El doctor de Tirteafuera

Muy temeroso quedó Sancho con  aque_as  noticias,

pues no sabía que eran simples  em_ustes

del  du_e  para meterle miedo.

Sin  em_argo,  la inquietud le duró muy poco,

porque enseguida se lo  lle_aron  a comer

y el  ma_ordomo  lo sentó ante una mesa

_ena  de apetitosos manjares.

Había una  _olla  de cocido que humeaba,

cazuelas de conejo guisado y de ternera en  ado_o

y grandes fuentes  re_osantes  de frutas.

A Sancho se le alegraron los  o_os  con la comida,

pero, antes de que pudiera  pro_ar  nada, se le puso

al lado un  persona_e  muy serio y estirado que le dijo:

-Yo soy el doctor Pedro Recio, natural de  _irteafuera,

y tengo el deber de  _elar  por vuestra salud,

así que no se os  ocu_a  probar nada

de lo que  _ay  en esta mesa, porque todo

son alimentos que  _acen  mala digestión.

-Por eso no  sufr_is  -respondió Sancho-,

que  _o  puedo comer de todo porque tengo el estómago

acostumbrado a  _aca  y tocino, nabos y cebollas.

-Pues aquí solo comeréis una láminas de  _ojaldre

y unas tajadicas finas de carne de  me_brillo,

que todo  _artazgo  es malo

y el poco comer avivará el  in_enio.

Cuando Sancho oyó  aque_o,  le vino a la memoria

la carta del duque, y entonces se dijo:  "¡_ete  con ojo,

Sancho, que este es sin duda el  _enemigo

que  _a  venido a matarte, y con la peor muerte de todas,

que es morir de  ham_re".  Así que le dijo al médico:

-Doctor Pedro Recio,  nat_ral  de Tirteafuera,

salid de aquí  a_ora  mismo y dejadme comer

o cogeré un  ga_ote  y os echaré a palos de la ínsula.