33. Privación |
Primera parte
Durante los largos años pasados en la educación de jóvenes tuve con frecuencia que sufrir un amargo desengaño. Había tenido muchos jóvenes estudiantes, cuyos ojos de fuego y entendimiento vivaz prometían en las clases inferiores una mies abundante para la edad madura; y, no obstante, ya en las clases superiores las esperanzas puestas en ellos fueron devoradas por los astutos enemigos de la juventud: la pasión, la ligereza, la inexperiencia y la tentación. A menudo tuve que ver, con el corazón espantado, cómo iba consumiéndose de año en año, cómo iba palideciendo cada vez más, por obra de estas cuatro fuerzas malignas, la planta tierna del noble idealismo y de la buena voluntad entusiasta, que encontramos en la mayoría de los muchachos durante los primeros años de estudio.
Descubrí que de las cuatro fuerzas, las más fuerte de todas es la primera: aquella blandura, aquel afeminamiento con que los jóvenes de hoy corren, casi sin resistencia, en pos de sus pasiones, en pos de las bajas tendencias de la Naturaleza.