6. Caso Lorena "Felicidad y virtud" y Nota técnica "El atractivo de la virtud" |
1º Paso. Estudio individual del caso Lorena "Felicidad y virtud"
SITUACIÓN:
Lorena tiene 13 años y es la mayor de cuatro hermanos. Hoy ha
vuelto de clase con bastante mal humor, parece que por ciertas diferencias con
una de sus amigas. Nada más llegar se ha puesto a ver la televisión a todo
volumen, a ver si así olvida sus enfados. Da la impresión de que, tal como está,
es mejor no acercarse mucho.
Su madre espera un poco, pero al final decide intervenir.
Llevan tiempo intentando respetar en la casa un antiguo acuerdo familiar por el
que convinieron que, salvo excepciones, no se vería la televisión y habría un
cierto silencio para facilitar el estudio hasta última hora de la tarde, antes
de cenar. Lorena es la mayor y debe dar ejemplo. Además, lleva una temporada más
brusca de carácter y un poco altiva. También está estudiando poco, y –lo que más
preocupa a su madre– va bastante a lo suyo y su egoísmo está deteriorando el
ambiente familiar.
Como era de prever, y aunque la madre se esforzó en hacerlo
suavemente, hubo un poco de tensión. Su hija reaccionó mal, mezclando ámbitos
muy diversos, como suele suceder cuando uno está enfadado. "Ya estamos como
siempre –saltó Lorena–, tanto control que no hay quien viva. Además, seguro que
lo dices porque te parece mal todo lo que sale por la televisión. Parece que
está prohibido divertirse, que todo lo divertido es pecado. Yo no hago mal a
nadie. Hay que saber disfrutar de la vida, que para eso está".
OBJETIVO:
Lograr que entienda que felicidad y virtud no son realidades contrapuestas, sino
que se exigen mutuamente.
MEDIOS:
Hacer que descubra un sentido más positivo de la fe y de la virtud.
MOTIVACIÓN:
Lorena habla últimamente con un tono un tanto engolado, que
no es el suyo de siempre. Su madre está ya un poco harta del paso de su hija por
la adolescencia, pero se contiene: "Esta niña –comenta con su marido– tiene un
pavo terrible, pero tenemos que armarnos de paciencia, porque si perdemos los
nervios será peor, y haremos el ridículo tanto o más que ella".
"Además –concluía la madre–, he estado pensando que Lorena
tiene cierta razón. Creo que quizá les hemos educado con un sentido de la fe y
de la virtud un poco negativo. Tenemos que tener esto más presente".
HISTORIA:
La madre deseaba encontrar una ocasión favorable, en que su
hija estuviera receptiva. A los pocos días llegó la ocasión esperada. Lorena
llegó a casa visiblemente alterada, pero esta vez no con actitud altiva sino muy
hundida. Necesitaba desahogarse. Su madre se dio cuenta enseguida y se lo
facilitó con delicadeza. La chica empezó a contar sus preocupaciones, y a los
pocos segundos rompió a llorar: "No sé que me pasa. Me parece que estoy
perdiendo a todas mis amigas. ¿Es que acaso soy tan antipática...?".
La madre dejó que Lorena hablara largo rato. Procuraba
escuchar con atención, y asentir a lo que decía, dando a entender que se hacía
cargo de cómo se sentía su hija. Sólo preguntaba algo de vez en cuando para
facilitar el desahogo. Saltaba a la vista que el carácter de la chica se había
ido enrareciendo y que sus amigas estaban hartas de los planteamientos teóricos
en los que escudaba su soberbia, su pereza y su egoísmo.
La madre de Lorena fue inteligente y esperó a que terminara
el desahogo de su hija. Una vez que Lorena estaba relajada y en un estado
emocional más receptivo, comenzó por pedirle disculpas: "Lorena, estuve
comentando con papá que quizá tengas buena parte de razón en lo que me dijiste
el otro día, cuando te enfadaste por lo de la televisión". "Lo siento, mamá,
estuve insufrible, perdona", se adelantó a disculparse.
"No te preocupes, hija. Te decía que puede que nos hayamos
preocupado demasiado de deciros lo que está mal, y quizá hemos de hablar más de
lo que está bien. Quizá no lo hemos sabido hacer mejor, o explicarnos mejor. Lo
que quería hacerte ver es que hay cosas que parece que, si las haces, no haces
daño a nadie; pero no es así, porque, como poco, te haces daño a ti misma.
Cuando se cede a la seducción de la pereza, o de la soberbia, o del egoísmo, o
de imágenes que invitan al sexo egoísta, aunque una misma se crea que no hace
daño a nadie, y se intente convencer de que todo eso es inofensivo, y se llene
de otros argumentos, la realidad es que luego no se tarda mucho en encontrarse
una misma con que está muy estropeada, que se ha hecho daño, y que además ha
acabado por hacer daño a otros. Y una misma se encuentra con que está
insoportable, y es porque no se soporta a sí misma. Y entonces lo mejor es
reconocerlo, y pedir perdón. Y en tu caso y en el mío, que somos creyentes,
confesarnos, y así recibimos el perdón de Dios y una gran ayuda para
superarnos."
RESULTADO:
La situación mejoró bastante a raíz de aquella conversación,
pues tanto Lorena como su madre reconocieron la necesidad de plantear mejor las
cosas y se propusieron comentarlo con confianza de vez en cuando, lo cual evitó
muchos de los conflictos que venían surgiendo en los últimos meses.
Alfonso Aguiló.
