En esto, se oyeron en la ca_e  unos grandes suspiros de dolor,

y todos salieron a la puerta  _a ver lo que pasaba.

-¡Don Alonso!  -e_clamó  la criada

 cuando descubrió a su amo  atra_esado  sobre el asno.

-Llevadme a mi casa  susu_ó  don Quijote-,

que  _e caído de mi caballo

cuando  com_atía  contra diez gigantes.

"¿Conque gigantes...?", se di_o  el cura.

"Por mi  _ida  que mañana mismo

  quemar_  los libros que os han vuelto loco".

Y así lo hizo. Al   d_a  siguiente,

apro_echando  que don Quijote aún dormía,

el cura y el _arbero  entraron en el cuarto

donde guardaba sus   m_s  de cien libros

y los fueron  tir_ndo al patio,

donde la criada los  apil_  para quemarlos.

-¿Y qu_  pasará cuando mi tío se despierte

y no encuentre los  li_ros?-  preguntó la sobrina.

A lo que el cura respondi_:

-Lo mejor será tapiar la puerta de la _iblioteca

y decirle a _uestro  tío que un encantador

se _a  llevado todos los libros

y _asta  el cuarto en el que estaban.

La idea les  pareci_  bien a todos,

y pensaron que con aquello _astaría

para  de_olverle  la cordura a son Alonso.

Así que aque_a  misma tarde tapiaron la puerta

del cuarto mientras el  _umo  de los malditos libros

oscurecía el cielo li_pio  de la aldea.