Le hacen burlas a don Quijote

Aunque Sancho partió al  _amanecer,

se tomó el  _iaje  con tanta calma que se le hizo de noche

poco antes de  _egar  al castillo de los duques.

Al  _er  las primeras estrellas,

se apartó del camino en  _usca  de un lugar donde dormir,

pero, como la noche  _era  muy oscura,

no veía por dónde  i_a,  así que acabó cayendo

en una  _onda  sima de la que no había forma de salir.

El asno se quedó patas   a_iba  y empezó a quejarse,

y Sancho se puso a  _orar  y a dar gritos para que le

a_udaran,  aunque fue como darlos en el desierto,

porque por aquellos andurriales no   ha_ía  ni un alma.

Pero  de_emos  a Sancho en su desgracia

y sepamos qué le  ocu_ió  a don Quijote

mientras  dura_a  el gobierno de su escudero.

Y es el caso que el  _idalgo  añoraba tanto a Sancho,

que se  pas_  la mayor parte de los días caminando

sin  rum_o  por el castillo y sus alrededores,

con la mirada perdida y la  ca_eza  gacha.

Pero no por  _eso  los duques dejaron de hacerle

_urlas  para entretenerse a su costa.

Y, entre otras cosas,  fin_ieron  que en el palacio había

una  donce_a   que se moría de amor por don Quijote,

así que el  ca_allero  sufrió lo indecible,

pues no quería lastimar a la muchacha pero  ta_poco

podía hacerle un  _ueco   en su corazón, que estaba

ocupado de medio   _a  medio por la altísima Dulcinea.

Y otro día le metieron en su cuarto una  le_ión

de gatos furiosos, que   salt_ron  sobre las narices

de don Quijote y le dejaron la cara  acri_illada,

por lo que el pobre  tu_o  que pasarse ocho días

en la cama, con la  ca_eza  vendada desde

la nuez de la garganta  _asta  la punta de los cabellos.

En fin, que el buen caballero  reci_ió  en pocos días

más arañazos, puñadas,  pe_izcos  y alpargatazos

que en toda su  _ida,  aunque él siempre pensó

que todo eran fechorías de algún maligno  _encantador.