Por caminos polvorientos,

badenes en carretera

y Pueblos de color ocre,

en las Montañas te adentras.

Con cimas redondeadas

y unos picos que se alternan,

una muralla parece

la vista que nos presentan.

Andando por un sendero

de una de las laderas,

un rincón inolvidable

emocionado te deja,

porque en frondoso se torna

lo que era tierra seca.

Encanto y sorpresa es,

cuando nada de ello esperas,

lo que gozosa te ofrece

la madre Naturaleza:

En la base de los Montes,

la Cascada y la Palmera.

Son Oasis de montaña

en CHEBIKA y en TAMERZA.

Los surcos y cicatrices

que lluvia y viento hicieran,

en las montañas que vemos,

en noches de Luna llena,

ellos son los confidentes

de cuanto ellas se cuentan:

“La vida es un prodigio

y nosotras, la riqueza

de aquellos que nos visitan,

para que salud posean.

El agua de mi cascada

y el dátil de tu palmera,

alimentos son del cuerpo

que le dan vigor y fuerza”.

“Con el murmullo del agua

el silencio se despierta

y cantan los pajarillos

y los guijarros y piedras

serán, ya, cantos rodados,

porque amorosa los besas.

Y yo, al salir el Sol”,

sigue hablando la palmera,

“al Cielo elevo mis ramas,

como si con alas fuera

y le ofrezco la primicia

de mi sonrisa primera”.

Termina, después, la cascada,

como a modo de sentencia:

“Lo que dices es la clave

de una vida placentera,

porque el agua y los dátiles,

en la buena convivencia,

necesitan del amor,

la sonrisa y la belleza.

Alimento son del alma.

Alma viva, no desierta”.

Con la emoción en mi pecho

y ante la profunda huella

que me dejó este Conjunto,

siento que mi alma sueña,

mas, aunque parezca sueño,

que, muchas veces, lo vea.

Para vosotros, deseo

cuanto sentí en esta Sierra

y que halléis en vuestra vida,

bajo un Cielo de estrellas,

lo bello que yo encontré,

al visitar esta Tierra,

en escondido sendero:

“LA CASCADA  y LA PALMERA”

 Lucía López Sánchez

 27 de Mayo de 2.005