Sancho no sabe leer ni escribir

-Es que sé más refrenes que un  li_ro,

y se me  _ienen  todos juntos a la boca cuando hablo,

pero a partir de  a_ora  solo diré los que vengan al caso,

que en casa  _ena,  pronto se guisa la cena,

y al  _uen  entendedor, pocas palabras bastan.

-¡Eso es,  _ancho!  ¡Te estoy pidiendo

que no me digas refranes y  t_  te pones

a ensartarlos a troche y moche como  sie_pre!

En resolución, don  _uijote  le dio a Sancho

más de treinta o cuarenta  conse_os,

todos  _atinadísimos  y muy juiciosos,

pues ya se sabea que el  _idalgo  solo disparataba en

las cosas de caballería. Y, cuando  aca_ó,  le dijo a Sancho:

-Todos esos avisos son muy  pro_echosos,  pero,

como tengo tan  mala memoria, no  s_  si los recordaré.

Así que démelos por  _escrito,

que, aunque no sé leer ni  escri_ir,

_o  se los daré a mi confesor

para que me los recuerde cuando  con_enga.

-¡Ay Dios, y qué mal está que un  go_ernador

no sepa leer ni  escri_ir!

-No sufráis por eso, que yo  fin_iré

que tengo dolorida la  m_no  derecha

y le pediré  _a  alguno que firme por mí.

-¡Que Dios te guíe, Sancho amigo, y  _esperemos

que el duque no  descu_ra  que ese cuerpecillo gordo que

tienes no es más que un saco  _eno  de malicias y refranes!

-Señor, si cree que no  _algo  para gobernar,

a_ora  mismo renuncio a la ínsula,

porque prefiero ir Sancho al  _ielo

que gobernador al  _infierno.

-Pues por eso mismo que  aca_as  de decir

mereces gobernar  so_re  mil ínsulas:

eres  _ueno  por naturaleza,

y esa es la mayor  _irtud  que puede tener un gobernador.