-Así no -dijo el espíritu de
_erlín-,
porque
_uestro
escudero ha de recibir los azotes
por su
_oluntad,
y no a la fuerza.
-¡No pienso
a_otarme!
-insistió Sancho-.
Y además, ¿qué tienen que
_er
mis posaderas
con el
_encantamiento
de nadie?
En esto, la
_ermosa
doncella que venía en el carro
se puso en pie, se quitó el
_elo
del rostro
y dijo con
_aronil
desenfado:
-¡Maldito seas, Sancho! ¿Es que no te
conmue_e
mi desgracia? Si no
qui_res
azotarte por mí,
_azlo
por tu amo...
-Pensad, Sancho
-di_o
el duque-,
que si no _ay
azotes no hay ínsula,
pues yo no puedo darles por
go_ernador
a mis
insulanos a alguien que no se
_apiada
de una donce_a en apuros...
-Señor Merlín
-pregunt_
Sancho-,
¿no podría darme dos días para
pens_rlo?
-No
-respondi_
Merlín-:
debéis decidiros
a_ora
mismo.
Al final, tanto le insistieron _a
Sancho,
que el
po_re
prometió calentarse
el trasero tal y como le ped_an,
pero
_a
condición de azotarse cuando él quisiera,
sin plazo fijo y sin _acerse
sangre.
Don Quijote se conmo_ió
tanto que se colgó
del
cue_o
de su escudero
y le soltó más de mil
_esos
en la frente y las mejillas.
En eso, el
ca_o
volvió a ponerse en marcha
y desapareció entre los ár_oles,
mientras la
_ermosa
Dulcinea le hacía
una gran
re_erencia a Sancho.
Y lo
me_or
fue que ni don Quijote ni su escudero
advirtieron que todo
aque_o
era una farsa,
y que los que
_acían
de Merlín y Dulcinea
_eran
dos criados del duque.
-¡Buena ha sido la _urla!
-dijo la duquesa
retorciéndose de risa cuando se
qued_
a solas
con su marido aque_a
noche.
-Mejor aún será la de mañana -respondi_
el duque.
¿HAS
COMPRENDIDO ESTA LECTURA?
¿Cuántos azotes le daría don Quijote a Sancho?
a)
tres mil. b) siete mil. c)
diez mil.
Para Sancho, si no hay azotes, no habrá...
a)
ínsula. b) recompensa. c)
agradecimiento.
Sancho aceptó azotarse pero sin hacerse...
a)
daño. b) violencia.
c) sangre.