El mono de maese Pedro

Cuando don Quijote  _io  al tal maese Pedro,

pensó que  de_ía  de tener la cara enferma,

pues llevaba todo el lado  i_quierdo

tapado con un  p_rche  de tela.

En cuanto al mono,  _era  grande y sin cola,

de cara graciosa y  tras_ro  pelado.

Don Quijote le  pregunt_  por su futuro,

pero maese Pedro lea  ad_irtió  que el mono

solo respondía a preguntas  so_re  el pasado y el presente.

para que me digan mi pasado! -dijo  _ancho-,

porque ¿quién lo  _a  a conocer mejor que yo?

Pero si el señor monísimo  sa_e  las cosas presentes,

_e  aquí mis dos reales,

y dígame qué  _ace  ahora mi mujer Teresa Panza.

Maese Pedro se dio dos golpes en el  hom_ro

y entonces el mono le saltó  _encima,

se arrimó a su oído y comenzó a  mo_er  la boca

como si estuviera  ha_ando.

Y, en cuanto el   animali_o  volvió al suelo,

maese Pedro  co_ió  hacia don Quijote,

se puso de  rodi_as  y, abrazándole las piernas, dijo:

-¡Oh ilustre don Quijote de la  _ancha,

grandísimo caballero que  a_udas  a los caídos

y consuelas  _a  los desdichados!

El mono había  adi_inado  quién era don Quijote,

de lo que quedaron  pasmad_simos

todos los que  esta_an  en la venta.

-Y tú, ¡oh   _uen  Sancho Panza!

-continuó  _aese  Pedro-,

que eres el mejor escudero del mejor  ca_allero

del mundo, alégrate, porque tu Teresa está  _ien,

y ahora mismo está  _echándose  un trago de vino

mientras desgrana una  ca_eza  de ajos.

 -Lo de los ajos no sé si es  _erdad  -dijo Sancho-,

pero lo del  _ino  me lo creo,

porque mi Teresa siempre se ha dado muy  _uena  vida.

 -A_ora  digo yo -agregó don Quijote-

que el que lee mucho y  _anda  mucho,

ve mucho y  sa_e  mucho.

Porque yo nunca  hu_iera  creído

que existen monos   adi_inos,  pero ahora

lo   _e  visto por mis propios ojos y sé que es verdad.

Pues  _o  soy don Quijote de la Mancha,

tal y como ha dicho ese animal  sa_io.