ACUCHILLA LOS CUEROS DE VINO
En esto estaban cuando de pronto sintieron un gran alboroto y vieron que Sancho salía corriendo del aposento de su amo.
-¡Vengan a ayudar a mi señor -decía a gritos-, que está luchando contra el gigante Pandafilando y acaba de cortarle la cabeza como si fuera un nabo!.
-Eso no puede ser -dijo el cura-, porque Pandafilando está en la otra parte del mundo. -¡Les digo que entren a ayudar a mi amo, y verán el suelo lleno de sangre y la cabeza del gigante en un rincón, que es tan grande como un cuero de vino!
Al oír aquello, el ventero se llevó las manos a la cabeza.
-¡Que me maten -dijo- si don Quijote no ha dado alguna cuchillada a los cueros de vino tinto que hay a la cabecera de su cama! ¡Y la sangre que dice este buen hombre será el vino que se ha derramado...!
Temiéndose lo peor, el ventero y los demás corrieron al aposento, donde encontraron a don Quijote con la espada en alto, acuchillando los cueros de vino. Estaba en camisa, lo que le dejaba al aire unas piernas largas y flacas y mucho más peludas que limpias. Y lo mejor era que tenía los ojos cerrados, porque estaba soñando que ya había llegado a Micomicón y que batallaba contra el gigante Pandafilando.
-¡Pelea, malandrín -le gritaba-, que aquí se acabarán tus fechorías!