Canta que te canta, nos ha venido la sed.
Entonces nos hemos metido por el bosque, para hallar una fuente.
Menos mal que la señorita sabía dónde buscarla.
Nosotros solos no la hubiésemos hallado.
Es pequeñita, está muy escondida y mana de ella
un hilillo de agua tan fino que apenas se oye.
Y va deslizándose suavemente hasta encontrar un
arroyuelo.
Yo me sé una fuente;
nadie la hallaría:
oculta en el bosque,
al pie de una encina.
Si cerca pasarais
ella os llamaría;
a mí me llamó,
que no la sabía.
F. Pujols
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