SE NIEGA A PAGAR AL VENTERO

A pesar de los temblores, don Quijote tardó poco en dormirse, y a las tres horas despertó como nuevo y le dice a Sancho:   

-¡Mira qué pronto he sanado gracias al bálsamo!   

Viendo el milagro, Sancho decidió echarse un buen trago de la aceitera, pero el bálsamo le hizo tan mal efecto que comenzó a vomitar las entrañas y a descargar el vientre sin que la diera tiempo de salir de la cama. El pobre se pasó más de tres horas pensando que se moría, y justo cuando había pasado la borrasca y comenzaba a dormirse, don Quijote se levantó con más ánimo que nuca y dijo a voz en grito:   

-¡Vístete, amigo mío,  que nos vamos a buscar aventuras!   

Poco le faltó al bueno de Sancho para enviar a su amo a lo más hondo del infierno, pero al fin obedeció para no faltar a su deber y se levantó como pudo. Mientras tanto, don Quijote abandonó el aposento, se fue al establo en busca de Rocinante y le puso la silla de montar. Y, ya a lomos del caballo, salió al patio de la venta y le dijo al ventero con voz reposada:   

-Muchas gracias, señor, por el buen trato que nos habéis dispensado en vuestro castillo.   

-Antes de marcharos -contestó el ventero- tendréis que pagar el gasto que habéis hecho en mi venta.   

Don Quijote se quedó de piedra.   

-Entonces, ¿esto es una venta? -exclamó-. Pues en verdad os digo que pensaba que era un castillo. Pero, si es una venta, no pienso pagar, porque a los caballeros andantes se nos ha de alojar de balde por lo mucho que ayudamos a los necesitados.

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