Los judíos le preguntaron: ¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni
Elías, ni el Profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con agua, pero en medio de
vosotros está uno a quien no conocéis. Él es el que viene después de mí, a quien
yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Esto sucedió en
Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Al día siguiente Juan vio a Jesús venir hacia él y dijo: He aquí el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije: Después
de mí viene un hombre que ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo.
Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado
a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo: He
visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Yo
no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que
veas que desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el
Espíritu Santo. Y yo he visto y he dado testimonio de que Este es el Hijo de
Dios. (Juan 1, 25-34)
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Juan Bautista declara aquí la superioridad de Jesús al decir que
existía ya antes que él, a pesar de haber nacido después. Muestra así la
divinidad de Cristo, engendrado por el Padre desde toda la eternidad y nacido de
María Virgen en el tiempo.
(Pintura: Juan Bautista predicando. TIEPOLO,
Giovanni Battista. Capella Coleoni. Bérgamo)