Había
una vez una niña que tenía un perrito llamado Poldo. Poldo tenía mucho miedo
a los niños. De todos los niños, menos de su dueña.
Cerca
vivía un niño que tenía mucho miedo de los perros. Un día, Poldo bajaba con
su dueña por las escaleras de la casa, cuando se encontró con el niño.
Poldo
se asustó y salió corriendo y ladrando. El niño también se asustó y salió
corriendo y gritando. De nada sirvió que la dueña de Poldo intentara
calmarlos.
Esto
se repitió muchas veces y, siempre que se encontraban el niño y el perro, salían
huyendo, uno en una dirección y el otro en la dirección contraria.
Un
día dijo el niño:
-
Chucho repelente, ¿por
qué quieres morderme?
-
¡Si no quiere
morderte! – le dijo la dueña de Poldo-. Lo que pasa es que tú tienes miedo
de él y él tiene miedo de ti.
-
¡Pero si no le voy a
hacer nada!
-
Ni él tampoco a ti:
solamente ladra, corre y se escapa. Tú intenta andar tranquilo y verás cómo
Poldo no hará nada.
-
¿Y por qué no lo
intenta él?
-
Porque, como es un
perro, no entiende. Sin embargo tú eres un niño...
Al
día siguiente, el niño, al encontrarse con el perro, hizo como si no lo
hubiera visto. Y el perro pasó por su lado, tan tranquilo.
El
niño llegó a su casa muy contento.
¡Ya
no le tenía miedo a los perros!
Silvana Carnevali
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