Se encuentra con condenados a galeras

Nada  m_s  decir aquello,

don Quijote alzó los  _ojos 

y vio que por el camino _enía

una docena de hombres en  _ilera,

atados todos a una misma cadena de  _ierro.

Lleva_an  esposas en las muñecas

y candados en los pies y camina_an

_igilados  por cuatro guardas:

dos a  caba_o,  armados con escopetas,

y dos a pie, que lle_aban  lanzas y espadas.

-Esos que vienen por  a_í  -dijo Sancho-

son presos que _an  condenados

a remar en las galeras del  _ey.

-¿Quieres decir que los llevan contra su  _oluntad?

-As_  es.

-Entonces mi  de_er  de caballero

es socorrerlos y ponerlos en li_ertad.

-No _aga  eso, señor -advirtió Sancho-,

que esos ho_bres  son delincuentes

castigados por la _usticia.

Don Quijote se  acerc_  a los prisioneros

y les preguntó uno por uno qué delito  _abían  cometido,

y todos le _espondieron  lo mismo:

que los  e_viaban  a galeras de forma injusta.

En esto, el galeote que  i_a  al final

   de la hilera le  grit_  a don Quijote:

-¡Deje de meterse en lo que no le  i_porta!

Era un  _ombre  de unos treinta años,

de buena estampa pero algo _izco.

Él solo lle_aba  más cadenas

que t_dos  los demás juntos,

y era porque ten_a  más delitos que ninguno,

y los guardas temían que se e_capase.

-Ese  _ellaco  -dijo el comisario

que iba a la  ca_eza  de los galeotes-

es el famoso Ginés de _asamonte,

que ya _a  pasado cuatro años en galeras y morirá remando.