11. El semáforo |
Por el centro de la avenida, los coches pasaban continuamente y se cruzaban en una y otra dirección. Dort esperaba en la acera con algunos hombres, mujeres y niños, agrupados junto al semáforo, para cruzarla. Tenía prisa y se estaba poniendo nervioso. El monigote, como un recortable pintado de rojo, que veía al otro lado, no se ponía verde. "¿No se habrá estropeado?, se preguntó inquieto. Los coches seguían pasando ruidosos. A Dort el tiempo se le hacía largo. Su madre lo estaba esperando y no quería llegar tarde.
Se bajó de la acera con intención de cruzar la calle, esquivando los coches. Miró a uno y otro lado y, cuando se decidía a salir corriendo, una mano lo agarró. Dort se detuvo y volvió la cabeza a mirar. Era el monigote rojo que estaba a su espalda. No se sorprendió. Estaba acostumbrado a que le ocurrieran cosas raras, y le protestó impaciente:
- Tengo prisa; mi madre me espera.
- ¿Quiere tu madre que llegues a casa sano o atropellado?
- ¡Sano! -contestó Dort.
- Pues ten paciencia... ¡Ya puedes! -le avisó.
En ese momento, el monigote rojo con el que estaba hablando se puso verde y el de enfrente también. Dort cruzó la calle con todos los que esperaban. Cuando llegó al otro lado, miró al monigote y le preguntó:
- ¿Eres hermano del otro?
- Somos gemelos -le contestó.
- ¡Gracias, pues, a los dos!
Un hombre, que se había dado cuenta de todo, le sonrió y desapareció entre la gente.
Contó Dort todo en casa, y su madre le dijo:
- Tienes que obedecer a los semáforos como a mí misma.
Samuel Valero
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con las letras a, b y c. La letra acertada se pone de color rojo.