Con la autorización de:
www.interrogantes.net
2º paso. Trabajo en equipo para contestar a cinco cuestiones
a) ¿Qué le pasaba a Lorena?
b) ¿En qué tenía razón Lorena?
c) La actitud de la madre
d) ¿Cómo reaccionó Lorena?
e) ¿Qué podemos hacer en casos semejantes?
3º paso. Puesta en común del gran grupo
4º paso. Descanso de 15 minutos
5º paso. Estudio individual de la Nota técnica "El atractivo de la virtud"
A veces uno tiende equivocadamente en su interior a etiquetar como
desagradables, por ejemplo, determinadas personas, o determinadas tareas, o
determinados aspectos relacionados con la mejora del carácter, y no se da cuenta
de hasta qué punto le perjudican esos vínculos mentales que se han ido
estableciendo en su mente, de manera más o menos consciente.
Ante posibles puntos concretos de mejora personal que
advertimos en nuestra vida (vemos, por ejemplo, que deberíamos ser más
pacientes, o menos egoístas, más ordenados, menos irascibles, o lo que sea), es
frecuente que tendamos a ver esos objetivos como metas muy lejanas, o como algo
poco asequible a nuestras fuerzas. Lo vemos quizá como avances apetecibles, sí,
pero que alcanzarlos requeriría tal esfuerzo que sólo pensarlo nos produce ya un
notable rechazo. Lo percibimos como algo fatigoso y agotador, o que nos llevaría
a un estilo de vida de demasiada tensión.
Sin embargo, la mejora personal no supone ni exige eso. Al
menos, de modo ordinario no tiene por qué plantearse así. El avance en el camino
de la mejora personal ha de entenderse y abordarse más bien como un proceso de
liberación. Un progreso gradual en el que vamos soltando día a día el lastre de
nuestros defectos. No una extenuante subida a un puerto de montaña, sino un
progresivo alivio de la carga de nuestros errores, un desahogo paulatino de la
causa de nuestros principales problemas. Por eso, aunque siempre habrá también
retrocesos, pequeños o grandes, si logramos en conjunto mejorar, nos
encontraremos cada vez con más autonomía, avanzaremos con más soltura y
sentiremos más satisfacción. Cada hombre debe adquirir el dominio de sí mismo, y
ése es el camino de lo que Aristóteles empezó a llamar virtud: la alegría y la
felicidad vendrán como fruto de una vida conforme a la virtud.
Si nos fijamos más, por ejemplo, en lo positivo de una
determinada persona, o en el reto que supone tener ordenado el armario o el
despacho, o incluso en lo apasionante que puede llegar a ser, tanto para un
hombre como para una mujer, cocinar, mantener limpia la casa, o educar a los
hijos..., si nos esforzamos por verlo así, el camino se hace mucho más andadero.
Podría objetarse que eso no es difícil de hacer... durante
unos minutos, o unos días. Pero, ¿cómo impedir que al poco tiempo se vuelva a lo
de antes? Puedo esforzarme, por ejemplo, por variar mi humor durante un rato,
que no es poco, pero... ¿cómo mantenerme así y llegar a ser una persona
bienhumorada?
Un camino es esforzarse en cambiar la imagen que se nos
presenta en la mente al pensar en esas cosas. Por ejemplo, en vez de representar
en la imaginación lo apetitoso que resulta lo que no deberías comer o beber o
hacer, procura pensar en lo atractivo y liberador que resulta ser una persona
sana y honesta, y logra que esas representaciones tomen en tu interior una mayor
cuota de pantalla.
O si te invaden pensamientos relacionados con el egoísmo, la
pereza o el la mentira, procura suscitar la imagen de ser una persona generosa,
diligente, sincera y leal, y recréate en la contemplación de esos valores y esas
virtudes que has de desear ver en tu vida. Incluso, si quieres, recréate también
en lo desagradable que resultaría convertirse poco a poco en una persona
egoísta, perezosa o desleal, y compara una imagen con otra.
¿Es importante esto? Pienso que sí. Si una persona logra
formarse una idea atractiva de las virtudes que desea adquirir, y procura tener
esas ideas bien presentes, es mucho más fácil que llegue a poseer esas virtudes.
Así logrará, además, que ese camino sea menos penoso y más satisfactorio. Por el
contrario, si piensa constantemente en el atractivo de los vicios que desea
evitar (un atractivo pobre y rastrero, pero que siempre existe, y cuya fuerza
nunca debe menospreciarse), lo más probable es que el innegable encanto que
siempre tienen esos errores haga que difícilmente logre despegarse de ellos.
Por eso, profundizar en el atractivo del bien, representarlo
en nuestro interior como algo atractivo, alegre y motivador, es algo mucho más
importante de lo que parece. Muchas veces, los procesos de mejora se malogran
simplemente porque la imagen de lo que uno se ha propuesto llegar no es lo
bastante sugestiva o deseable.
Alfonso Aguiló.
Con la autorización de:
www.interrogantes.net
6º paso. Trabajo en equipo para contestar a cinco cuestiones
a) El proceso de mejora personal.
b) ¿Qué es para Aristóteles la virtud?
c) ¿Por qué es importante pensar en positivo?
d) ¿Por qué pensar en el atractivo del bien?
e) ¿Cómo ayudar a los hijos a mejorar en la virtud?
7º paso. Puesta en común del
gran grupo
| Formación: La Pasión de Jesús | Otros: Vida de Jesús mayores |
®Arturo Ramo
García.-Registro de Propiedad Intelectual de Teruel nº 141, de 29-IX-1999
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