30. La resurrección de Lázaro |
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1. Muerte y resurrección de Lázaro
Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro había enfermado. Entonces las hermanas le enviaron este recado: Señor, mira, aquél a quien amas está enfermo. Al oírlo, dijo Jesús:
- Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó que estaba enfermo, se quedó aún dos días en el mismo lugar. Después, pasados éstos, dijo a sus discípulos :
- Vamos otra vez a Judea. Le dijeron los
discípulos:
- Rabbi, Hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, ¿y vas a
volver allí? Respondió Jesús:
- ¿Acaso no son doce las horas del día? Si alguien camina de día no
tropieza porque ve la luz de este mundo; pero si alguien camina de noche
tropieza porque no tiene luz. Dicho esto añadió:
Jesús, al llegar, encontró que estaba sepultado ya desde cuatro días. Betania dista de Jerusalén como quinde estadios. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por su hermano.
En cuando Marta oyó que Jesús venía, salió a
recibirle; María, en cambio, se quedó sentada en casa. Dijo Marta a Jesús:
- Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano, pero
incluso ahora sé que cuanto pidieses a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le
dijo:
-
Tu hermano resucitará.
Marta le respondió:
- Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día. Le
dijo Jesús:
- Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mi, aunque
hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre,
¿Crees esto? Le contestó:
- Si, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios,
que has venido a este mundo.
Y dicho esto fue y llamó a su hermana María
diciéndole en voz baja:
- El Maestro está aquí y te llama. Cuando esto lo oyó, se levantó
enseguida y fue hacia él. Todavía no había llegado Jesús a la aldea, sino que
estaba aún en el lugar en que Marta le había salido al encuentro. Los judíos que
estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantó de
repente y se marchó, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí.
Entonces María, cuando llegó adonde estaba Jesús, al verle se postró a sus pies
y le dijo:
- Señor, si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano.
Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también
lloraban, se estremeció en su interior, se conmovió y dijo:
- ¿Dónde le habéis puesto? Le contestaron:
- Señor, ven y lo verás. Jesús comenzó a llorar. Decían entonces
los judíos: Mirad cómo le amaba. Pero algunos de ellos dijeron:
- ¿Éste, que abrió los ojos del ciego, no podía haber impedido que
muriese?
Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro.
Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo:
- Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le dijo:
- Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. Le dijo Jesús:
- ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Quitaron
entonces la piedra. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
- Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que
siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está alrededor, para
que crean que Tú me enviaste. Y después de decir esto, gritó con fuerte voz:
- ¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto salió atado de pies y
manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo:
- Desatadle y dejadle andar. (Juan 11, 1-44).
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La resurrección de Lázaro es ocasión para que el Señor muestre su poder divino
sobre la muerte, y dé así una prueba de su Divinidad, para confirmar la fe de
sus discípulos y manifestarse como la Resurrección y la Vida.
(Pintura: Resurrección de Lázaro. FLANDES, Juan de. Museo del Prado. Madrid)
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