TENÍA QUE MATAR AL GIGANTE PANDAFILANDO
-Señor mío, yo soy la princesa Micomicona, y he venido desde el lejano reino de Micomicón para pediros que matéis al gigante Pandafilando, que quiere quitarme el trono. Mi padre, que es un mago muy sabio, me dijo que en España encontraría al caballero más valeroso del mundo, que se llama don Azote o don Cogote...
-Don Quijote, señora, don Quijote -corrigió Sancho.
-Mi padre también me dijo que podría reconocer al caballero que buscaba porque tiene un lunar pardo con dos pelos muy negros debajo del hombro izquierdo...
-Sancho, hijo -dijo entonces don Quijote-, ayúdame a quitarme la camisa, que quiero ver si soy yo ese caballero.
-No hace falta, señor -respondió Sancho-, que yo he visto que vuestra merced tiene en la espalda un lunar con dos pelos más gruesos que las cerdas de un cepillo.
-Entonces pongámonos en camino, señor don Quijot4e -dijo Dorotea-, pero con la condición de que no os entrometáis en ninguna otra aventura fasta que me venguéis de Pandafilando. Y, si salís victorioso, me casaré con vuestra merced para haceros rey, y así podréis nombrar a Sancho gobernador de una de mis ínsulas.
-¡Viva la princesa Micomicona! -dijo Sancho, loco de felicidad, y corrió a besar las manos de Dorotea.
En cambio, don Quijote respondió con rostro serio:
-Señora mía, lo de casarme con su Alteza es imposible, porque mi corazón es de Dulcinea del Toboso.