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Sinceridad de Santo Tomás Moro en el Consejo Real
Por Gabriel Marañon Baigorrí
Santo Tomás
Moro fue uno de los mejores abogados de su tiempo, llegó a consejero del Rey
Enrique VIII y más tarde a Canciller de Inglaterra. Era un hombre jovial,
amable, respetuoso con todos. Poseía dos virtudes maravillosas: la firmeza y la
sinceridad en decir la verdad.
Cuando Santo Tomás Moro era miembro del Consejo Real del
Estado, expresaba su opinión en algún asunto con espíritu sincero,
independiente y libre. Un día, estando reunido el Consejo Real, Wolsey presentó
una propuesta para que se creara la Suprema Magistratura del Reino, con el fin
de representar al Rey en toda Inglaterra. Wolsey ambicionaba este puesto para él.
Así recibiría los honores de monarca cuando éste le representara. Defendió
su propuesta con ardor y todos los nobles que formaban el Consejo le siguieron dócilmente,
alabándole dicha idea. Nadie osó oponerse, excepto Santo Tomás Moro, que fue
el único que se opuso a la creación de tal cargo. Y objetó con razones tan sólidas
y justas que todo el Consejo Real se volvió atrás y declaró que el asunto
requería una deliberación más detallada. Wolsey se encendió en cólera
contra Santo Tomás Moro, llegando a insultarle, diciéndole: "Demostráis
ser un consejero estúpido o necio". Tomás Moro, serenamente, le contestó:
"Demos gracias a Dios porque su majestad el Rey tan sólo tiene un imbécil
en el Consejo".
Santo Tomás Moro era sincero con todos. Poseía un espíritu
libre en decir la verdad. Enrique VIII, que vivía con una mujer, llamada Ana
Bolena y que no era su esposa, trataba que su Canciller Tomás Moro aprobara tal
conducta. Pero Santo Tomás Moro públicamente desaprobó tal unión con aquella
mujer. Entonces el Rey le condenó a muerte. Pudo Tomás Moro salvar la vida,
diciendo al Rey que aquella mujer era su legítima esposa, pero el Canciller de
Inglaterra amaba más la verdad y prefirió perder la libertad y la vida antes
que dar la razón mintiendo al Rey.
Y así, una mañana temprano del 6 de Julio de 1535, fue
llevado al patíbulo Santo Tomás Moro. Puesta su cabeza en el tajo, de un golpe
de hacha del verdugo cayó su cabeza al suelo. La cabeza fue escaldada con agua
hirviendo, como era costumbre, y colocada en un poste de la torre del puente de
Londres. Un mes más tarde, cuando la cabeza iba a ser arrojada al río, un
familiar de Santo Tomás Moro se apoderó de ella y la guardó en una cripta de
la iglesia de San Dunstan, en Canterbury.
Explicación Doctrinal:
La libertad es un don que Dios ha dado al hombre. La libertad
es la facultad que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y también
de no obrar. El hombre es, por tanto, libre para pensar, hablar y obrar, pero
debe hacerlo con reflexión buscando la verdad y la justicia y siempre con el
debido respeto a los demás.
La libertad es como un arma de fuego, peligrosa, y, por tanto, hay que aprender
a manejarla. Por ejemplo, somos libres para hablar y cantar, pero si molestamos
a los demás hablando o cantando a gritos o diciendo groserías, eso ya no es
libertad, es libertinaje.
Somos libres para exponer nuestras ideas, pero tenemos
obligación de exponerlas sin odio, sin burlas, sin desprecios a los demás. Las
expondremos con amor y respeto. No quieras imponer a la fuerza tus ideas y
opiniones, eso es tiranía y soberbia. Imponlas por la fuerza de la verdad y del
amor. Y así como te gusta a ti que los demás respeten tu libertad, también tú
has de respetar la libertad de los demás. No te conviertas en déspota de los
que te rodean.
Cuando una persona empieza a hacer uso de su libertad con
grave perjuicio de los demás, como perturbar el orden público, etc., ese
individuo no tiene derecho a la libertad.
Sé libre e independiente en tus ideas. Y cuando aprecies que
la verdad la posees tú, no te sometas servilmente a la opinión ajena. Somete
tu inteligencia a los demás cuando aprecies que la verdad la poseen ellos. De
esta forma demuestras ser un hombre libre. Jesús nos dice en el Evangelio:
"La verdad os hará libres".
Norma de Conducta:
Mi libertad estará guiada por la verdad, la justicia y el
respeto.
Con la autorización
de: www.encuentra.com
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