El sermón de las aves



    El sermón de las aves

    Bondadoso y amable era San Francisco, no sólo con los hombres sino con todas las criaturas vivientes. Hablaba con los pájaros como si fueran sus hermanos del aire, y no soportaba que les hicieran daño.

    En Navidad desparramaba migajas bajo los árboles, de modo que las criaturillas pudieran alimentarse y ser felices.

    Una vez, cuando un niño le dio un par de palomas que había cazado con una trampa, San Francisco les hizo preparar un nido, y la hembra depositó allí sus huevos.

    Con el tiempo, empolló los huevos, y creció una nueva nidada de pequeñas palomas. Eran tan dóciles que se posaban en los hombros de San Francisco y comían de su mano.

    Y se cuentan muchas otras anécdotas sobre el gran amor y piedad de este hombre hacia las tímidas criaturas que vivían en los campos y los bosques.

    Un día, mientras caminaba entre los árboles, las aves lo vieron y volaron a saludarlo. Cantaron sus canciones más dulces para demostrarle cuánto lo amaban. Entonces, cuando vieron que iba a hablar, se posaron en la hierba y escucharon.

    -¡Oh, pájaros –dijo él- , os amo, pues sois mis hermanos del aire. Os diré algo, hermanos. Siempre debéis amar a Dios y alabarlo.

    “Pensad en lo que él os ha dado. Os ha dado alas para surcar el aire. Os ha dado una indumentaria cálida y bella. Os ha dado el aire para que lo recorráis y tengáis hogares.

    “Y pensad en esto, ho hermanos: no sembráis ni cosecháis, pues Dios os alimenta. Os da ríos y arroyos para beber. Os da montañas y valles para que descanséis. Os da árboles donde construir vuestros nidos.

    “No trabajáis, ni hiláis, pero Dios cuida de vosotros y vuestros pequeños. Debe ser, pues, que El os ama. No seáis ingratos, y cantad en su alabanza y agradecedle su bondad.

    El santo dejó de hablar y miró en torno. Todos los pájaros brincaron alegremente. Extendieron sus alas y abrieron el pico para demostrar que entendían sus palabras.

    Y cuando él los bendijo, todos se pusieron a cantar, y el bosque entero se llenó de dulzura y alegría gracias a sus maravillosas melodías.

    Versión de James Baldwin.



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