eso siempre conduce a una tristeza que paraliza, que descorazona.
Y lo peor es que lleva a un círculo vicioso de desgana que refuerza la dejadez.
El hombre perezoso parece querer sustraerse de las obligaciones propias de la
grandeza de su misión. Es como una humildad pervertida, propia de quien no
quiere aceptar su verdadera condición y sus talentos, porque implican una
exigencia. Como un enfermo que no quisiera curarse para que no le exijan lo que
se exige a una persona sana.
Hay un tipo de esperanza que surge de la energía juvenil pero
se agota con los años, al ir declinando la vida. Sin embargo, la verdadera
esperanza es una despreocupada y confiada valentía, que caracteriza y distingue
al hombre de espíritu joven y lo hace un modelo tan atractivo. La esperanza da
una juventud que es inaccesible a la vejez y a la desilusión. Así, aunque día a
día perdemos un poco la juventud natural, podemos día a día renovar nuestra
juventud de espíritu. En vez de dar culto a la juventud del cuerpo, de modo
exterior y forzado, y que además produce desesperanza al ver cómo se va
marchando, hemos de buscar esas cimas más altas a las que se puede remontar la
esperanza del hombre que rejuvenece día a día su espíritu.
Alfonso Aguiló. Con la
autorización de:
www.interrogantes.net
6º paso. Trabajo en equipo para contestar a cinco cuestiones
a) ¿Qué se reprochan al mayor y el joven?
b) ¿Qué piensa Martín Descalzo?
c) El valor de los sueños juveniles.
d) Naturaleza de la esperanza.
e) ¿Qué piensa Josef Pieper?
7º paso. Puesta en común del
gran grupo
®Arturo Ramo
García.-Registro de Propiedad Intelectual de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
Plaza Playa de Aro, 3, 1º DO 44002-TERUEL (España)
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